Gracias damos a Dios por la oportunidad de compartir estos minutos con Usted. Bienvenida, bienvenido a nuestro estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de 2 a Timoteo, en la serie que lleva por título: Consejos para una iglesia en peligro. Ahora nos ocuparemos de la actitud que debemos tener ante la amenaza de la oposición. En instantes más estará con nosotros David Logacho para hablarnos de este asunto.
Antes de introducirnos en el estudio del pasaje bíblico que tenemos para hoy en 2ª Timoteo, es necesario tener en mente que en el tiempo que el apóstol Pablo escribió esta carta, la persecución contra la iglesia de Cristo estaba alcanzando caracteres catastróficos.
Miles de creyentes estaban siendo perseguidos por su fe. Algunos fueron arrestados y martirizados atrozmente. El imperio romano estaba decidido a acabar con el cristianismo.
Ser cristiano en esos tiempos era equivalente a colgarse una sentencia de muerte al cuello. Había muchos creyentes quienes a pesar de la oposición se mantuvieron fieles al Señor en todo.
Pero había también otros que por el temor a la persecución, estaban ocultando su fe en Cristo.
Esto es lo que sirve de marco para el pasaje bíblico que nos corresponde estudiar en esta ocasión. Ante el peligro de dejarse controlar por el temor a la persecución, Pablo entrega un mandato a su fiel discípulo Timoteo, quien se encontraba sirviendo al Señor en la iglesia local en Efeso.
Abramos nuestras Biblias en 2ª Timoteo 1:8-12. En este pasaje bíblico encontramos el enunciado del mandato, la explicación del mandato y el ejemplo del mandato. En cuanto al enunciado del mandato, 2ª Timoteo 1:8 dice: «Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios»
Reconociendo que Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio, Pablo ordena a Timoteo que eche mano de esos recursos que Dios le ha dado, para dar testimonio, en primer lugar, de nuestro Señor Jesucristo.
Pablo está diciendo a Timoteo: No escondas tu fe en Cristo, identifícate como creyente en todo momento y en todo lugar. Pablo no se avergonzó de dar testimonio. Más adelante en su carta, Pablo habla de Onesíforo, quien tampoco se avergonzó de dar testimonio.
Dar testimonio significa declarar una verdad. Timoteo debía declarar cómo era su vida antes de recibir a Cristo como su Salvador, debía declarar cómo y cuándo recibió a Cristo como su Salvador y debía declarar los cambios que Cristo hizo en su vida una vez que lo recibió como su Salvador. Timoteo debía aprovechar toda oportunidad para dar este testimonio. Esto es testificar del Señor.
Pero a la par de testificar del Señor Jesucristo, Timoteo tenía que testificar de Pablo. Como ya se ha dicho, Pablo estaba a órdenes del imperio romano en una inhóspita celda en Roma, pero Pablo no se siente una víctima del imperio romano, ni tampoco se siente prisionero del imperio romano. Pablo estaba consciente que era prisionero de Cristo Jesús.
Esto significa que lo que estaba pasando con Pablo estaba bajo el control soberano de Cristo Jesús y que todo aspecto de su vida estaba en manos de él. Algunos de los que por un tiempo estaban colaborando con Pablo, se avergonzaron de él y le dieron las espaldas por el temor a ser ellos también arrestados.
En lugar de avergonzarse de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo y de Pablo, prisionero de Jesucristo, Timoteo debía participar de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios. Si Cristo sufrió tanto durante su ministerio terrenal y Pablo también tuvo lo suyo, ¿qué corona tenía Timoteo para escapar de las aflicciones que resultan de proclamar el evangelio de Cristo en medio de gran oposición? ¿Qué corona tenemos nosotros los creyentes para escapar de las aflicciones que resultan de proclamar el evangelio de Cristo en medio de gran oposición?
Ciertamente, ni Timoteo, ni nosotros tenemos corona alguna para escapar de la aflicción que normalmente está aparejada a la proclamación del evangelio de Cristo. Por eso es que Pablo dice a Timoteo: Participa o comparte las aflicciones por el evangelio, pero note: Según el poder de Dios.
Esto significa que Dios mismo nos da el poder o la fortaleza necesaria para sufrir las aflicciones que resultan de proclamar el evangelio de Cristo. Así que, amigo oyente, no rehuya las aflicciones que resultan de anunciar el mensaje del evangelio.
Alguien alguna vez tuvo un sueño y lo relató así: Me vi en la ciudad celestial, aunque no sé ni cómo ni cuándo llegué allí. Yo era uno en una gran multitud que no se podía contar, de todos los países, de todas las razas, de todas las edades. De alguna manera, supe que la persona a mi lado estaba en el cielo por más de 1860 años. ¿Quién es Usted? Le pregunté. Yo, dijo, fui un creyente romano. Viví en los días del apóstol Pablo. Yo fui uno de los que murieron durante la persecución de Nerón. Me untaron brea en todo el cuerpo, me amarraron a una estaca y me prendieron fuego para alumbrar los jardines de Nerón. ¡Qué terrible! Exclamé. ¡No!, Dijo. Yo estaba gozoso por haber hecho algo por Jesús. Él murió en la cruz por mí. Un hombre al otro lado mío entonces habló. Yo he estado en el cielo solo unos pocos cientos de años, dijo. Vengo de una isla en el mar del Sur, llamada Erromanga. Juan Williams, un misionero, vino y me habló de Jesús, y yo lo recibí como mi Salvador. Mis paisanos mataron al misionero, y a mí me tomaron, me amarraron, y me golpearon tanto que me desmayé. Como pensaron que había muerto, me dejaron, pero al siguiente día como vieron que no estaba muerto me golpearon en la cabeza, me cosieron, y me comieron. ¡Qué terrible! Dije. ¡No! Dijo. Sentí mucho gozo de morir como creyente. Porque verá, los misioneros me contaron que Jesús fue azotado y coronado con espinas por mí. Luego los dos me miraron y dijeron: ¿Y Usted, qué ha sufrido por Cristo? Me quedé mudo. Yo no había sufrido absolutamente nada por Cristo. Los dos me miraban con ojos tristes. Menos mal que me desperté ese instante. Después no podía volver a dormir. Me atormentaba la idea que hasta ese momento no había sufrido nada en absoluto por la causa de Cristo. ¿Y Usted amigo oyente? ¿Qué ha sufrido por la causa de Cristo?
Volviendo al mandato de Pablo, en segundo lugar tenemos la explicación del mandato. Existen varias razones para no avergonzarnos de dar testimonio de nuestro Señor. 2ª Timoteo 1:9-11 dice: «quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles.»
Explicando el mandato, Pablo da razones de peso para su cumplimiento.
Número uno, porque Dios nos salvó. Habiendo sido pecadores condenados al castigo eterno, Dios nos salvó de la condenación eterna cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador.
Número dos, porque Dios nos llamó con llamamiento santo. Esto tiene que ver con las extraordinarias bendiciones espirituales que Dios nos ha dado en Cristo.
En el libro de Efesios capítulo 1, encontramos que hemos sido escogidos, predestinados, adoptados como hijos adultos, aceptados en el Amado, redimidos por medio de la sangre de Cristo, perdonados, sellados con el Espíritu Santo, y herederos de Dios.
Con razón que Pablo dice que este es un supremo llamamiento, según Filipenses 3:14. El autor de Hebreos dice que este llamamiento es también celestial, según Hebreos 3:1. Ser salvos y recibir este llamamiento santo no es el resultado de algún mérito en el hombre. Pablo dice con absoluta claridad que todo esto no es conforme a nuestras obras. Las obras, por más buenas que sean y por más numerosas que sean no alcanzan para otorgar salvación y un llamamiento santo al pecador.
Si no fue por obras que el hombre tiene la salvación y el llamamiento santo, entonces todo fue por gracia de Dios, o como un favor no merecido realizado por Dios. Pablo lo pone en hermosa palabras cuando dice: Sino según el propósito suyo, y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos. La salvación del hombre fue planificada por el Padre en la eternidad pasada, llevada a cabo en su debido tiempo por el Hijo, y efectivizada en el pecador que recibe a Cristo por el Espíritu Santo.
Lo que el Padre planificó en la eternidad pasada, se hizo realidad cuando nuestro Salvador Jesucristo apareció en el mundo. Mediante su muerte y resurrección, Jesucristo quitó la muerte, en el sentido de que la muerte ya no es el amo cruel que conduce al pecador a eterna condenación, sino el siervo dócil que conduce al pecador redimido a la vida eterna.
Pero con su muerte y resurrección, Jesucristo no sólo quitó la muerte sino que sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio. La vida y la inmortalidad para el creyente son una realidad absoluta. Antes de ser creyentes, la vida y la inmortalidad estaban lejos de nuestro alcance. Todo este cúmulo de beneficios tenían que ser proclamados a los hombres. Pablo fue comisionado por Cristo Jesús para que los proclame como un predicador, los confirme mediante señales, como un apóstol, y los explique a los gentiles como un maestro.
Son buenas razones para obedecer el mandato de no avergonzarnos de dar testimonio de nuestro Señor y de Pablo su apóstol en cadenas. Hemos analizado el enunciado del consejo y la explicación del consejo.
En último lugar tenemos el ejemplo del consejo. Pablo estaba en todo su derecho de ordenar a Timoteo que no se avergüence de dar testimonio del Señor, porque primeramente Pablo no se avergonzaba de dar testimonio del Señor. Justamente por eso estaba preso en Roma.
2ª Timoteo 1:12 dice: «Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día»
Pablo estaba sufriendo lo indecible por la causa de Cristo. Era un buen ejemplo de no avergonzarse de dar testimonio del Señor. El sufrimiento no era una pérdida para Pablo, sino una buena inversión. Pablo estaba seguro de eso y por eso dice: Porque yo sé a quien he creído. El rédito de la inversión estaba asegurado porque Dios es poderoso para guardar ese depósito para aquel día.
El depósito es todo lo que es Pablo, su vida, su ministerio, su sufrimiento. Todo eso está seguro en las manos de Dios quien entregará las recompensas del caso en el tribunal de Cristo. Vale la pena guardar nuestro depósito, todo lo que somos y hacemos, en las manos de nuestro buen Dios.
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