Es muy grato saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el Evangelio según Lucas. En esta oportunidad estudiaremos la enseñanza del Señor Jesús sobre la perseverancia en la oración.
Antes de ir al pasaje bíblico para nuestro estudio bíblico de hoy, es necesario reconocer que no ha habido ni habrá otro tan poderoso en la oración como el Señor Jesús. A pesar de la cantidad de ocupaciones, el Nuevo Testamento relata que el Señor Jesús se levantaba muy de mañana, siendo aún muy oscuro, y salía y se iba a un lugar desierto y allí oraba. Varias veces, el Nuevo Testamento también menciona que el Señor Jesús pasaba toda la noche en oración. En una ocasión, luego de escuchar la oración del Señor Jesús, sus discípulos le pidieron que les enseñe a orar. El pedido era de lo más legítimo, porque no existe nadie como Él para enseñar sobre la oración. Fue con este antecedente que el Señor Jesús les enseñó lo que se conoce como el Padre nuestro, el modelo de oración para todos los que somos sus discípulos. El Señor Jesús no sólo sabía todo lo que se puede saber sobre la oración, sino que también oraba. Por contraste, muchos de nosotros, sabemos mucho sobre la oración, no tanto como el Señor Jesús, por supuesto, pero lamentablemente no oramos. Así que, amable oyente, lo que vamos a estudiar en esta ocasión es lo que el Maestro por excelencia sobre la oración enseñó. Con esto en mente, abramos nuestras Biblias en Lucas 18:1-8. La Biblia dice: También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
Luk 18:2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
Luk 18:3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
Luk 18:4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
Luk 18:5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
Luk 18:6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
Luk 18:7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
Luk 18:8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Se trata de una parábola. El Señor Jesús era experto en usar parábolas para enseñar verdades espirituales importantes. Esta parábola tiene como propósito mostrar la necesidad de orar siempre, y no desmayar. Siendo así, todos los creyentes necesitamos prestar mucha atención a lo que nos va a enseñar el Señor Jesús, porque, a decir verdad, nuestra vida de oración se caracteriza por desmayar cuando no vemos una respuesta inmediata a nuestra oración. Solamente piense en las veces que comenzó a orar por algo pero ahora ya no lo está haciendo. ¿Cuántas veces? Tal vez perdió la cuenta, ¿verdad? Siendo este el caso, lo que el Señor Jesús está enseñando es justo para usted. La parábola tiene que ver con dos actores. El primero era un juez en determinada ciudad, quien era corrupto hasta la médula. Para mostrar lo profundo de la impiedad de este juez, el Señor Jesús dijo que este juez ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Este juez era como muchos jueces de hoy en día, ciertamente. La otra actora era una mujer, nada importante en la sociedad de su tiempo. Inclusive era viuda, no tenía un esposo que vea por ella. Por esas cosas de la vida, a este corrupto juez le correspondió tratar el caso legal de esta pobre viuda. El texto dice que la viuda venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Esta forma de expresión denota que no fue una sola vez que la viuda se presentó ante este juez corrupto, sino que lo hizo varias veces, siempre con el mismo pedido: Hazme justicia de mi adversario. Por un tiempo, el juez corrupto rehusó atender el pedido de la pobre viuda. Pero esto no desanimó de ninguna manera a la viuda, porque a pesar del rechazo, persistió con su pedido. Sólo así se explica lo que sucedió después con el juez corrupto. Dice el texto que a pesar de ser corrupto, se puso a reflexionar y se dijo a sí mismo: Aunque no tengo ningún respeto ni por Dios ni por los hombres, peor por esta molestia viuda, sin embargo, ya no soporto a esta viuda, porque realmente me fastidia con su permanente pedido de que le haga justicia contra su adversario. Así que, aunque no quiero, voy a atender su pedido, porque si no lo hago, esta molesta viuda me va a agotar la paciencia. Hasta aquí es la parábola. Toda parábola tiene su aplicación espiritual y de eso se ocupa el Señor Jesús a continuación. El Señor Jesús pidió a sus oyentes que presten atención a lo que dijo ese juez corrupto. Se refiere a hacer justicia a esa pobre viuda, no porque de pronto dejó de ser corrupto y abrazó la justicia, sino por el efecto que tuvo en él la persistencia de la viuda quien jamás dejó de pedirle que haga justicia contra su adversario. Pensando en esto, el Señor Jesús hizo reflexionar a sus oyentes diciendo: ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? La idea es esta: Si un juez extremadamente impío, porque era corrupto hasta la médula, fue movido a hacer justicia a una mujer, única y exclusivamente por la persistencia de ella, ¿cuánto más puede hacer la persistencia de una persona que ora a Dios, quien es santo, puro y perfecto? La aplicación es obvia y ciertamente preciosa. El mismo Señor Jesús lo ratificó cuando dijo: Os digo que pronto les hará justicia. ¡Maravilloso! ¿No le parece? Esto debe ser de mucho ánimo para todos los que somos creyentes y que demasiadamente rápido desmayamos en nuestra oración cuando no vemos una respuesta inmediata. Un claro ejemplo de la persistencia en la oración es el caso de George Muller de Bristol. George Müller afirmó que él creía que el Señor le había dado más de 30.000 almas en respuesta a la oración. Y esto, no sólo entre los huérfanos, sino también muchos otros por los cuales él había orado fielmente todos los días, en la fe que ellos podrían ser salvos. En uno de esos casos, él oró por dos amigos durante más de 62 años, tres meses cinco días y dos horas. Cuando le preguntaron si esperaba que aquellos dos amigos fuesen salvos, él respondió: «Definitivamente, ¿usted piensa que Dios dejaría de lado una oración de más de 60 años hecha por uno de sus pequeños, sin importarle? Poco tiempo después de la muerte de Müller, aquellos dos amigos fueron salvos. Cosas como estas son las que suceden cuando los hijos de Dios oramos con persistencia. Al escuchar historias como las de George Muller, me avergüenzo de tantas veces que he dejado de orar porque no he visto una respuesta inmediata. ¿Y cómo está Usted en cuanto a la persistencia en la oración, amable oyente? No olvide de lo que es capaz de lograr la persistencia en la oración. Persista, amable oyente. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que Dios le conceda la vida. Recuerde la historia de George Muller. Mientras estuvo vivo no vio que sus dos amigos por quienes había orado por más de sesenta y dos años lleguen a ser salvos, pero jamás dejó de orar hasta que el Señor le llevó al hogar celestial. Sin embargo, después que murió, sus dos amigos llegaron a recibir a Cristo como Salvador. Puede ser amable oyente que no vea respuesta a su oración mientras esté con vida en este mundo, pero si Usted persevera en oración, con la seguridad de que lo que pide es la voluntad de Dios, Dios responderá a su oración. No desmaye, no baje la guardia, persevere en la oración. El gran obstáculo que los creyentes tenemos que vencer para orar con perseverancia es la falta de fe. Nuestra poca fe es lo que nos hace desmayar en la oración, inclusive pensando que no vale la pena orar a Dios. El Señor Jesús reconoció este problema cuando finalizando esta parte de su enseñanza dijo: Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? La fe será escasa en los días previos a la segunda venida de Cristo, así como es escasa en el mundo caracterizado por el materialismo en el cual vivimos hoy en día. Si ha dejado de pedir a Dios por algo que sabe que es la voluntad de Dios, decídase retomar este pedido de oración, recordando lo mucho que se puede lograr con la perseverancia en la oración. Dios responderá en algún momento. Que el Señor le bendiga.
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