Es grato estar nuevamente junto a usted, amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le extiende cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Romanos en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de la importancia de no ser piedra de tropiezo para otros por los peligros que esto conlleva.
En nuestro último estudio bíblico tratamos el tema de cómo manejar las situaciones que no han sido específicamente legisladas en la Biblia. Por ejemplo, en el caso de comer de todo o comer sólo legumbres, Pablo aconsejó que el que come de todo, no menosprecie al que come sólo legumbres, y el que come sólo legumbres no juzgue al que come de todo. Si Dios ha recibido a los dos por igual, ¿Qué derecho tiene el hombre para excluir a cualquiera de los dos? En el estudio bíblico de hoy, veremos que además de no juzgarnos los unos a los otros, es necesario evitar de cualquier manera el ser piedra de tropiezo a los demás creyentes. Pablo lo hace por vía de una orden. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Romanos 14:13-23. En primer lugar encontramos la orden expresada. Romanos 14:13 dice: “Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.” El “así que” con el cual comienza este versículo nos obliga a examinar lo que ha dicho el apóstol con anterioridad. Pablo dijo que todos los creyentes, algún día, vamos a comparecer ante el tribunal de Cristo, en donde Cristo examinará o juzgará nuestras obras para determinar si merecemos o no recompensas o coronas. No tiene sentido por tanto que nosotros usurpemos la posición de Juez, juzgándonos entre nosotros mismos. Por eso es que Pablo dice: Ya no nos juzguemos más los unos a los otros. En lugar de hacer esto, con la autoridad que tiene como apóstol, Pablo ordena que los creyentes nos propongamos a no poner tropiezo y ocasión de caer al hermano. Poner tropiezo u ocasión de caer al hermano, es lo mismo que lo que comúnmente llamamos: “ser piedra de tropiezo” Un creyente se constituye en piedra de tropiezo para otro hermano cuando este creyente hace algo, o dice algo, que hace sentir mal al otro hermano quien tiene convicciones diferentes sobre determinado asunto que cae dentro de la libertad que tenemos en Cristo. Tomemos a manera de ejemplo el caso de un hermano que está totalmente convencido en cuanto a que no hay nada de malo en comer ciertos alimentos que los judíos los consideraban inmundos, digamos la carne de cerdo. Conforme a su convicción, este creyente tiene plena libertad para comer la carne de cerdo que quiera, pero debe saber también, que existe el peligro de que esa libertad para comer carne de cerdo, se convierta en una piedra de tropiezo para un creyente que, en cambio, está convencido que los creyentes no deben comer carne de cerdo y en general cualquier alimento que los judíos consideraban ceremonialmente impuro. El tropiezo acontecerá cuando el creyente que no piensa que se debe comer alimentos inmundos se siente mal al ver que otro creyente come alimentos inmundos. En segundo lugar, encontramos la explicación de la orden. Romanos 14:14 dice: “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.” Explicando la orden, Pablo hace referencia a algo que el Señor Jesús mismo le ha revelado. Yo sé, y confío en el Señor Jesús, dice. Lo que el Señor Jesús le ha revelado es que nada es inmundo en sí mismo. Por supuesto que la ley de Moisés consideraba a determinados alimentos como inmundos, pero no debemos olvidar que la ley de Moisés fue abrogada a raíz de la muerte y resurrección de Cristo. A partir de allí ya no se debe hacer diferencia entre alimentos inmundos y alimentos no inmundos. Pero ciertamente hay creyentes sinceros que están convencidos que todavía algunos alimentos son inmundos y que por tanto un creyente no los debería comer. Pablo dice: Para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. Esto significa que si un creyente está convencido que determinada práctica, no legislada en la Biblia, es pecaminosa, aun cuando esa evaluación esté equivocada, no debe realizarla. Si lo hace, violaría su propia conciencia, y eso sería pecado para él. ¿Significará esto entonces que si un creyente está convencido que cierta práctica, no legislada en la Biblia, no es pecado, puede realizarla sin ningún inconveniente? Pues, antes de realizarla, este creyente debería considerar los peligros existentes. El primer peligro es que podría violar la ley del amor. Romanos 14:15 dice: “Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió” El creyente débil, es decir en el caso de la comida, el creyente que piensa que no se debe comer alimentos considerados inmundos, se entristecerá al ver a otro creyente comiendo este tipo de alimentos. Esto es contrario al amor porque el amor jamás hará algo que entristece a otro creyente. El consejo de Pablo es que no hagamos que la comida se constituya en motivo para que un creyente, por quien Cristo murió se pierda. Esto de perderse no se refiere a la pérdida de salvación. La salvación no se puede perder jamás. Esto de perderse se refiere a echar a perder el crecimiento espiritual del creyente débil. El segundo peligro es que atenta contra nuestro buen testimonio. Romanos 14:16-17 dice: “No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.” Cuando un creyente hace uso de su libertad en Cristo, sin fijarse a quien podría afectar, estará ganándose la reputación de ser un desconsiderado tanto entre los creyentes como entre los incrédulos. Esto arruinará el buen testimonio de este creyente. Su testimonio será vituperado dice el texto. No tiene sentido atentar contra el reino de Dios con cosas tan secundarias como la comida y la bebida. A decir verdad, el reino de Dios o la esfera en la cual se reconoce a Dios como Soberano, no tiene nada que ver con cosas no esenciales como esto de comer o beber, sino con cosas en extremo esenciales, como justicia, o la vida en santidad, o la paz, esa cualidad de carácter que es fruto del Espíritu Santo y que permite estar a cuentas con Dios y con los hombres, o el gozo en el Espíritu Santo, otro aspecto del fruto del Espíritu Santo que tiene que ver con la actitud de alabanza y adoración a Dios cualesquiera que sean las circunstancias. En tercer lugar, otro de los peligros es que no agrada a Dios. Romanos 14:18 dice: “Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.” Interesante que el no lastimar a un creyente débil por medio de hacer algo que él considera como algo malo, aunque la Biblia no lo haya catalogado como tal, es una forma de servir a Cristo. Este servicio es algo que agrada a Dios. La vida y la conducta de todo creyente maduro, deben estar enfocadas sobre agradar a Dios. Cuidado entonces con entristecer a un hermano débil. Inclusive los hombres, tanto creyentes como incrédulos, aprueban que un creyente evite entristecer a otro creyente por medio de su conducta en los asuntos en los cuales la Biblia no se ha pronunciado con fuerza de ley. En cuarto lugar, está el peligro de atentar contra la armonía en las relaciones con otros creyentes. Romanos 14:19 dice: “Así que, sigamos a lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.” Hacer lo que a un creyente le parece, dentro de su libertad cristiana, sin tomar en cuenta lo que puedan pensar los hermanos débiles es un atentado contra la armonía que debería haber en las relaciones entre creyentes y lo que es peor, atenta contra la mutua edificación entre creyentes. Si uno mira las peleas y conflictos en las iglesias, encontrará que mucho se pudo haber evitado si los creyentes maduros hubieran tratado con consideración a los creyentes débiles. Por último, en quinto lugar, está el peligro de destruir la obra de Dios. Romanos 14:20 dice: “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.” Dios ha hecho una obra grandiosa al salvar a cualquier creyente, pero cuando un creyente entristece a otro creyente por medio de su conducta, en los asuntos en los cuales los creyentes tenemos libertad, se está destruyendo la obra de Dios. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida, dice Pablo. Todos los alimentos son aptos para que los creyentes los coman con acción de gracias. Lo malo está en que un creyente abuse de su libertad en Cristo y de esa manera haga tropezar a otros con lo que come. Terminando con todo este asunto, Pablo hace la conclusión de su orden. Romanos 14:21-23 dice: “Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite. ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.” El amor a los hermanos débiles debe motivar al creyente maduro a ceder su derecho a comer carne o beber vino, o hacer cualquier cosa que haga tropezar, u ofender, o debilitar a un hermano. Feliz el creyente a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace. Pero el creyente que tiene dudas en cuanto a lo que come, se condena cuando lo hace, porque no lo hace por convicción. Todo lo que no se hace por convicción es pecado. Quiera Dios que jamás ofendamos a nadie por medio de nuestra conducta en aquellos asuntos en los cuales tenemos la libertad de hacerlo.
Leave a comment