Es un gozo saludarle amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Si hay algo que impide a cualquier persona obtener la vida eterna, es la incredulidad. Sobre esto nos hablará David Logacho en el estudio bíblico de hoy en el libro de Hebreos, dentro de la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo.
El corazón de todo problema, es el problema del corazón. Con esto, no nos estamos refiriendo a los problemas cardíacos que tanto afectan a la humanidad y son causa de tantas muertes en el mundo. Nos estamos refiriendo a otra enfermedad del corazón, una enfermedad infinitamente más grave que cualquier mal cardíaco. Esta enfermedad se llama incredulidad. Un corazón afectado por un problema cardíaco, puede ser causa de la muerte física, pero un corazón afectado por la incredulidad, puede ser causa de la muerte eterna, algo muchísimo más grave. Es tan grave este asunto, que a lo largo de la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, encontramos severas advertencias en contra de tener un corazón enfermo de incredulidad.
El libro de Hebreos no puede ser la excepción. Abramos nuestras Biblias en el libro de Hebreos capítulo 3 versículos 7 a 19. Antes de entrar a un análisis de este pasaje bíblico, recordemos que el libro de Hebreos fue escrito por un autor desconocido, quien fue inspirado por una persona muy conocida, el Espíritu Santo. Hebreos fue escrito a una comunidad judía que había sido evangelizada por los apóstoles y profetas.
Como resultado de este esfuerzo evangelístico, algunos judíos recibieron a Jesucristo como su Salvador, otros llegaron a reconocer intelectualmente que Jesús es el Cristo, quien murió para salvarlos, pero por alguna razón se resistían a entregarse totalmente a él. Había también otros que de una manera frontal rechazaban que Jesús es el Cristo y preferían el judaísmo con su rica herencia de tradición religiosa. Es a este conglomerado heterogéneo al cual se dirige el autor de Hebreos.
En el pasaje bíblico que tenemos para hoy, encontramos una muy severa advertencia dirigida a aquellos judíos que intelectualmente estaban de acuerdo con el mensaje del evangelio, pero en la práctica todavía no habían recibido a Jesucristo como Salvador, bien sea por negarse a abandonar algún pecado, o por temer el desprecio de otros judíos, o por temer a perder sus amigos.
Diríamos que estos judíos estaban al borde mismo de obtener la salvación, pero había algo que los estaba deteniendo. Conocían la verdad, pero no se habían entregado a esa verdad. Este pasaje bíblico se aplica también a millones de personas hoy en día. Personas que han oído el evangelio, lo han entendido, saben que Jesucristo murió por ellos, pero de una manera terca y obstinada prefieren su tradición, sus ritos religiosos y rechazan a Jesucristo.
Si usted es una de esas personas, entonces este pasaje bíblico es justamente lo que necesita oír. Para el análisis del pasaje bíblico en Hebreos 3:7-19 lo hemos dividido en tres partes. La advertencia prefigurada en los versículos 7 a 11, la advertencia pronunciada en el versículo 12 y la advertencia profundizada en los versículos 13 a 19. Veamos entonces en primer lugar la advertencia prefigurada.
Hebreos 3:7-11 dice: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.”
Para beneficio de los judíos, el autor de Hebreos toma un caso muy conocido por los judíos con la finalidad de prefigurar la advertencia. Se trata de la experiencia de Israel en el desierto, a raíz de su salida de la esclavitud en Egipto. La cita es una transcripción del Salmo 95:7-11. Este salmo fue escrito por David para advertir a los de su tiempo sobre el peligro de la incredulidad. Pero según lo que dice el versículo 7 de Hebreos 3, fue el Espíritu Santo quien escribió el Salmo 95. Esto es un argumento irrefutable para apoyar la inspiración de la Biblia.
La inspiración significa que el Espíritu Santo de Dios habla por la boca de un agente humano. Todas y cada una de las palabras de todos los escritos originales de toda la Biblia es exactamente lo que el Espíritu Santo quiso escribir. El Espíritu Santo se valió de agentes humanos para hacerlo. ¿Cuál fue el tema de David para advertir a los de su tiempo? Pues la experiencia de Israel en el desierto.
¿Y cuál fue esa experiencia? En esencia se trató de lo siguiente: Israel fue liberado por Dios de la esclavitud egipcia con mano fuerte y brazo extendido. Dios mostró todo su poder para liberar a su pueblo de la opresión. Una vez salido el pueblo, Dios continuó manifestando su poder en protección y provisión constantes, pero a pesar de ello, en Éxodo 16 vemos al pueblo de Israel murmurando contra Dios a causa de la falta de pan.
Dios en su gracia accedió al pedido y les dio el maná. A pesar de ver el poder de Dios en esto, Éxodo 17 los vemos otra vez murmurando contra Dios por falta de agua. Dios otra vez en su gracia les dio agua de una roca. Más adelante en Números 13 Moisés envía 12 espías a reconocer la tierra de Canaán, diez de ellos retornaron con informes negativos y solamente dos con informes positivos, Josué y Caleb.
En Números 14, Dios proclama un juicio sobre ellos, en los versículos 26 a 30. “Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: ¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan? Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros. En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun.”
Así castigó Dios la incredulidad de Israel. Por eso David ruega a sus oyentes y lo mismo hace el autor de Hebreos. Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Si usted ha oído el evangelio y lo entiende, hoy es el día de salvación para usted, no espere a mañana, su corazón puede endurecerse y perder la sensibilidad al mensaje. No caiga en el error de los israelitas quienes provocaron y probaron a Dios, a pesar de haber visto todo su poder, por lo cual por 40 años vagaron en el desierto hasta que murieron todos los rebeldes.
El versículo 10 dice que Dios se disgustó sobremanera y dijo: Siempre andarán vagando en su corazón y no han conocido mis caminos. Por tanto juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. Luego de la advertencia prefigurada, tenemos la advertencia pronunciada en Hebreos 3:12 que dice: “Mirad, hermanos que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” Sobre la base de la experiencia de Israel en el desierto, el autor de Hebreos dice a sus lectores judíos: Miren con atención lo que pasó con Israel, y que eso les motive a que entre ustedes no haya alguien con un corazón enfermo de incredulidad porque esto le hará apartar del Dios vivo.
Si persiste en su rechazo, corre el peligro de apartase por siempre de él. El verbo “apartarse” es la traducción del verbo griego “aposténai”, verbo relacionado con la palabra griega de la cual viene nuestra palabra “apostasía”, o la condición de un apóstata. Un apóstata es un incrédulo que conoce intelectualmente la verdad, pero voluntariamente decide dar su espalda a la verdad y de esa manera se aleja eternamente del Dios vivo. Un verdadero creyente jamás apostata, la prueba máxima de alguien que es creyente genuino es su permanencia en la fe.
Hemos visto la advertencia prefigurada y la advertencia pronunciada en contra del incrédulo convencido pero no convertido y en peligro de volverse un apóstata. Por último consideremos la advertencia profundizada. Hebreos 3:13-19 dice: “antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.” Profundizando la advertencia, el autor de Hebreos pide que cada día nos exhortemos los unos a los otros, preocupándonos por aquellos que parece que están dejando que su corazón se endurezca por el engaño del pecado. El pecado tiene esa particularidad, siempre atrapa a sus víctimas con engaño.
Si alguien recibe a Jesucristo como Salvador, llegará a ser participante de él y esa comunión jamás dejará de existir. La prueba de que alguien es verdadero creyente es que retiene la fe hasta el fin. La fe es la raíz de la salvación, la permanencia es el fruto de la salvación. ¿Quiénes son los que han sido hechos participantes de Cristo? Aquellos que por su permanencia en la fe prueban que verdaderamente pertenecen a él.
Por último, el autor de Hebreos hace notar que no siempre la mayoría está en lo correcto. ¿Quiénes fueron los que provocaron a Dios en el desierto? La mayoría, es decir todos, excepto Josué y Caleb. ¿Con quiénes se disgustó el Señor por cuarenta años? Con la mayoría, los mayores de 20 años. Tal vez unas 600.000 personas, excepto Josué y Caleb. ¿A quiénes juró Dios que no entrarían en su reposo? A la mayoría. En el desierto quedaron unas 600.000 tumbas de desobedientes que se rebelaron contra Dios.
Así es amigo oyente, el corazón del problema es la incredulidad. ¿Cómo está su corazón? Si su corazón sufre de incredulidad hasta este momento, todavía hay esperanza. Hoy mismo reciba a Jesucristo como su Salvador. No espere el mañana, porque puede ser que el mañana nunca llegue para usted.
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