Reciba cordiales saludos amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Este estudio bíblico es parte de la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En esta oportunidad, David Logacho compartirá con nosotros acerca de la importancia de soportar las flaquezas de los débiles de modo que podamos glorificar a Dios como Él se merece.
En nuestro último estudio bíblico, vimos la manera como los creyentes debemos manejar los asuntos que son moralmente neutros, o los asuntos que no han sido catalogados específicamente en la Biblia como buenos o malos. El creyente debe ser muy cuidadoso en el uso de su libertad para realizar aquellas cosas moralmente neutras, con la finalidad de no hacer tropezar a un creyente débil. El creyente débil es aquel que tiene escrúpulos en cuanto a algún asunto que es moralmente neutro. Por ejemplo, si un creyente estuviera convencido que es pecado tomar café, estaríamos hablando de un creyente débil. En el estudio bíblico de hoy continuaremos considerando a los hermanos débiles, para saber cuál es nuestra responsabilidad hacia ellos. Dicho esto, si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Romanos 15:1-13. En la primera parte de este pasaje bíblico, entre los versículos 1 a 6, encontramos que los creyentes maduros debemos soportar las flaquezas de los creyentes débiles. Allí reconoceremos un mandato, y un ejemplo de cómo funciona ese mandato en la práctica. Centremos nuestra atención en el mandato. Romanos 15:1-2 dice: “Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.” Antes de proseguir definamos un par de términos. Un creyente fuerte, no necesariamente es el que tiene mucho tiempo de creyente, ni el que conoce muchas cosas de la Biblia. Un creyente fuerte, en este caso, se refiere al creyente que no tiene escrúpulos en cuanto a determinado asunto moralmente neutro. Esta forma de pensar conduce a este creyente fuerte a sentirse en libertad de hacer este asunto moralmente neutro. Por contraste, como ya mencionamos, un creyente débil, se refiere al creyente que tiene escrúpulos en cuanto a determinado asunto moralmente neutro. Esta forma de pensar conduce al creyente débil a restringir su libertad para realizar este asunto moralmente neutro. Una vez definidos los términos, sigamos adelante. El mandato de Pablo consiste en que los creyentes fuertes, lejos de despreciar a los creyentes débiles, deben soportar las flaquezas de los creyentes débiles. Las flaquezas de los creyentes débiles, se refiere a los asuntos específicos en los cuales los creyentes débiles tienen sus escrúpulos, digamos como el comer o no carne, el hacer o no deporte el día domingo, el usar o no pantalón por parte de la mujer, y tantos otros más. Los creyentes fuertes deben soportar las flaquezas de los creyentes débiles. El verbo suportar, es la traducción de un verbo griego que literalmente significa “levantar y llevar en peso algún objeto” En un sentido figurado, en el contexto en el que nos encontramos, este verbo significa poner el hombro para ayudar a sobrellevar alguna carga del hermano débil. El amor que el hermano fuerte debe tener hacia todos los hermanos en la fe, le debe motivar no sólo a tolerar las flaquezas de los hermanos débiles sino a hacer todo lo que puede para ayudar a sobrellevar las flaquezas de los hermanos débiles. De otra manera, los creyentes fuertes estarían agradándose a ellos mismos. Esto es contrario a la ética cristiana. Los creyentes no están para agradarse a ellos mismos, sino para agradar a Dios y a los demás creyentes. Esto es lo que Pablo ordena cuando dice: Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Esta es la meta máxima de todo creyente en lo que tiene que ver con su relación con otros creyentes. Buscar la edificación de otros creyentes. Edificación, en un sentido figurado, significa propiciar crecimiento. Qué interesante. La manera como usamos nuestra libertad en Cristo, en los asuntos moralmente neutros puede construir o destruir la vida espiritual de los creyentes débiles. Después de señalar el mandato, Pablo nos regala un majestuoso ejemplo de cómo funciona ese mandato en la práctica. Romanos 15:3-6 dice: “Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí. Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz glorifiquéis a Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” Jesucristo no vino para ser servido sino para servir y dar su vida por muchos. Consecuente con esto, Jesucristo no se agradó a sí mismo. Todo lo contrario, la profecía de Salmo 69:9, hablando del futuro ministerio del Mesías dice: “Porque me consumió el celo de tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.” Sabiendo que las cosas que se escribieron antes, se escribieron para nuestra enseñanza con el propósito de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza, es imperativo que los creyentes imitemos la actitud y la conducta de Jesucristo, especialmente en este asunto de no agradarnos a nosotros mismos. De esta manera, tanto los creyentes fuertes como los creyentes débiles, todos juntos glorificaremos a una voz al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Glorificar a Dios no sólo es cuestión de gritar “Aleluya” a todo pulmón. Como en este caso, glorificar a Dios es estar en plena armonía entre los hermanos, a pesar de las diferencias que podamos tener en los asuntos moralmente neutros. De manera que, amable oyente, una responsabilidad vital en las relaciones con los creyentes es soportar las flaquezas de los hermanos débiles. Otra de las responsabilidades de los creyentes es cumplir con el propósito que Dios tuvo en mente al otorgar salvación tanto a judíos como gentiles. De esto nos habla Romanos 15:7-13 donde dice: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios. Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, y cantaré a tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos, gentiles, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los gentiles, y magnificadle todos los pueblos. Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, y el que se levantará a regir a los gentiles; los gentiles esperan en él. Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” Por cuanto tenemos un irrefutable ejemplo en Jesucristo de recibir a todos sin distinción, los creyentes también debemos recibirnos los unos a los otros para gloria de Dios. Recibirnos los unos a los otros comunica la idea de aceptación mutua. La base de la aceptación mutua entre creyentes no es que los creyentes piensen lo mismo en los asuntos moralmente neutros. La base de la aceptación mutua entre creyentes es que todos tenemos a Cristo Jesús como nuestro Salvador. Esto debería ser más que suficiente para aceptarnos mutuamente. El texto leído es enfático en mostrar que esto glorifica a Dios. No podemos decir que estamos glorificando a Dios cuando despreciamos a otros creyentes porque no piensan igual que nosotros en los asuntos moralmente neutros. Cristo Jesús pagó el elevado precio de venir a este mundo tomando forma de hombre para hacerse siervo de la circuncisión, porque esa era la única manera para mostrar la verdad de Dios y confirmar así las promesas hechas a los antepasados. Estas promesas tienen que ver con que algún día los gentiles glorificarán a Dios por las misericordias de Dios. El propósito de Dios al salvar tanto a judíos como a gentiles es que ambos pueblos unánimes glorifiquen a Dios. Pero si entre los creyentes nos rechazamos los unos a los otros, estamos torciendo el propósito que Dios tuvo al salvar tanto a judíos como a gentiles. Terminando ya, permítame hacerle una pregunta ineludible. ¿Está aceptando a otro creyente a pesar de la forma diferente de pensar en algún asunto moralmente neutro? Quiera Dios que sí, porque de otra manera estará viviendo para agradarse a usted mismo y lo que es peor, no estará cumpliendo con el propósito de Dios al salvarle. Que Dios continúe bendiciendo grandemente su vida.
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