Hola amigo, amiga oyente, que gusto saludarte este día. Es una verdadera bendición poder compartir contigo estos minutos de aprendizaje de la Palabra de Dios y como ponerlos por obra en nuestro diario vivir. Mira, a lo largo de estos días hemos estado hablando sobre la importancia de compartir de Dios y de su maravillosa obra de amor para con nosotros a través de la muerte de su único Hijo Jesucristo.
Ahora, recuerdas que hablamos sobre la importancia de la fe en medio de todo esto. La fe siempre tiene acción y tiene sentido cuando tu alma descansa en la gracia de Cristo. Mira, cuando tu vida gira en torno a Cristo comienzas a amar como Él te ama. Comienzas a caminar como Cristo, es decir, que empezamos a dar la vida por los demás porque entendemos lo que Dios hizo por nosotros. Ahora, hoy quiero pedirte que recuerdes que, la única forma en que eres justificado ante Dios, es a través de Jesús y la fe que tienes en Él. Entonces, tus obras son simplemente el fruto de lo que Él hace en ti.
Ahora, hay algo maravilloso en todo esto, y es que, mientras tu confías en Él, Él está trabajado en ti y a través de ti. Ahora, todo esto, por supuesto, gira en torno a una comprensión adecuada de la fe. Entonces, ¿qué es la fe bíblica?
Creo que muchos, en este momento, no tienen muy claro lo que significa la fe bíblica. Así que, quiero motivarles a que a medida que avanzamos este estudio, miren dentro de su corazón y se digan: ¿es este, el tipo de fe que tengo en Jesús?
Entonces, esa pregunta nos lleva a las palabras de Jesús en el capítulo 1 de Marcos, versículo 14, que dice: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Estas son palabras recurrentes en el Nuevo Testamento: “arrepentíos y creed en el evangelio”.
Mira, el primer sermón cristiano se predica en Hechos, capítulo dos, cuando las multitudes le preguntaron a Pedro, ¿qué debemos hacer? Y él respondió: “deben arrepentirse.” De hecho, esto lo podemos ver en el libro de Hechos capítulo 5, versículo 31 donde dice: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”, todo esto se menciona en relación al arrepentimiento. Y en Hechos 16:31 que dice: “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Esta fue la misma respuesta de Pablo ante el carcelero quien le preguntó cómo podría ser salvo.
Esto se evidencia en varios pasajes del libro de los hechos como en el capítulo 11, verso 17: “Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”, en el capítulo 14, verso 23: “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”. Si se dan cuenta, hay un énfasis en el creer. Entonces, durante todo el Nuevo Testamento, ves dos palabras principales que describen la fe en Cristo: arrepentirse y creer y ¿qué implica esto? Bueno, primero nos alejamos de nuestro pecado y de nosotros mismos. Nos arrepentimos, pero ¿qué significa arrepentirse? Escucha lo que dice Ezequiel capítulo 18, versículo 30: “Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina”.
Cuando nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado, estamos diciendo que nos hemos rebelado contra Dios y por eso nos separamos de Él. Lewis dijo: “no venimos a Dios como personas malas tratando de ser buenas personas, venimos como rebeldes para deponer nuestras armas en arrepentimiento. Confesamos nuestra rebelión, pero al mismo tiempo morimos a nuestro ego.” Mira, el hecho de arrepentirse significa que no queremos hacer las cosas a nuestra manera, que no queremos que nuestra vida gire en torno a nosotros mismos, sino que queremos que sea Jesús el centro de nuestra vida. De esta manera, morimos a nuestro ego y eso implica decir: “confieso mi pecaminosidad ante Dios, me estoy apartando de mi pecado y me aparto de mis intentos por agradar a Dios con mis buenas obras.”
Pero con todo esto, ¿qué significa volverse a Cristo? Para ello, quiero invitarles a escuchar lo que dice la carta a los Romanos capítulo 10, versículo del 9 al 13: “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. Bueno, esto es lo que sucede bíblicamente; cuando creemos en Jesús, confesamos con la boca que Jesús es el Señor y creemos en nuestros corazones que Dios lo resucitó de entre los muertos.
La fe implica apartarse del pecado y de uno mismo para poder confiar en Jesús como Salvador y Señor. Todo esto se resume en que Dios a través de su Hijo hizo lo necesario para que seamos salvos porque claramente sabía que en nuestras propias fuerzas nunca lo íbamos a lograr. Para que no crezca nuestro ego diciendo que lo hicimos, si no para que reconozcamos nuestra necesidad de Él y así podamos restaurar nuestra relación con Él, ya que por el pecado estábamos separados. Esto es la fe de la que estamos hablando.
Para dejarlo claro, el arrepentimiento es más que sólo apartarse de mi pecado, es hacerlo también de mí mismo y reconocer al Señor como el centro de mi vida. En Romanos 10, 9 dice: “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Aquí creemos en Jesús como el salvador que murió por nosotros y nos sometemos a Él como el Señor que gobierna sobre nosotros. Y en el verso 12 del mismo capítulo dice: “Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan”. Porque no fue sólo para los que estaban en ese momento sino para toda la iglesia.
Ahora, déjame hacerte una pregunta: ¿sabes cuántas veces se menciona a Jesús como Señor en el libro de los Hechos?, pues lo mencionan 92 veces. ¿Sabes? Jesús no sólo debe ser visto como tu Salvador, Él también debe ser el Señor de tu vida. Pablo dijo en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. La fe bíblica se está alejando de nuestro pecado y de nosotros mismos, confesando nuestro pecado, muriendo a nuestro egoísmo y confiando en Jesús como Salvador y Señor. Cuando vivimos eso, nacemos de nuevo, tal y como está escrito en el evangelio de Juan capítulo 3 cuando Jesús habló con Nicodemo, un conocedor de la palabra de Dios y hay algo que quiero decirte al respecto. La historia de Nicodemo nos muestra que todo el conocimiento del mundo no es suficiente, sino la fe en lo que Dios nos dice.
¡Que hermoso es lo que vivimos cuando creemos en Jesús!, pero no les parece aún mejor cuando llevamos a otros a experimentar esto. Y por eso te pregunto: ¿has experimentado ese sentimiento de hablar de Dios a los demás? Si tu respuesta es no, entonces hay algo más que quiero preguntarte, ¿has puesto tu fe en Jesús?, es decir, ¿has muerto al egoísmo y confesaste tu pecado? Ahora, el objetivo tras mis preguntas es que, si no has recibido a Cristo como Señor y Salvador, lo hagas. No hay nada más que necesites hacer, Dios ha hecho todo para ti y para mí. Dios a través de Jesús ha conquistado al enemigo y nos ha declarado justos, nos ha redimido del pecado, todo por el amor incomparable que nos tiene y esta es la noticia que debemos comunicar. Pablo dice en Gálatas 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Aprendemos diariamente que lo que significa apartarse del pecado en nosotros mismos y confiar en Jesús como Salvador y Señor porque hay una batalla constante con el pecado en la vida cristiana, pero mientras tanto confiemos en Jesús como el Salvador.
Ahora, a través de estos programas hemos aprendido mucho más sobre quién es Él, qué ha hecho por nosotros y qué significa someterse a Él. Gracias a eso, nuestra fe está creciendo y continuará creciendo hasta que se termine nuestros días en la tierra. Ahora entendemos que Jesús es el único camino para llegar al Padre. Él nos ha restaurado para poder tener una relación con Dios. Creamos y arrepintámonos de todo corazón y no nos quedemos con esto como si fuese un tesoro, aunque lo es, si no compartámoslo con nuestros seres queridos.
Entonces, ¿cómo tejemos este hilo del Evangelio en la trama de nuestras conversaciones cotidianas y en una base diaria auténtica y natural?, ¿cómo compartimos la necesidad de la fe con las personas que nos rodean? Bueno, aprovecha cada oportunidad que tengas para contar una historia sobre lo que Dios ha hecho en tu vida. Necesitamos ser buenos para decirles a los demás, no solo lo que Dios ha hecho en la historia, sino lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. Entonces mi desafío para ti esta semana es compartir tu historia de cómo Dios te ha salvado a través de la fe en Cristo. Tal vez sea por teléfono, quizás sea por el almuerzo o el café. Independientemente de cómo quieras hacerlo, quiero desafiarte a que compartas tu historia, esta semana con otra persona que no conoce a Cristo. Permite que seas un instrumento de Dios para hacer su voluntad.
Ahora, antes de despedirme, quiero invitarte a que tomes nuevamente tu Biblia y vayas conmigo a Marcos capítulo 1, versos del 1 al 4 esto dice: “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas. Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados.”
Así que, te invito a que medites en esto durante el resto de tu día y empieza a involucrar a Dios en tus conversaciones diarias, dónde sea que te encuentres. Que Dios te bendiga.
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