Saludos cordiales amigo oyente. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el tema de la santidad, tomando como guía de estudio el material del autor William McDonald titulado: Sed Santos, el mandamiento olvidado. Lo último que tratamos fue el asunto de la pureza moral y dentro de ello tocamos el asunto de la homosexualidad. En el estudio bíblico de hoy, David Logacho tratara el tema de la conciencia, erigiéndose como un arbitro natural en nuestras vidas.
La conciencia humana es el sensor interno que tiene la capacidad de distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo en áreas como pensamientos, intenciones y acciones. Hablando de la conciencia en el ser humano, tanto en los creyentes como en los no creyentes, Romanos 2:15 dice: «mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos» Aquí tenemos a la conciencia acusando o defendiendo el razonamiento de un individuo. Es la conciencia lo que hace que los ojos de un niño escruten la habitación, para ver si hay alguien, antes de meter su mano en el recipiente donde la mamá guardó las galletas con la advertencia de que no las coma hasta el día siguiente. Es la conciencia lo que hace que un conductor reduzca la velocidad de su auto cuando ve por el espejo retrovisor algo que se asemeja a una patrulla de caminos. Es la conciencia lo que hace que un pillo se sienta como si todos estuvieran poniendo su mirada en él. Shakespeare dijo que la conciencia nos vuelve a todos cobardes. La conciencia se pone en alerta cuando tenemos que declarar nuestros ingresos para calcular lo que nos corresponde pagar de impuestos, o cuando tenemos que prestar declaración en un juzgado como testigos, o cuando tenemos que rendir un examen en el colegio. Con razón que en Proverbios 20:27 la Biblia afirma que la conciencia es como la lámpara de Jehová que escudriña lo más profundo del corazón del hombre. Todo ser humano nace con una conciencia. El hombre sabe por intuición que es malo mentir, robar, matar, etc. Pero algo que debemos señalar es que la conciencia del hombre no es infalible, porque al igual que otras facultades del hombre, ha sido distorsionada por el pecado que también es innato en el hombre. La conciencia puede ser influenciada por los principios que nos han sido enseñados a lo largo de nuestra vida. Así que no siempre se cumple aquel adagio tan popular: Deja que tu conciencia sea tu guía. Si queremos que nuestra conciencia nos guíe hacia lo correcto, necesitamos educarla mediante la palabra de Dios y la obra iluminadora del Espíritu Santo. Solamente así, la conciencia del hombre se transforma en una buena conciencia. Hablando de lo mismo, Barnhouse ha dicho: la conciencia debe ser despertada e informada. Una vez amoldada a la revelación de Dios, debe ser obedecida. Un arrepentimiento verdadero toca también a la conciencia. Haciendo memoria de su experiencia de arrepentimiento, John Newton escribió: Mi conciencia se sentía en deuda y con culpabilidad, y me encerró en desolación. Cuando la gracia de Dios despertó a Robert Murray McCheyne con esa luz de lo alto, se sintió tan aturdido con sus temores que se puso a temblar. Hebreos 9:14 nos habla de lo que se llama una conciencia limpia. Dice así: «¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» Una conciencia limpia, amigo oyente, es aquella que ha sido lavada por la preciosa sangre de Cristo. Con esta conciencia, aunque sigue examinando nuestro comportamiento, ya no existe el temor de un juicio eterno, porque Cristo lo sufrió en lugar del creyente. William McDonald escribió: La conciencia ya no me condena, porque Su sangre preciosa fue derramada. Con ella fui lavado una vez por todas. Limpio estoy por tanto a los ojos de Dios. Esa es la hermosa realidad en cada uno de aquellos que hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador, amigo oyente. Por otro lado, una conciencia débil es aquella que tiene una excesiva escrupulosidad sobre asuntos que no son en sí mismo malos, tales como comer cierto tipo de alimentos. 1ª Corintios 8:7-8 dice: «Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a los ídolos, y su conciencia siendo débil se contamina. Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos seremos más, ni porque no comamos, seremos menos» Una conciencia débil, no necesariamente es algo pecaminoso, pero si el creyente con conciencia débil, hace lo contrario a lo que su débil conciencia aconseja, está cometiendo pecado. Romanos 14:23 dice: «Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe es pecado» Pero esto no es todo en cuanto a la conciencia débil, porque la Biblia enseña también que, los que no tienen una conciencia débil sobre cierto asunto, no deben ser tropiezo para los que tienen conciencia débil en el mismo asunto. Este es el tema del pasaje en 1ª Corintios 8:9-13 donde dice: «Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano». Hagamos un pequeño resumen hasta aquí: Dios ha dado a todo hombre una conciencia que sirve como un sensor que indica lo que es bueno y lo que es malo. Esta conciencia ha sido distorsionada por el pecado, por tanto puede llegar a dar indicaciones incorrectas. Para tener una conciencia limpia, que nos guíe correctamente, necesitamos que esa conciencia sea lavada en la sangre de Cristo y educada en lo que dice la palabra de Dios. Solamente así nos servirá como una guía garantizada hacia la santidad. Pero la Biblia habla también de una conciencia débil. La conciencia débil se refiere a la excesiva escrupulosidad sobre asuntos que no son ni buenos ni malos, como el comer carne por ejemplo. El deber del creyente es no hacer nada en contra de su débil conciencia y el deber de los demás creyentes es no ser tropiezo para el que tiene la conciencia débil. Además, la Biblia nos habla de la conciencia cauterizada o endurecida. La conciencia del hombre puede cauterizarse cuando el hombre voluntaria y reiteradamente hace algo en contra de su conciencia. Una conciencia cauterizada es como cuando una persona se vuelve sorda a cierto tipo de sonidos. En cierta ocasión fui invitado a unas conferencias bíblicas en un determinado país de Latino América. Durante el tiempo que duró la conferencia, me hospedé en la casa de un hermano. Por tratarme de la mejor manera posible, me dieron la mejor habitación de la casa, la cual tenía una ventana que daba a la calle, por la cual había un tráfico incesante, noche y día. Por la noche, el ruido de los autos que pasaban a toda velocidad, era insoportable. La primera noche no pude dormir casi nada. La segunda noche dormí un poco más, la tercera noche casi no me afectó el ruido. Para la cuarta noche, me había acostumbrado tanto al ruido, que ya no lo sentía. Para cuando llegué de vuelta a mi casa, me costó re adaptarme a dormir en medio del silencio reinante. Como que me hacía falta el ruido. Lo que pasa es que los oídos se cauterizan o se acostumbran a ciertos ruidos que nos molestan y podemos escucharlos pero podemos no prestarles ninguna atención. Igual es con la conciencia cauterizada. Se habrá acostumbrado tanto al pecado, que ya no le molesta en absoluto. Ha dejado de levantar su voz de protesta para alertarnos sobre algo malo que estamos por hacer. Mientras más desobedezcamos a nuestras conciencias, más inaudible se hará su voz. Esto fue lo que sucedió a algunas personas en el Nuevo Testamento. Pablo dice en Efesios 4:19 que después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Es muy peligroso, amigo oyente, dejar que nuestras conciencias se cautericen. Por último, la Biblia nos habla de la conciencia corrompida y es aquella que está manchada por el pecado, básicamente es la conciencia del incrédulo. Tito 1:15 dice: «Todas las cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada les es puro, pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas» La única esperanza para una conciencia así radica en la limpieza que Cristo puede dar, si la persona lo recibe como Salvador. Hemos visto cuatro tipos de conciencia. Una conciencia limpia, una conciencia débil, una conciencia cauterizada y una conciencia corrompida. ¿En qué grupo se encuentra Ud.?
Leave a comment