Es un gozo estar nuevamente junto a Usted amiga, amigo oyente. Bienvenida o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Continuando con la serie titulada La Vida Auténticamente Cristiana, hoy nos corresponde tratar el tema de la borrachera. Definitivamente, la borrachera y el cristianismo auténtico no van jamás de la mano. Sobre esto nos hablará David Logacho luego de la siguiente pausa musical.
Friedeman Bach, el hijo más talentoso del gran compositor Alemán, Johann Sebastián Bach, echó a perder su vida por la bebida.
Michael Haydn, el hermano menor de Joseph Haydn, hombre dotado de gran talento musical, al igual que su hermano, también arruinó su vida por la bebida.
Franz Schubert llegó a ser un inveterado bebedor de vino y murió en su juventud.
La dipsomanía de Robert Schuman, o la tendencia irresistible al abuso de la bebida, le mantenía en constante crisis de nervios.
Después de la muerte de su esposa, cuando Rembrandt tenía treinta y seis años, se volvió alcohólico.
Con razón que Upton Sinclair ha dicho: Yo llamo a la bebida la trampa más mortal que la vida ha tendido a los pies de los genios.
Una vez, el famoso médico Canadiense Sir William Osler estaba dando un conferencia acerca del alcoholismo. Al final, uno de los asistentes le hizo una pregunta. ¿Es cierto que el alcohol hace que la gente haga mejor las cosas? No. Respondió Sir William, lo único que hace es que la gente sienta menos vergüenza por las cosas que hace mal.
A decir verdad, el alcohol tiene un terrible poder para causar daño. La borrachera no es parte de la vida auténticamente cristiana. La Biblia habla mucho, en contra de la borrachera, de modo que permítame hacer una breve síntesis de ello.
Número uno, la borrachera es condenada por Dios. Efesios 5:18 dice: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” Se trata de un mandato. Esto ya debería ser suficiente para saber que los creyentes no debemos emborracharnos. Pero siempre habrá quien cuestione el mandato. Por eso, la Biblia dice mucho más sobre este asunto.
Número dos, la borrachera es una obra de la carne. Mire lo que dice Gálatas 5:19-21 “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”
La responsabilidad de todo creyente es andar en el Espíritu, o ser controlado por el Espíritu, de modo que se abstenga de satisfacer los deseos de la carne. Parte de los deseos de la carne es justamente la borrachera. Cuando un creyente se emborracha está satisfaciendo un deseo de su carne.
Número tres, la borrachera altera los sentidos. Observe lo que dice Isaías 5:11 “¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que están hasta la noche, hasta que el vino los enciende”
Una persona ebria pierde el sentido de la realidad. Sus sentidos se alteran tanto que puede cometer todo tipo de conducta vergonzosa. Un borracho al volante de un auto es un grave peligro para él y para la comunidad. Esta es la razón para que las leyes de tránsito castiguen con severidad a los que conducen en estado de ebriedad.
Número cuatro, la borrachera es una amenaza contra la salud. Hablando de la debacle moral y espiritual de Israel, el profeta Oseas dijo lo siguiente según Oseas 7:5 “En el día de nuestro rey los príncipes lo hicieron enfermar con copas de vino; extendió su mano con los escarnecedores”
Qué lamentable. En las celebraciones de la realeza, el rey extendía tantas veces la mano para que le llenen la copa de vino o para brindar, que no sólo se emborrachó, sino que hasta se enfermó. Es conocido que los bebedores son con creces más propensos a sufrir padecimientos hepáticos, como la cirrosis. No estoy diciendo que el alcoholismo sea una enfermedad, lo que estoy diciendo es que el alcoholismo produce enfermedades.
El alcoholismo no es una enfermedad, porque de serlo, sería la única enfermedad que se busca voluntariamente, sería la única enfermedad que requiere una licencia para propagarse, sería la única enfermedad que se vende embotellada, sería la única enfermedad que tiene lugares dedicados a su propagación, sería la única enfermedad por la cual el gobierno obtiene fondos en calidad de impuestos, sería la única enfermedad que incentiva el crimen, sería la única enfermedad que produce adicción, sería la única enfermedad que se disemina por medio de la publicidad, sería la única enfermedad que no es producida por un algún virus o bacteria, sería la única enfermedad que impide que el enfermo entre en el reino de los cielos.
El alcoholismo definitivamente no es una enfermedad.
Número cinco, la borrachera conduce a la pobreza. Proverbios 21:17 dice: “Hombre necesitado será el que ama el deleite, y el que ama el vino y los ungüentos no se enriquecerá.”
Se cuenta que un asiduo bebedor llevó prácticamente a la quiebra a su hogar, tanto en lo material como en lo emocional y espiritual. Pero Dios tuvo misericordia de este hombre y lo transformó totalmente. De un bebedor consumado se transformó en un abstemio consumado. Un día uno de sus amigos cuestionó su fe diciendo: Yo no creo que Jesús tenga poder para convertir el agua en vino. El hombre lo pensó y dijo: Yo sí lo creo, porque Jesús hizo un cambio parecido conmigo. Jesús convirtió el vino en ropa para mis hijos, zapatos para mis hijos, comida para mis hijos, educación para mis hijos, y una vida digna para mi esposa.
Si Jesús tiene poder para convertir el vino en todas estas cosas en mi vida, ¿Por qué no va a tener poder para convertir el agua en vino?
Número seis, la borrachera conduce a las peleas. Proverbios 23:29-30 dice: “¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura.”
El borracho no medita en lo hace, ni en lo que dice y eso conduce inevitablemente a las peleas. En las peleas hay dolor, quejidos, heridas, ojos amoratados, lágrimas y todo lo demás que se quiera imaginar. Es la consecuencia de la borrachera.
Número siete, la borrachera provee de un fugaz estado de estupor, pero el precio es enormemente alto. Eso es lo que tenemos en Proverbios 23:31-35 donde dice: “No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades. Serás como el que yace en medio del mar, o como el que está en la punta de un mastelero. Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió; me azotaron, mas no lo sentí; cuando despertare, aún lo volveré a buscar.”
Cuando una persona está con su ánimo por los suelos, busca alguna manera de escapar al menos por instantes de su sufrimiento. Uno de los refugios ilusorios es el alcohol. La persona encuentra su alivio por instantes en el estupor de la borrachera. Pero instantes más tarde, el alcohol muerde tan fuerte que es peor que la mordida de una víbora. Produce visión borrosa, vocabulario soez, pérdida del equilibrio, pérdida de la memoria.
Cuando vuelve a la sobriedad el borracho no se acuerda de nada de lo hizo o dijo estando borracho. Es el precio por instantes de estupor.
Número ocho, la borrachera conduce a las orgías. En la Biblia se ve que la compañera indeseable de la borrachera es siempre la orgía. Romanos 13:13 dice: “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia”
¿Por qué cree Usted que en todo antro de perdición, el licor es indispensable para su funcionamiento? Pues porque la borrachera y la orgía van de la mano. La borrachera hace que se pierdan absolutamente todas las inhibiciones de índole moral y el hombre o la mujer se entregan en absoluto a las pasiones vergonzosas.
Número nueve, la borrachera es típica de los incrédulos, quienes están impedidos de entrar al cielo. 1ª Corintios 6:9-10 dice: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.”
Los borrachos no tienen parte en el reino de Dios. Cuando un creyente se emborracha, está actuando como los que están excluidos del reino de Dios. Algo impropio para un creyente.
Número diez, la borrachera acarrea disciplina de parte de Dios. 1ª Corintios 5:11 dice: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.”
Este texto habla de la excomunión, como medida máxima de disciplina para los creyentes. Son varios las causas que pueden conducir a un creyente a ser disciplinado así. Uno de ellas es la borrachera. Cuando el creyente persiste en la borrachera, a pesar de haber sido confrontado con ese pecado, la iglesia tiene que tomar la lamentable medida disciplinaria de excomulgar a ese creyente. Es la consecuencia de la borrachera.
Hemos mencionado diez razones por las cuales los creyentes no deben emborracharse. La borrachera no es parte de la vida auténticamente cristiana. Si Usted está transitando por este camino, es necesario que lo antes posible lo reconozca como pecado, lo confiese y se aparte. No será una lucha fácil. Eche mano del poder del Espíritu Santo quien mora en su vida y eche mano del consejo y la ayuda de hermanos maduros en la fe.
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