Que bendición compartir este tiempo con usted amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. Estamos estudiando el capítulo 14 de Lucas. Todo lo que se relata en este capítulo ocurrió en la casa de un gobernador fariseo quien, con la finalidad de poner una trampa para atrapar al Señor Jesús, le invitó a comer en compañía de otros fariseos. El Señor Jesús aprovechó la situación para confrontar y corregir cinco errores que estaban cometiendo estos fariseos y que también comete la gente de hoy en día. En nuestro estudio bíblico anterior vimos al Señor Jesús confrontando el legalismo y el orgullo de los fariseos. En esta oportunidad va a confrontar dos errores más.
Abramos nuestras Biblias en Lucas capítulo 14 del 12 al 24. El primer error que el Señor Jesús confronta y corrige es lo que podríamos llamar el afán por hacer favores por interés. Usted sabe, hago este favor a esta persona, porque sé que en algún momento voy a necesitar de ella. Los fariseos eran expertos en esto y tristemente, muchos hoy en día también lo son. Con esto en mente, ponga atención a lo que dice Lucas 14:12-14 Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.
Luk 14:13 Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
Luk 14:14 y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.
El mensaje del Señor Jesús se dirige específicamente al gobernante fariseo que le invitó a comer en su casa. No es que el Señor Jesús estaba actuando con ingratitud, sino que el Señor Jesús, estaba poniendo en evidencia algo que estaba mal en la vida de este fariseo, pero el fariseo no lo sabía. El Señor Jesús estaba en realidad haciendo un bien al fariseo. La costumbre de la época entre los fariseos era invitarse a comer, pero sólo entre ellos. Es decir: Yo te invito, pero espero que tú también me invites a mí. En este círculo cerrado no cabían aquellos que según las normas de los fariseos no estaban a su altura. El Señor Jesús notó con claridad que los fariseos hacían estas cosas por interés o por el deseo de ser recompensados. Por eso dijo al gobernante fariseo: Cuando hagas comida o cena, no invites a tus amigos, o a tus hermanos o a tus parientes o a tus vecinos ricos. ¿Por qué? Pues porque conforme a la costumbre, estas personas están en capacidad de devolverte el favor, es decir, recompensarte, tal cual como lo hacen todos. Pero si en realidad quieres hacer un favor sin ningún interés de por medio, o sin esperar recompensa, invita a los pobres, a los mancos y a los ciegos, porque personas así no están en capacidad de devolverte el favor, es decir, recompensarte. Si haces esto, serás bienaventurado. Esto significa extremadamente dichoso. ¿Cuál es la razón para tanta dicha? Pues porque aunque nadie te recompense en la tierra, tendrás recompensa en el cielo. A esto se refirió el Señor cuando dijo: Pero serás recompensado en la resurrección de los justos. Si hacemos favores por interés, o por ser recompensados, muy probablemente recibiremos esa recompensa, pero perderemos la recompensa en el cielo. ¿Qué prefiere? La recompensa del hombre o la recompensa de Dios. El segundo error que confronta el Señor Jesús en la casa del gobernante fariseo es la negligencia hacia el reino de Dios. Note lo que dice Lucas 14:15-24. La Biblia dice: Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
Luk 14:16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
Luk 14:17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
Luk 14:18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
Luk 14:19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
Luk 14:20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
Luk 14:21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
Luk 14:22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.
Luk 14:23 Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
Luk 14:24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Esta parte del discurso del Señor Jesús fue motivada por la intervención de uno de los invitados a la comida en la casa del gobernante fariseo. Cuando oyó al Señor Jesús hablar de la resurrección de los justos, explotó de entusiasmo diciendo: Bienaventurado o dichoso aquel que coma pan en el reino de Dios, o aquel que tenga parte en el reino de Dios. Los judíos comparaban al reino de Dios con un gran banquete en el cual estaban invitados Abraham, Isaac, Jacob y todos los demás ilustres antepasados del pueblo de Israel. Esta fue la razón por la cual el que tomó la palabra habló de comer pan en el reino de Dios. Al oír lo que dijo esta persona, el Señor Jesús propuso una parábola para mostrar lo peligroso de ser negligente hacia el reino de Dios. La parábola tiene que ver con un hombre que organizó una gran cena e invitó a muchos. En aquella época, los banquetes se celebraban a la noche y se enviaban las invitaciones con bastante anticipación, de modo que todos los invitados puedan programar sus actividades para poder asistir. Hasta donde se puede discernir, ninguno de los invitados declinó la invitación el momento que recibió la invitación, así que se supone que todos iban a estar en la gran cena. Cuando llegó el día de la cena, y conforme a la costumbre, el hombre envió a uno de sus siervos a decir a todos los invitados: Vengan a la gran cena, porque todo está listo. Para sorpresa del siervo, todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla, te ruego que me excuses. No se necesita de mucha sabiduría para concluir que era una excusa infantil. Si en realidad compró la hacienda, tendría todo el tiempo para verla todo lo que quiera después de asistir a la gran cena. Se trataba en realidad de una excusa para esconder la realidad de las cosas. El amor a los bienes materiales pudo más que cumplir con su compromiso de asistir a la gran cena. El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. También en este caso, no hace falta mucha sabiduría para saber que es una excusa infantil. El hombre podía probar todo lo que quería sus yuntas de bueyes después de asistir a la gran cena. Era sólo una máscara para esconder la verdadera razón: No quiero asistir a la gran cena. Las ocupaciones de este mundo pudieron más que cumplir con su compromiso de asistir a la gran cena. El tercero dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Bueno, cuando fue invitado a la gran cena, este hombre ya debió haber sabido que se iba a casar y si su boda coincidía con el día de la gran cena, debió haber declinado la invitación, pero no lo hizo, lo cual pone de manifiesto que esto de que acababa de casarse y por tanto no podía ir, en realidad debía entenderse en el sentido de: No quiero ir. En este caso fueron las relaciones familiares que pudieron más que asistir a la gran cena. Las excusas fueron varias, pero todas ellas apuntaban a lo mismo. Simplemente no querían estar en la gran cena, porque pusieron sus propios intereses por delante, el amor a los bienes materiales, el compromiso con las ocupaciones de este mundo y la preferencia a las relaciones familiares. Ante esto, el hombre que organizó la gran cena se enojó mucho, pero no podía darse el lujo de desperdiciar todo lo que había preparado para la gran cena, así que instruyó a su siervo para que vaya por las plazas y las calles de la ciudad y traiga a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. El siervo cumplió al pie de la letra con esta orden y trajo a la gran cena a todos los que encontró, pero todavía quedaba lugar en la casa donde se celebraba la gran cena, así que el padre de familia dijo a su siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Terminando la parábola el Señor Jesús dijo: Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron invitados gustará mi cena. La parábola se enfoca principalmente sobre los arrogantes fariseos que estaban muy seguros de comer pan en el reino de Dios. Lo dicho por el Señor Jesús en esta parábola se cumplió después que el Señor Jesús murió y resucitó. Cuando los líderes de Israel a nombre de la nación de Israel rechazaron al Señor Jesús, el mensaje del Evangelio fue primero a los samaritanos, prefigurados por los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos en la parábola y muchos de ellos entraron al reino de Dios. Más tarde, el mensaje del Evangelio fue a los gentiles, prefigurados por la gente desposeída que se encontraba en los caminos y los vallados, y muchos de ellos entraron al reino de Dios. Pero la parábola también se puede aplicar a la gente de hoy en día. Todo está preparado para poder entrar en el reino de Dios. El Señor Jesús murió por el pecador y resucitó de entre los muertos y hoy está invitando a todo pecador a ser salvo o a entrar al reino de Dios. Pero muchos se niegan a entrar porque les importa más sus bienes materiales o sus ocupaciones o sus relaciones familiares. Por este grave error, se quedarán fuera del reino de Dios. Los que entren serán los que se consideran a ellos mismos como destituidos de Dios por su pecado. Estos serán los que llenen la casa para estar eternamente con Dios. Usted también ha sido invitado amable oyente. ¿Cuál va a ser su respuesta?
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