Es grato estar nuevamente junto a Usted para el estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Proverbios, en la serie que lleva por título: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal. En instantes más, David Logacho nos guiará en el estudio de la primera parte del capítulo 20 de Proverbios.
La Biblia es fuente inagotable de sabiduría celestial para la vida terrenal. Hoy nos corresponde estudiar la primera parte del capítulo 20. Como en los capítulos anteriores, este capítulo es una colección de diversos proverbios que tratan una amplia diversidad de asuntos, de modo que es necesario analizarlos de uno en uno.
Proverbios 20:1 dice: «El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio.»
Este proverbio describe la lacerante realidad de las bebidas alcohólicas. Por supuesto que la publicidad jamás va a mostrar esta cara oculta de las bebidas alcohólicas. Lo que mostrará son hombres y mujeres de rostros felices, desbordantes de alegría. Pero la Biblia arrebata la máscara que se coloca a las bebidas alcohólicas y dice que el vino es escarnecedor. Esto significa que el abuso del vino conduce a la insolencia.
También dice la Biblia que la sidra es alborotadora. Esto significa que el abuso de la sidra conduce a los escándalos y a las peleas. Cuando una persona ignora estas advertencias y se entrega al abuso del vino y la sidra, manifestará que es un necio. Quien yerra en esto de abusar del vino y la sidra, no es sabio, dice el proverbio.
Sigamos adelante. Proverbios 20:2 dice: «Como rugido de cachorro de león es el terror del rey; el que lo enfurece peca contra sí mismo.»
Cuando un cachorro de león ruge, significa que está en peligro y esto desata la furia salvaje de su madre, la leona y su padre, el león. El instinto de protección a las crías provoca la furia inusitada de los padres. Algo comparable a esto es lo que sucede cuando alguien provoca al rey, o en nuestro caso a una persona en autoridad. Las consecuencias pueden ser muy funestas. Por eso dice el Proverbio: El que lo enfurece peca contra sí mismo, una manera de decir que el que provoca a una persona en autoridad se juega la vida. Es mejor someterse a las autoridades, bien sea en el hogar, o en la iglesia o en el país.
Tenemos ahora Proverbios 20:3 donde dice: «Honra es del hombre dejar la contienda; mas todo insensato se envolverá en ella.»
Cuando somos atacados de alguna manera, la reacción natural es iniciar una contienda, bien sea para reclamar nuestros derechos o tal vez para vengarnos del ofensor. Este proverbio está diciendo que el hombre sabio pone en evidencia su sabiduría por medio de no meterse en la contienda. En cambio, por contraste, el hombre necio o insensato, se meterá de lleno en la contienda.
Qué consejo tan importante amable oyente. Hace algunos años atrás estuve frente a frente a una persona que me lanzó los peores insultos imaginables. Esta persona buscaba fervientemente sacarme de mis casillas para iniciar una pelea. No digo que fue fácil para mí soportar esa andanada de ofensas, pero el Señor me dio el poder necesario para decirle: Usted puede insultarme todo lo que quiera, pero yo no le voy a responder de la misma manera. Es difícil pelear con un contrincante que rehúsa la pelea. Quien no cede al impulso natural de pelear por sus derechos no es cobarde sino sabio.
Tenemos ahora Proverbios 20:4 donde dice: «El perezoso no ara a causa del invierno; pedirá, pues, en la siega, y no hallará.»
La pereza es la resistencia a hacer lo que se debe hacer en el momento que se debe hacer. El perezoso de este proverbio, sabe que tiene que arar y sembrar su campo en la época indicada, pero a causa de la pereza no lo hace. La consecuencia será muy funesta. Llegará el momento de la siega, pero su campo no producirá nada. Desesperado saldrá a mendigar para comer, pero no hallará su sustento. Es la triste consecuencia de la pereza.
Viene ahora Proverbios 20:5 donde dice: «Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre; mas el hombre entendido lo alcanzará.»
El razonamiento humano puede ser tan profundo como se quiera, pero siempre habrá un hombre sabio o entendido que lo comprenda totalmente.
Después tenemos Proverbios 20:6 donde leemos: «Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?»
Son muchos los hombres que, según su propio criterio, son ejemplo de virtud. Hombres que proclaman su propia bondad. Pero de entre estos muchos hombres, ¿Cuántos en verdad son buenos? Ciertamente muy pocos. Una cosa es pensar que uno es bueno, otra muy diferente, que nuestros hechos afirmen que uno es en realidad bueno. De esto trata el proverbio.
Tenemos ahora Proverbios 20:7 donde dice: «Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él.»
La vida recta, la vida en el temor de Dios, tiene profundo efecto en la descendencia. Un hombre que camina en integridad, en esencia un hombre justo, dejará un legado valioso para sus hijos. Esto ilustra la importancia de que los padres tengamos un buen testimonio ante nuestros hijos. Los padres establecemos el modelo de conducta que van a seguir nuestros hijos. Es muy probable que los hijos de padres alcohólicos también sean alcohólicos. Un hijo de un padre infiel a su esposa, es muy posible que también sea infiel a su propia esposa cuando se case. Cuánta razón tiene la Biblia al decir: Felices los hijos que tienen un padre moralmente sano, porque la gran probabilidad es que ellos también sean moralmente sanos.
Muy bien, tenemos ahora Proverbios 20:8 donde dice: «El rey que se sienta en el trono de juicio, con su mirada disipa todo mal.»
Cuando un rey recto y sabio toma su lugar en un tribunal de justicia, se puede estar seguro que discernirá a la perfección quién está en lo correcto y quien está equivocado. Es en este sentido que, con sólo su mirada, el rey que se sienta en el trono de juicio, disipa o barre todo mal.
Ahora tenemos Proverbios 20:9 donde dice: «¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?»
Este proverbio declara una verdad teológica en extremo importante. No hay manera que el hombre se limpie a sí mismo de su pecado. Todo esfuerzo humano para limpiarse por sí mismo del pecado está condenado a fracasar.
El hombre piensa que por ser miembro de alguna religión va a poder librarse de su pecado. También piensa que por practicar determinado rito religioso va a librarse de su pecado. Otros piensan que por medio de hacer buenas obras van a librarse de su pecado.
La cruda realidad es que no hay forma que el hombre se limpie a sí mismo de su pecado. El proverbista hace una pregunta trascendental: ¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado? La respuesta es: Nadie. La única manera de librarse del terrible problema del pecado es por medio de recibir a Cristo como Salvador.
Hablando de personas así, note lo que dice Apocalipsis 7:14 «Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero»
La única manera de lavar el pecado es por medio de la sangre que Cristo derramó en la cruz del Calvario. ¿Ha lavado su pecado en la preciosa sangre de Cristo? Si no lo ha hecho todavía, hoy mismo puede hacerlo. Reciba a Cristo como su Salvador personal y quedará limpio de su pecado.
Sigamos con el estudio de Proverbios. Ahora tenemos Proverbios 20:10 donde dice: «Pesa falsa y medida falsa, ambas cosas son abominación a Jehová.»
La pesa falsa es la que usa el comerciante corrupto para estafar a los clientes que compran cosas por unidades de peso. Medida falsa es la que usa el comerciante corrupto para estafar a los clientes que compran cosas por unidades de longitud. Ambas cosas son detestables a Jehová. Cuidado amable oyente con hacer lo que es detestable a Jehová. Algún día tendrá que rendir cuentas por ello.
Tenemos ahora Proverbios 20:11 donde dice: «Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta.»
Lo que señala este proverbio es que el carácter de una persona se comienza a formar en la niñez. Si los padres invertimos tiempo en formar bíblicamente a nuestros hijos desde la niñez, es muy posible que, con pocas excepciones, esos niños se conviertan en adultos temerosos de Dios. Es correcto decir entonces que la conducta de un muchacho en su edad temprana señala el rumbo que llevará su vida de adulto. Padres, no desmayemos en la tarea de criar a nuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor.
Luego tenemos Proverbios 20:12 donde dice: «El oído que oye, y el ojo que ve, ambas cosas igualmente ha hecho Jehová.»
La mente tiene varias avenidas para recibir información. Son los sentidos. De dos de estos sentidos nos habla este proverbio. El oído y la vista. Ambos sentidos son maravillosos. Ambos sentidos son una obra monumental de Jehová. Fue Dios quien creó al hombre con la capacidad de oír y ver.
Inmediatamente después tenemos Proverbios 20:13 donde dice: «No ames el sueño, para que no te empobrezcas; abre tus ojos, y te saciarás de pan.»
El sueño es una necesidad legítima del cuerpo, así como la necesidad de comer, o la necesidad de descansar. Pero siempre está latente la posibilidad del abuso. El abuso de la comida causa obesidad. El abuso del descanso o el abuso del sueño conduce a la pobreza. Abre tus ojos y te saciarás de pan dice el proverbio. No es lo mismo vivir para dormir que dormir para vivir. No olvide este proverbio.
Nos corresponde ahora estudiar Proverbios 20:14 donde dice: «El que compra dice: Malo es, malo es; mas cuando se aparta se alaba»
El significado de este proverbio no es muy claro. Parece que alude a la práctica que echamos mano de vez en cuanto cuando vamos de compras y queremos una rebaja en el precio de lo que estamos por comprar. Solemos decir al vendedor: Mire, esto que me está vendiendo no es tan bueno, no es de calidad, hágame una rebaja en el precio. Cuando el vendedor rebaja el precio y lo compramos, nos vamos contentos y nos jactamos ante nuestros amigos que hicimos una gran compra. Lo que antes dijimos que era malo, ahora estamos diciendo que es muy bueno. Así es la naturaleza del hombre. Que Dios nos guíe a aplicar la sabiduría celestial en la vida terrenal.
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