Gracias por estar nuevamente con nosotros, es un privilegio contar con su sintonía, hoy continuaremos con el interesante tema que está desarrollando nuestro hermano David Logacho, “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo”, tenga su Biblia a mano y acompáñenos a conocer que es lo que Dios nos quiere decir acerca de esto.
I. Introducción: Saludos y bienvenida. Estamos estudiando el libro de Hechos, en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascenso, por medio del Espíritu Santo.
En nuestro último estudio bíblico, vimos a Pedro liderando el grupo de los discípulos que perseveraban unánimes en oración y ruego en el aposento alto en Jerusalén, como ciento veinte en número. Dios comenzó a responder la oración y guió a Pedro a sentar las bases para escoger al discípulo que iba a tomar el oficio de apóstol en reemplazo de Judas Iscariote. En ese momento había solamente once apóstoles. Es obvio que Dios quería que sean 12. Pedro mostró que todo lo que pasó con Judas Iscariote fue el cumplimiento de lo que se había profetizado en las Escrituras del Antiguo Testamento y que esas mismas profecías hablan de que alguien debía tomar el oficio de Apóstol, que dejó vacante Judas Iscariote. Esto nos coloca en lo que nos corresponde estudiar en esta ocasión. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 1:21-26. Aquí encontramos la necesidad reconocida y la necesidad resuelta. Vayamos a lo primero.
II. Permítame leer Hechos 1:21-22. La Biblia dice: Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.
Sobre la base de todo lo que Pedro expuso, es lógico que se torna necesario escoger el reemplazo de Judas Iscariote para completar el número de doce apóstoles. La persona escogida tenía que ser alguien que cumpla con dos requisitos fundamentales. El primero, tenía que haber estado junto con los apóstoles todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre ellos, desde el momento que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista hasta el momento que Jesús fue ascendido a la gloria de su Padre. Esto significa que debía ser alguien que acompañó a Jesús y a sus discípulos durante todo el tiempo que Jesús realizó su ministerio público en la tierra. El segundo requisito, tenía que ser alguien que había sido testigo personal de la resurrección del Señor. La resurrección era una pieza fundamental de la doctrina apostólica, de modo que todos los apóstoles puedan decir: Yo vi con mis propios ojos al Señor Jesucristo resucitado. Como notará amable oyente, no cualquier discípulo podía atribuirse el oficio de Apóstol de Jesucristo. Por un lado había que cumplir con los dos requisitos señalados y por otro lado, tenía que ser reconocido por los otros Apóstoles. Esto es bueno tomar en cuenta hoy en día cuando con asombro se constata el surgimiento de personas que se atribuyen a sí mismas el oficio de Apóstol. Los Apóstoles fueron los doce y nadie más. Cuando murió el último apóstol, el apóstol Juan, se extinguieron los apóstoles de Jesucristo. En segundo lugar, notamos como la necesidad fue resuelta.
III. Quisiera leer el texto en Hechos 1:23-26. La Biblia dice: Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
Entre los ciento veinte discípulos que estaban congregados en el aposento alto, había dos que cumplían con los requisitos para ser reconocidos como apóstoles. Pero solamente uno podía ser oficialmente aceptado como apóstol, o como uno de los doce apóstoles. No olvide que el número doce es exclusivo. No puede haber más y no puede haber menos. Uno de los que cumplía con los requisitos era José, llamado Barsabas. No se sabe mucho de este discípulo, aparte que su nombre significa uno que está por encima de los demás o uno que perdona. A José se le llamaba Barsabás. Este nombre significa: Hijo del día de reposo, tal vez en alusión a su celo por guardar el día de reposo, o tal vez nació en un día de reposo. ¿Quién sabe? José también tenía el sobrenombre de Justo. Esto significa: el que hace justicia. Los nombres y sobrenombres de este discípulo pesan mucho. Es muy posible que este discípulo haya estado viviendo a la altura del significado de sus nombres. Ilustrar con la historia de Alejandro Magno y el soldado desertor que también se llamaba Alejandro. Otro de los que cumplía con los requisitos era un discípulo llamado Matías. Este nombre significa: Regalo de Dios. Un escritor de la historia antigua llamado Eusebio dice que Matías era uno de los 70 a quienes el Señor envió de dos en dos delante de él. Así que los once apóstoles estaban en el dilema de escoger a uno de estos dos discípulos. Lo que hicieron es un gran ejemplo para nuestra vida. Ante el dilema, primero oraron. En la oración fueron claros y directos con Dios. Dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido. Los apóstoles no confiaban en su sabiduría ni en su intuición, ni en su olfato para hacer las cosas, sino en Dios. Dios es el único digno de confiar porque él ve lo que nosotros no podemos ver. Dios ve los corazones de todos. Los apóstoles querían discernir con precisión la voluntad de Dios. Cuando alguien se entrega a una oración tan ferviente como esta, para hacer la voluntad de Dios, es de esperar que Dios responda con gusto. Será Dios quien en realidad va a escoger el reemplazo de Judas Iscariote. En su oración, Pedro enfatiza que el escogido tomará parte del ministerio como apóstol, algo de lo cual cayó Judas Iscariote por transgresión para irse a su propio lugar. Esto muestra que Judas Iscariote fue a un lugar de tormento porque teniendo todas las oportunidades las desperdició y fue utilizado por Satanás para traicionar al Señor Jesús. Fue el mismo Señor Jesús quien durante la última cena dijo: A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. Pues bien, conforme a la costumbre de esa época en el judaísmo, los apóstoles echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías, y fue contado con los once apóstoles. Esto último ha traído más de un dolor de cabeza a muchos lectores de la Biblia. Ven en esto una especie de rifa o lotería o algún juego de azar y se escandalizan. Pero no hay razón para escandalizarse. Este método de discernir la voluntad divina era ampliamente reconocido y aplicado en el Antiguo Testamento. Proverbios 16:33 dice: La suerte se echa en el regazo;
Mas de Jehová es la decisión de ella.
Quien decide en último término es Jehová. Hoy en día ya no hace falta echar suertes porque tenemos la presencia del Espíritu Santo para guiarnos en el discernimiento de la voluntad de Dios.
IV. CONCLUSIÓN. Los apóstoles son doce y nadie más. Pablo es un caso especial. El fue comisionado por el Señor Jesús resucitado como apóstol a los gentiles.
Ante las disyuntivas de la vida, lo mejor es orar pidiendo discernir la voluntad de Dios. Dios contestará esta oración debidamente.
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