Saludos cordiales amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando acerca de la mayordomía cristiana. Dentro de este tema nos hemos enfocado principalmente en la mayordomía del dinero y los bienes materiales. Hoy vamos a entrar en un asunto diferente, pero dentro de la mayordomía cristiana. Se trata de la mayordomía de nuestros cuerpos.
Luego de haber estudiado con algo de detalle lo que implica la mayordomía del dinero y los bienes materiales, nos corresponde ahora tratar el asunto de la mayordomía del cuerpo. Recuerde amable oyente, que mayordomía es el trabajo o la obra que realiza un mayordomo, y mayordomo es aquel que administra bienes que no le pertenecen, buscando el mayor provecho para el dueño de esos bienes. Todo creyente es un mayordomo. El amo y dueño de todos los bienes es el Señor. Los bienes que puede administrar un mayordomo pueden ser el dinero, las posesiones, el tiempo, la familia, la naturaleza y ciertamente el cuerpo. Hablando de cuerpo, note lo que dice la Biblia en 1 Tesalonicenses 5:23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
El cuerpo es parte integral del ser humano. Por medio del cuerpo podemos tomar contacto con el mundo que nos rodea. El cuerpo, es en cierto sentido, el vehículo, o el medio por el cual podemos relacionarnos con otros seres humanos y con todo lo que existe en la naturaleza en general. Por medio del cuerpo podemos ver, oler, tocar, oír, hablar y saborear. Si estuviéramos privados del cuerpo no tendríamos forma de comunicarnos con otros seres humanos y sería imposible percibir lo que nos rodea. A través del cuerpo damos expresión a lo que somos. Además de esto, dice la Biblia que una persona, como individuo, no es un cuerpo, sino que mora en un cuerpo. Cuando la persona muere físicamente, simplemente deja de morar en el cuerpo donde había estado morando hasta ese momento. Esto lo sabemos por lo que dice la Biblia en textos como 2 Corintios 5:6-8 donde leemos lo siguiente: Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor
2Co 5:7 (porque por fe andamos, no por vista);
2Co 5:8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.
Pablo, el autor de este pasaje bíblico, está tratando el caso del creyente en Cristo y básicamente dice que este creyente mora en un cuerpo mientras está en este mundo, pero ese cuerpo no es la morada permanente de ese creyente, porque algún día ese creyente cambiará de morada y pasará a habitar o morar para siempre en el cielo con el Señor. Lo mismo pensaba el apóstol Pedro, quien, según 2 Pedro 1:13-14 dice lo siguiente: Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación;
2Pe 1:14 sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado.
Pedro está consciente de que morar en su cuerpo era algo pasajero para él, por eso dice: entre tanto que estoy en el cuerpo. Y no sólo eso, sino que también está viendo como algo muy cercano el momento que tendrá que abandonar el cuerpo. El cuerpo tal cual como lo tenemos ahora, no es nuestra morada permanente, algún día vamos a salir de él y ese cuerpo quedará en este mundo, mientras que, en el caso de los que somos redimidos por el Señor Jesucristo, iremos a morar con él por la eternidad. Hemos plantado dos verdades importantes que tienen mucho que ver con la mayordomía del cuerpo. No somos un cuerpo sino que moramos en un cuerpo y algún día vamos a salir de este cuerpo. Aquí tenemos una tercera verdad. En el caso de nosotros creyentes, el cuerpo donde moramos por ahora no nos pertenece. Esto resulta por un lado de considerar que nuestros cuerpos actuales son solamente una morada temporal y por ende, algún momento tendrán que quedarse en este mundo, pero más directamente, por lo que afirma la palabra de Dios en 1 Corintios 6:19-20 donde leemos: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
1Co 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Esta es la realidad amable oyente. Es su caso, si usted es un hijo de Dios y por supuesto, también el mío. Varias cosas resultad de lo que afirma este pasaje bíblico, pero por ahora, a nosotros nos interesa el hecho que el cuerpo del creyente no pertenece al creyente sino a Dios, además el cuerpo del creyente es templo del Espíritu Santo. Note la conjugación del verbo ser. Está en tiempo presente. Esto denota que en todo instante, mientras el creyente está en el mundo, su cuerpo es templo del Espíritu Santo. Templo significa un lugar donde la deidad ha escogido hacer morada. Hoy en día, la deidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ya no habita en templos hechos de manos sino en la iglesia y en los cuerpos de los que hemos sido redimidos por la sangre de Cristo. El creyente entonces comparte la morada con el Espíritu Santo y esa morada o templo es el mismo cuerpo del creyente. En esencia entonces, dice la Biblia que nuestros cuerpos, entre comillas, en realidad no son nuestros. Dios nos ha comprado al elevado precio de la vida de su único y amado Hijo, el Señor Jesucristo. La Biblia es extremadamente clara al manifestar que el cuerpo donde mora el creyente no es de propiedad del creyente sino de propiedad de Dios quien lo ha comprado mediante el pago un elevado precio. Tenemos entonces tres principios fundamentales sobre los cuales debe descansar la mayordomía de nuestros cuerpos. El cuerpo es parte integral de nuestro ser. El creyente mora temporalmente en un cuerpo y el cuerpo donde mora el creyente pertenece a Dios y es templo del Espíritu Santo. Además de todo esto, los cuerpos donde moramos han sido cuidadosamente diseñados por Dios. Esto es algo maravilloso. La base bíblica se encuentra en Salmo 139:13-16 donde dice: Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.
Psa 139:14 Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.
Psa 139:15 No fue encubierto de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más profundo de la tierra.
Psa 139:16 Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas.
El cuerpo que ha sido dado al creyente como morada para él mismo y templo del Espíritu Santo, es algo que ha sido cuidadosamente planificado por Dios. Note algunos detalles importantes de lo que hemos leído. Dios nos hizo a cada uno de nosotros de una manera muy especial y particular. Se dice que Dios nos formó y después de formarnos rompió el molde. No existen dos personas exactamente iguales. Habrá algo de similitud, pero de ninguna manera igualdad. Dios se encargó de formar cada minúsculo detalle de nuestro cuerpo, por eso dice el pasaje bíblico leído: Tú formaste mis entrañas, tú me hiciste en el vientre de mi madre. Al contemplar la obra de Dios diseñando y dando forma a nuestro cuerpo, el salmista prorrumpe en júbilo diciendo: Te alabaré porque formidables y maravillosas son tus obras. Esa es la única respuesta adecuada al mirar lo maravilloso del cuerpo humano. Los científicos y los médicos también quedan extasiados al introducirse en las intrincadas maravillas del cuerpo humano. El salmista prosigue afirmando que su cuerpo no es fruto de un accidente o del azar. A pesar que fue concebido en lo oculto, su embrión estaba en el foco de atención de la persona de Dios. Fue Dios en realidad quien diseñó cada detalle del cuerpo por más minúsculo que fuera y luego todo fue formado sin faltar ninguno de esos detalles. El cuerpo en el cual moramos amable oyente, es una obra maestra de Dios. Quizá a los ojos de los hombres tenga defectos y debilidades, pero a los ojos de Dios es una obra maestra. Con esto completamos el fundamento de principios bíblicos que sostienen el edificio de nuestra mayordomía del cuerpo. Primero, el cuerpo es el medio de expresión de lo que en verdad somos. Segundo, el cuerpo actual es nuestra morada temporal, porque en algún momento tenemos que dejarla, y en el caso de los creyentes iremos a morar con el Señor en el cielo. Tercero, el cuerpo en el cual moramos no es nuestro porque los creyentes hemos sido comprados por Dios al elevado precio de la vida del Señor Jesucristo. Mientras estamos en el mundo, nuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo. Cuarto, el cuerpo en el cual moramos es una obra maestra de Dios. En nuestro próximo estudio bíblico vamos a ver cuál debe ser nuestra conducta en cuanto a nuestros cuerpos a la luz de las verdades que hoy hemos visto.
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