Es una bendición para mí saludarle amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el Evangelio según Juan. Hoy vamos a estudiar acerca de la manera como surgieron los primeros discípulos del Señor Jesús.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 1:35-42. En este pasaje bíblico veremos a Juan, Andrés y Simón llegando a ser discípulos del Señor Jesús. El evento aconteció en Betábara, donde Juan el Bautista estaba predicando y bautizando. En el primer día, Juan el Bautista dijo a los sacerdotes y levitas que fueron enviados por los judíos de Jerusalén, que no era ni el Cristo, ni Elías, ni el profeta, sino simplemente la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor. En el segundo día, viendo al Señor Jesús, Juan el Bautista dijo a la multitud: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. En el tercer día, aconteció lo que vamos a estudiar en esta ocasión. Algo interesante es que a partir de este evento, Juan el Bautista comienza a desaparecer de la escena. Esto de ninguna manera incomodó a Juan el Bautista, porque él sabía que tendría que ser así. Más adelante en el evangelio de Juan, cuando era obvio que el ministerio de Juan el Bautista estaba desapareciendo y el ministerio del Señor Jesús estaba creciendo como espuma, Juan el Bautista dijo lo que aparece en Juan 3:30. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.
Muy bien, veamos pues lo que pasó. Lo que primero notamos es la presencia de los dos discípulos. Juan 1:35-36 dice: El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
Cuando este versículo habla de Juan, no se refiere al apóstol, sino a Juan el Bautista. Era el tercer día contado desde que Juan el Bautista dijo que no era el Cristo, ni Elías, ni el profeta. Mientras Juan el Bautista predicaba y bautizaba a los que recibían su mensaje, notó que en aquel día también andaba por allí el Señor Jesús. Haciendo una pausa a su mensaje dijo nuevamente: He aquí el Cordero de Dios. Juan el Bautista ya había dicho esto el día anterior a la multitud que le seguía, pero esta vez, el mensaje fue recibido de una forma muy particular por los dos discípulos que estaban con él. Al referirse al Señor Jesús como el Cordero de Dios, Juan el Bautista estaba dando a entender que el Señor Jesús era el cumplimiento de lo que tipificaba o simbolizaba el cordero que se inmolaba sobre el altar en el templo, como sustituto del pecador, para que la sangre derramada cubra temporalmente el pecado de quien ofrecía ese cordero. El sacrificio del Cordero de Dios en la cruz del calvario, es lo que quita el pecado del mundo. Esto no significa que automáticamente todo el mundo es perdonado de su pecado, sino que el sacrificio del Cordero de Dios, tiene capacidad para quitar el pecado de todo ser humano, pero se hace efectivo solamente en aquellos que reciben a Cristo, el Cordero de Dios, como su Salvador. En segundo lugar, veamos la reacción de los dos discípulos ante lo que Juan el Bautista acaba de decir. Juan 1:37-39 dice: Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.
Joh 1:38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?
Joh 1:39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima.
Juan el Bautista es un perfecto modelo de cómo guiar a alguien al Señor Jesús. Simplemente se limitó a hablar del Señor Jesús, su mensaje giró alrededor del Señor Jesús. Esto tuvo un efecto inmediato en dos de sus discípulos. Dice el texto que al oír lo que Juan el Bautista dijo sobre el Señor Jesús, los dos discípulos siguieron al Señor Jesús. Esto es maravilloso. Juan el Bautista no estaba para nada interesado en atraer a personas hacia sí mismo, sino en guiarlas hacia el Señor Jesús. Juan el Bautista acaba de perder a dos de sus discípulos, pero esto no significaba problema para él, porque estos dos discípulos estaban siguiendo al Señor Jesús. Al notar que estos dos discípulos de Juan el Bautista le estaban siguiendo, el Señor Jesús se volvió hacia ellos, y les dijo ¿Qué buscáis? El Señor Jesús jamás rechaza a cualquiera que desee seguirle. La respuesta de los dos discípulos de Juan el Bautista es de lo más interesante. Le dijeron: Rabí, titulo de respeto que significa Maestro, ¿dónde moras? Es como decir: Señor Jesús, queremos saber donde vives, porque de aquí en adelante, lo más importante en nuestra vida es estar contigo, estar lo más cerca de ti. ¿Cuál fue la respuesta del Señor Jesús a estos dos discípulos? Dice el texto que les dijo: Venid y ved. Fabuloso. El Señor Jesús accedió al pedido de los dos discípulos. Venid y ved. La puerta está siempre abierta para todo aquel que quiera tener comunión con el Señor Jesús. El Señor Jesús no tiene nada que esconder. Todo lo que Él es está a disposición para todo aquel que lo quiera ver. Es lo mismo que Él diría a todo aquel que en este mismo instante quiere conocerle y verle con los ojos de la fe. Los dos discípulos aprovecharon su oportunidad, y acompañaron al Señor Jesús al lugar donde Él moraba. Al llegar, me imagino que el Señor Jesús les abrió el cofre de joyas que es su persona. Los dos discípulos deben haber estado extasiados oyendo al Señor Jesús todo el día. Perdieron noción del tiempo, tanto así, que el momento menos pensado ya era como la hora décima, esto es, las cuatro de la tarde. En tercer lugar, tenemos la identidad de los dos discípulos de Juan el Bautista. Juan 1:40 dice: Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús.
Uno de los dos discípulos de Juan el Bautista que acaba de transformarse en discípulo del Señor Jesús, era Andrés, el cual tenía un hermano que se llamaba Simón Pedro. La gran pregunta es ¿Quién era el otro discípulo de Juan el Bautista que junto con Andrés acaba de transformarse en discípulo del Señor Jesús? La respuesta es Juan, el apóstol, el autor del evangelio que lleva su nombre. ¿Por qué no se auto identifica? Pues simplemente como recurso literario, pero es obvio que se trata de él. En cuarto lugar, tenemos la adición de un tercer discípulo. Juan 1:41-42 dice: Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).
Joh 1:42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas[a] (que quiere decir, Pedro)
Así es como se debe propagar el evangelio. Uno llega a conocer al Señor Jesús, y habla a otro que no lo conoce. Es el mejor método de evangelismo. Uno a uno. Andrés fue transformado en todo sentido a raíz de su encuentro con el Señor Jesús. No sólo dejó de ser discípulo de Juan el Bautista, sino que en su interior era otra persona. Inmediatamente comenzó a actuar como aquel que encuentra un tesoro y sabe que muchos también necesitan encontrar ese tesoro. En consecuencia, hace lo más indicado. Se acerca a la persona que tenía más cerca, era su hermano que se llamaba Simón. El evangelismo debe comenzar en casa, amable oyente, con los que tenemos más cerca. Después podemos compartir el evangelio con las demás personas. Andrés no era un teólogo, ni un predicador connotado. Apenas hace poco acabó de conocer al Señor Jesús. Pero esto era suficiente para que sea un testigo efectivo del Señor Jesús. Cuando habló con su hermano Simón, le dijo lo único que sabía sobre el Señor Jesús. Hemos hallado al Mesías. La palabra Mesías es la transliteración de una palabra Hebrea o Aramea que significa El Ungido. Se deriva de un verbo que significa ungir y corresponde a una acción que era parte de la consagración de una persona a un oficio o función especial. Se ungía a reyes, a sacerdotes y a profetas. Sin embargo, el uso más notable de El Ungido es para referirse a aquel que Israel esperaba con tanto anhelo, quien era profeta, sacerdote y rey. El equivalente de Mesías es Cristo, de modo que Mesías y Cristo son títulos y no nombres personales para el Señor Jesús. Simón debe haber mostrado interés en lo que le compartía su hermano Andrés, de modo que fue llevado por Andrés a la presencia del Señor Jesús. Cuando el Señor Jesús miró a Simón le dijo palabras llenas de significado. Tú eres Simón, hijo de Jonás. ¿Cómo supo esto el Señor Jesús? Pues porque es Dios. Uno de sus atributos es la omnisciencia. Pero no sólo le dijo lo que Simón era, sino también lo que Simón iba a ser en la mano del Señor Jesús. Le dijo: Tú serás llamado Cefas. Este nombre, Cefas, significa piedra en el idioma Arameo y se traduce como Petros en Griego, Pedro en Español. Este nombre alude al papel preponderante que le correspondería a Pedro en la obra del Señor. El Señor Jesús tiene poder para realizar cambios de esta naturaleza. Que grandioso es saber que nuestro Salvador no sólo nos da salvación a los que le recibimos como Salvador, sino que nos cambia de adentro hacia fuera para hacer de nosotros una nueva persona. Si todavía no le ha recibido como su Salvador, hágalo hoy mismo para que experimente por usted mismo esta obra maravillosa del Señor Jesús.
Leave a comment