Qué gozo es compartir con Usted estas palabras de esperanza. Un viejo adagio popular dice lo siguiente: No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante. La sabiduría popular tiene mucho de razón. En esta ocasión David Logacho nos mostrará la misericordia que Dios tiene hacia el pecador.
Después de la tormenta, viene la calma. La noche termina cuando llega el día. Todo esto es verdad. Eso también es lo que dice la palabra de Dios. El pueblo de Israel desobedeció a Dios y como consecuencia de su pecado, sufrió severo castigo de parte de Dios. El castigo significó para el pueblo de Israel, caer en manos de sus enemigos quienes destruyeron la nación, destruyeron la capital, Jerusalén, destruyeron el fastuoso templo, se llevaron toda la riqueza, mataron a cientos de miles y los sobrevivientes fueron arrancados de su suelo natal y llevados en calidad de cautivos a lejanas tierras.
Hubo un profeta que fue testigo ocular de lo que significó este castigo para el pueblo de Israel. Su nombre fue Jeremías. Este profeta registró lo que vio, en un libro del Antiguo Testamento, llamado Lamentaciones. Lamentaciones tiene que ver con un profundo y sentido lamento por lo que el pueblo de Israel tuvo que sufrir en manos de un Dios airado por el pecado. Envuelto en lágrimas, Jeremías cuenta lo doloroso que fue ver el ocaso del pueblo de Israel.
Lamentaciones 2:11-12 dice: Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas, mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo, cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad. Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino? Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, derramando sus almas en el regazo de sus madres.”
¡Qué cuadro tan desgarrador! Pero había más. El hambre era tal que las madres tuvieron que comerse a sus propios hijos. Lamentaciones 2:20 dice: “Mira, oh Jehová, y considera a quien has hecho así. ¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado? ¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta?”
Los muertos eran tan numerosos que nadie se interesaba siquiera por enterrarlos dignamente. Lamentaciones 2:21 dice: “Niños y viejos yacían por tierra en las calles; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a espada; mataste en el día de tu furor, degollaste, no perdonaste”
¡Qué lamentable! Los que quedaron vivos fueron llevados en cautiverio. Lamentaciones 2:9 dice: “Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre las naciones donde no hay ley; sus profetas tampoco hallaron visión de Jehová.”
Todo esto fue la consecuencia del pecado en el pueblo de Israel. El profeta Jeremías lo reconoció. Lamentaciones 2:17 dice: “Jehová ha hecho lo que tenía determinado; ha cumplido su palabra, la cual él había mandado desde tiempo antiguo. Destruyó, y no perdonó; y ha hecho que el enemigo se alegre sobre ti, y enalteció el poder de tus adversarios.”
Con Dios no se puede jugar amable oyente. Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo. Pero además de ser justo para castigar el pecado, Dios es misericordioso con el pecador. Esta faceta de Dios se hace muy evidente en Lamentaciones 3:31-33 donde dice: “Porque el Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”
Esto es como prender una luz en medio de la oscuridad. El Señor no desecha para siempre al pecador. El pecado es ofensivo para Dios y Dios lo tiene que juzgar con firmeza. Pero aún así, Dios no abandona para siempre al pecador. Todo lo contrario, dice el texto que aunque hace sufrir, también se compadece, conforme a la multitud de sus misericordias. Solamente alguien como Dios puede actuar de esta manera. Él da la llaga, pero también la medicina para curar la llaga. Dios no hace nada por accidente o sin algún buen propósito. Por eso Jeremías dice: Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.
La versión popular traduce este texto de la siguiente manera: Realmente no le agrada afligir ni causar dolor a los hombres. A veces pensamos que Dios se deleita viéndonos sufrir, pero no es así. Aún el sufrimiento que resulta de nuestro propio pecado no es algo que agrada a Dios. Los que somos padres quizá podemos entender este concepto un poco mejor. Hay ocasiones cuando la mala conducta de un hijo demanda la disciplina con vara. Es doloroso para el hijo, pero más doloroso es para el padre o la madre que administra esa disciplina.
Igual es con Dios. Dios no se complace con el dolor que resulta de algún pecado cometido por alguna persona. En la mente de Dios debe estar el deseo que a través de ese dolor o sufrimiento causado por el pecado, el pecador reconozca la gravedad de su falta y se vuelva a Dios en búsqueda de perdón. Ese es el propósito último de Dios para todo dolor o sufrimiento.
Sí, Dios castigó con severidad al pueblo de Israel a causa de su pecado, pero Dios no desechó para siempre a Israel. En su misericordia, Dios tuvo compasión de Israel y en su momento, los restauró trayéndolos de regreso a su tierra. Dios es así. Lo fue en el pasado y lo será en el futuro. Puede ser que su vida, amigo oyente, tenga algunos paralelos con lo que sucedió con el pueblo de Israel hace miles de años atrás.
A pesar de los insistentes llamados de Dios, Usted ha preferido taparse los oídos y seguir viviendo en el camino de perdición. Su conducta quizá le ha causado mucho sufrimiento y dolor, no solo a Usted sino a personas inocentes que le rodean.
No sé, tal vez su matrimonio pende de un hilo por cuanto Usted ha sido infiel a su esposa o a su esposo. O a lo mejor está en bancarrota económica a causa de que los negocios donde invirtió todo su capital no rindieron el fruto que estaba esperando. O puede ser que su hábito de consumir alcohol o drogas le ha llevado a un punto que todos le miran como si fuera basura. Es posible incluso que su vida de desenfreno en búsqueda de placer sexual le ha arrastrado a ser la escoria de la sociedad. También, es posible que su hastío de la vida le está haciendo pensar en lo atractivo que puede ser un suicidio. Muchas cosas podrían estar pasando, y cualquier cosa que sea le está causando profundo dolor y aflicción. Si ese es su caso, amiga, amigo oyente, la Biblia tiene buenas noticias para Usted.
¿Sabe una cosa? El Señor no desecha para siempre al pecador. Tan es así, que ha sido el mismo Señor quien ha permitido que Usted esté oyendo este programa radial. Usted necesita saber que todavía hay esperanza. Usted necesita oír palabras de esperanza. Aunque a Usted le parezca que ha tocado fondo en cualquier área de la vida, todavía hay esperanza. El Señor no desecha para siempre. Su vida de pecado le ha conducido a un profundo sufrimiento. Quizá yo no entienda todo el drama que Usted está viviendo.
Pero yo sé una cosa y la comparto con Usted. Dios le ama tanto que está allí junto a Usted para consolarle y más que eso, para darle una nueva oportunidad. Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias, dice el texto que leímos. Así que, es hora de levantar la cabeza y atisbar el horizonte, porque están apareciendo ya los primeros rayos de su salvación. No tiene sentido seguir esperando, lo único que logrará es hacerse más daño a Usted mismo. No desperdicie esta nueva oportunidad que Dios le está concediendo. Hoy mismo reconozca que es pecador.
La Biblia dice en Romanos 3:10 “No hay justo, ni aun uno” Usted más que nadie, aparte de Dios, sabe cuán pecador es. No se esconda detrás de una máscara de persona buena y moral. Su pecado ha sido justamente lo que le ha llevado a sentir ese vacío en su corazón. Además de reconocer que es un pecador, es necesario que reconozca que está en peligro de ser condenado por la eternidad a causa de ser pecador. Eso es lo que enseña la Biblia. Romanos 6:23 en su primera parte dice: “Porque la paga del pecado es muerte”
Aunque todavía está con vida en este mundo, ya ha probado algo de la consecuencia del pecado. Pues, tengo malas noticias para Usted con respecto a la consecuencia del pecado. Lo que hasta ahora ha sufrido a causa de su pecado, es nada en comparación a lo que tendrá que sufrir una vez que salga de este mundo, si no arregla el problema de pecado con Dios, por supuesto. La Biblia dice que lo que espera al pecador cuando sale de este mundo en esas condiciones, es castigo eterno en fuego. Apocalipsis 20:15 dice: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”
Además de reconocer que está en peligro de ser condenado en el infierno por la eternidad, a causa de su pecado, es necesario que reconozca que Dios le ama y que por ese amor permitió que su Hijo, Jesucristo, muera por Usted en la cruz. Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna.”
Así es amigo oyente, Jesucristo murió por Usted, de modo que Usted no tenga que ser castigado por el pecado que ha cometido. Reconózcalo y reciba a Jesucristo como su Salvador. Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”
Si Usted recibe a Cristo como su Salvador, llegará a ser salvo, su vida será restaurada y su destino eterno ya no será el infierno, sino el cielo. No siga más en ese estado de postración espiritual, hoy mismo reciba a Jesucristo como su Salvador. Si lo hace póngase en contacto con nosotros para proveerle de información útil para su vida espiritual.
Leave a comment