I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada mediante el Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico, dejamos a Pablo prosiguiendo con su defensa ante el concilio judío, el Sanedrín, liderado por un impío y corrupto sumo sacerdote llamado Ananías. Sabiendo que no podría esperar nada justo de alguien como Ananías, Pablo hizo una movida magistral, introduciendo en su defensa el legítimo asunto de la resurrección, confiado que esto produzca una división en el concilio, por el hecho que algunos de sus miembros eran fariseos, quienes apoyaban la doctrina de la resurrección mientras los otros eran saduceos, quienes no aceptaban la doctrina de la resurrección. Veamos pues lo que sucedió. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 23 a partir del versículo 7. Prosiguiendo con la historia, Lucas registra la reacción del Sanedrín a lo que acababan de oír de la boca de Pablo. Hechos 23:7-9 dice: Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas. Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios.
Tal cual como Pablo lo había pensado, al oír sus palabras, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos. La palabra griega que se ha traducido como “disensión” conlleva la idea de una discusión acalorada. Esto explica la división que se produjo en el Sanedrín. Por un lado estaban los saduceos, quienes niegan la resurrección y todo lo sobrenatural, como la existencia de ángeles, la existencia de espíritus. Pero por contraste, por otro lado estaban los fariseos, quienes afirmaban todas estas cosas. Los ánimos se fueron caldeando más y más. Como en toda discusión, los miembros del Sanedrín pensaban que gritando más alto darían más peso a sus razonamientos. No sabían que el hablar a gritos es el lenguaje de los que no tienen la razón. El vocerío debe haber sido escandaloso. Los escribas, en representación de los fariseos, trataban de calmar los ánimos afirmando que no hallaban ningún mal en Pablo. Que si un espíritu le ha hablado, o tal vez un ángel, a lo mejor fue Dios quien le habló por medio de ellos y lo sensato sería no resistir o no oponerse a Dios. Pues, este razonamiento de los escribas fue como tratar de apagar el fuego arrojando combustible. Los escribas tocaron justamente los asuntos que los saduceos no querían ni oír, me refiero a que Dios habla, a espíritus y a ángeles. La atmósfera dentro del Sanedrín se tornó violenta. En segundo lugar tenemos la rápida y oportuna intervención del tribuno romano. Hechos 23:10 dice: Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen a la fortaleza.
Note como subió el nivel de conflictividad dentro del Sanedrín, ya no había solamente disensión sino grande disensión. Era como una bomba de tiempo próxima a explotar. Ante esto, Claudio Lisias, el tribuno romano en Jerusalén, temiendo que Pablo fuese despedazado en manos del Sanedrín, tomó una sabia decisión. Ordenó que bajen los soldados a su mando y arrebaten a Pablo de en medio del Sanedrín y lo lleven, todavía en calidad de prisionero, a la fortaleza de Antonia. Aquí aparece el verbo arrebatar, el mismo verbo que se usa para el arrebatamiento de la iglesia. Arrebatar significa, entre otras cosas, poner a alguien en un lugar seguro ante un peligro inminente. En el arrebatamiento, nuestro Salvador nos pondrá instantáneamente junto a él para librarnos del peligro en el que se encuentra la tierra por la inminente manifestación de la tribulación. Así que, de esta manera terminó el segundo día de Pablo como prisionero en la fortaleza Antonia en Jerusalén. Pablo debe haber tenido muchas cosas en su mente, y por eso Cristo Jesús le hizo una visita especial. En tercer lugar tenemos la visión de Pablo. Hechos 23:11 dice: A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.
Justo esa noche, la siguiente con respecto a la primera noche que Pablo pasó preso en la fortaleza de Antonia, mientras Pablo debe haber estado cavilando sobre todo lo que estaba pasando, se le presentó en visión el mismo Señor Jesucristo a quien servía con tanta entrega. Esta es la quinta de las seis visiones de Pablo, que Lucas registra en el libro de Hechos. Lo primero que le dijo el Señor fue: Ten ánimo, Pablo. Note como el Señor no condena o recrimina a Pablo por haber ido a Jerusalén a pesar de todo lo que se profetizó en cuanto a lo que allí iba a pasar. Todo lo que estaba pasando con Pablo fue la voluntad del Señor. Cuando más necesitaba Pablo ser animado, el Señor Jesucristo se le presentó para animarle. Así de maravilloso es nuestro Señor Jesucristo. Pero además de animarle en visión, el Señor Jesucristo también le anunció que así como había testificado tan valerosamente de Cristo ante el pueblo y ante el Sanedrín en Jerusalén, a pesar de estar en cadenas, así, en cadenas, iba a testificar de Cristo en Roma. Pablo había deseado muy profundamente testificar de Cristo en Roma, pero jamás habrá imaginado que lo iba a hacer en cadenas. Los caminos del Señor son inescrutables. Con el ánimo y el consuelo que solamente sabe dar el Señor Jesucristo, Pablo debe haber descansado aquella noche, mientras los judíos incrédulos estaban diseñando alguna manera de acabar con él. En cuarto lugar tenemos el complot de los judíos. Hechos 23:12-15 dice: Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.
El odio de los judíos incrédulos en contra de Pablo no tenía límite. Al día siguiente ya tenían listo un complot para matar a Pablo. Ciegos de ira, algunos judíos incrédulos se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Lucas hace notar que eran cuarenta los judíos incrédulos que se auto impusieron este juramento. Determinados a todo, esta banda de asesinos recurrieron a los principales sacerdotes y a los ancianos y comunicaron su estrategia. La idea era que los principales sacerdotes con los ancianos a nombre del Sanedrín pidan al tribuno romano Claudio Lisias, que el día siguiente traiga a Pablo al seno del Sanedrín simulando que querían continuar con el interrogatorio con la finalidad de indagar alguna cosa más cierta acerca de Pablo. La banda de asesinos estaría lista para atacar por sorpresa y acabar con la vida de Pablo mientras estaba en camino hacia el lugar de reunión del Sanedrín. De no haber sido por el cuidado amoroso del Señor Jesucristo el complot habría sido un éxito total. Pero veamos lo que pasó. En quinto lugar tenemos el complot contra Pablo develado. Hechos 23:16-21 dice: Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. El entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte. El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? El le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa.
Dios puso a alguien en el lugar preciso y en el momento preciso para enterarse del complot de los judíos incrédulos. Se trataba de un sobrino de Pablo, hijo de su hermana. No se sabe nada sobre este joven, aparte de lo que hizo. Tan pronto supo lo que los judíos tramaban contra Pablo, primeramente fue a la prisión en la fortaleza de Antonia e hizo saber a Pablo sobre el asunto. Pablo consideró indispensable que el tribuno Claudio Lisias también sepa lo que los judíos incrédulos habían tramado y con la ayuda de un centurión romano logró que Claudio Lisias reciba a su sobrino. El joven debe haber relatado con lujo de detalles lo que sabía y Claudio Lisias, quien no era ningún ingenuo, debe haber hecho las respectivas averiguaciones para comprobar la denuncia. Habiendo confirmado todo, Claudio Lisias adoptó las medidas del caso para evitar un asesinato. Esto será el tema para nuestro próximo estudio bíblico. Vale la pena servir al Señor. A pesar de los obstáculos y las pruebas, Él está siempre allí para animarnos, sostenernos, proveernos y protegernos. Vale la pena confiar y depender de Él.
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