Es un gozo saludarle amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar lo que el Señor Jesús enseñó acerca de la obra del Espíritu Santo tanto en los que somos creyentes como en el mundo.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 16: 1-15. Para tomar en cuenta el contexto, recuerde que el Señor Jesús anunció a sus discípulos que por cuanto no son parte del mundo, el mundo les va a aborrecer, de la misma manera que el mundo aborrece al Señor Jesús. Sin embargo, el Señor Jesús también anunció a sus discípulos que no van a estar solos para enfrentar el aborrecimiento del mundo, porque el Señor Jesús va a enviar al Espíritu Santo, el Consolador, el cual procede del Padre, el cual dará testimonio del Señor Jesús. El Señor Jesús jamás ocultó la realidad del aborrecimiento del mundo hacia sus discípulos. Por eso pronuncia lo que tenemos en Juan 16: 1-hasta la primera parte del versículo 4. La Biblia dice: Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.
Joh 16:2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios.
Joh 16:3 Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.
Joh 16:4 Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.
Refiriéndose al aborrecimiento del mundo hacia sus discípulos, el Señor Jesús dice a sus discípulos que lo dio a conocer con la finalidad de que no tengan tropiezo. Esto significa que cuando vean el aborrecimiento del mundo, se acuerden de lo que les dijo el Señor Jesús, y no se sorprendan, o no tengan tropiezo, en el sentido de desanimarse o volverse atrás en cuanto a su fidelidad al Señor Jesús. Nosotros los creyentes hoy en día tenemos la misma advertencia, de modo que no debemos sorprendernos y desanimarnos cuando el mundo nos aborrezca. El Señor Jesús también dio a sus discípulos algunos ejemplos de la manera como el mundo les va a aborrecer. Podría ser por medio de ser expulsados de las sinagogas, con todas las consecuencias que esto implicaba en el mundo judío de aquella época y más grave aún podría ser por medio del martirio en manos de personas que estarán convencidas de que matando a los discípulos del Señor Jesús estarán rindiendo servicio a Dios, o rindiendo culto a Dios, como lo hacían los sacerdotes en el templo. Estas personas actuarán de esta manera porque no conocen o no tiene una relación íntima ni con el Dios el Padre ni con Dios el Hijo, el Señor Jesús. Son personas saturadas de religión, pero vacías de una relación personal con Dios. En este punto, el Señor Jesús cambió su enfoque. Ya no mira al aborrecimiento del mundo, sino a la persona y obra del Consolador, el Espíritu Santo. Note como lo hace. En primer lugar tenemos la afirmación del Señor Jesús sobre la persona del Espíritu Santo. Juan 16, desde la segunda parte del versículo 4 hasta el versículo 7 dice: Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.
Joh 16:5 Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?
Joh 16:6 Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón.
Joh 16:7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.
Joh 16:5 Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?
Joh 16:6 Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón.
Joh 16:7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Mientras el Señor Jesús estaba con sus discípulos Él se encargaba de protegerlos y animarlos en medio del aborrecimiento del mundo tanto hacia Él como hacia sus discípulos. Pero dentro de poco, el Señor Jesús se iba a ir a quien le envió, es decir a su Padre. En lugar de preguntar ¿A dónde vas? Los discípulos se pusieron tristes al saber que el mundo les iba a aborrecer de la misma manera que aborrece al Señor Jesús. La tristeza que experimentaban los discípulos se disiparía si los discípulos supieran lo que va a suceder una vez que el Señor Jesús vaya a su Padre. Lo que iba a suceder era tan bueno, que hablando en verdad, el Señor Jesús dijo a sus discípulos. Les conviene que yo me vaya. ¿Saben por qué? Porque si no me fuese, el Consolador, o el Espíritu Santo, no vendría a vosotros. Pero como me voy a mi Padre, yo les voy a enviar al Espíritu Santo. En esto se nota que el Espíritu Santo va a hacer entre los discípulos el mismo papel que hacía el Señor Jesús mientras estaba con ellos. Para que esto pueda cumplirse, el Espíritu Santo tiene que ser una persona tan divina, como divino es el Señor Jesús, una persona tan poderosa, como poderoso es el Señor Jesús, una persona tan sabia, como sabio es el Señor Jesús. El Espíritu Santo es la persona divina, que estará en sus discípulos cuando el Señor Jesús retorne a la gloria de su Padre. Para usar un término teológico, el Espíritu Santo es el vicario o el que hace las veces de Cristo en la tierra. Todo ser humano que se atreva a autocalificarse como el vicario de Cristo en la tierra, está en realidad pretendiendo suplantar a la gloriosa persona de Cristo. Usted sabe a quien me refiero. Dejando esto en claro, el Señor Jesús pasa a describir la función del Espíritu Santo, tanto en relación con el mundo, como en relación con los que somos creyentes. En cuando a la función del Espíritu Santo en relación con el mundo, Juan 16:8-11 dice: Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
Joh 16:9 De pecado, por cuanto no creen en mí;
Joh 16:10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
Joh 16:11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Cuando el Espíritu Santo venga, convencerá, o hará evidente al mundo, de tres cosas importantes. En primer lugar de pecado. No se refiere a cualquier pecado, sino al pecado que en último término conduce a una persona a la condenación eterna. Es el pecado de incredulidad, o el pecado de no creer en el Señor Jesucristo, y en consecuencia rechazarlo como Salvador. Por cuanto no creen en mí, dijo el Señor Jesús. No recibir al Señor Jesús como Salvador es lo mismo que rechazar al Señor Jesús. El Espíritu Santo convence al mundo de esto, pero inexplicablemente, son pocos en el mundo los que reconocen la necesidad de un Salvador y proceden a recibir a Cristo como Salvador. En segundo lugar, de justicia. Esto significa que el Espíritu Santo hace evidente en el mundo que el Señor Jesús es absolutamente justo y por tanto, una vez que cumplió con su obra en este mundo, volvió a su Padre y no fue visto jamás en este mundo. Mientras el Señor Jesús estuvo en este mundo, fue acusado de blasfemia, de engaño, de quebrantar la ley, y hasta de estar endemoniado, pero el Espíritu Santo convence al mundo de que nada de esto fue verdad, sino que el Señor Jesús es justo y por tanto está en la gloria de su Padre. En tercer lugar, de juicio. Esto significa que el Espíritu Santo hace evidente en el mundo que Dios traerá severo juicio sobre el pecador. El amo y señor de este mundo ha sido ya juzgado. En la cruz del Calvario, Satanás fue herido de muerte en la cabeza, y su destino eterno en el infierno es solamente cuestión de tiempo. Si el pecador no arregla su problema de pecado con Dios, también hará compañía a Satanas en el infierno. El Espíritu Santo está haciendo esta obra en este mismo momento. La mayoría de la gente cierra sus oídos a esta obra del Espíritu Santo, pero algunos responden a esta obra de convencimiento del Espíritu Santo y reciben al Señor Jesús como Salvador. Pero además de hacer esta obra en el mundo, el Espíritu Santo también hace una obra en sus discípulos. Note lo que dice Juan 16:12-15. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Joh 16:13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
Joh 16:14 El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Joh 16:15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
El Señor Jesús enseñó muchas cosas a sus discípulos mientras estuvo con ellos en esta tierra, pero aún así, había muchas cosas que no les dijo, porque en ese momento, cuando todavía no había venido el Espíritu Santo sobre los discípulos, no podían sobrellevarlas, o no estaban en capacidad de comprenderlas. Para esto era indispensable la obra del Espíritu Santo. Pero cuando venga el Espíritu Santo, Él les guiará a toda la verdad, porque el Espíritu Santo es también el Espíritu de verdad. El Espíritu Santo no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, es decir todo lo que proviene de Dios el Padre y del Señor Jesús. De esta manera, los discípulos llegarán a saber las cosas que habrán de venir. Esto se refiere a todo lo que Dios reveló a través de su Espíritu, a los apóstoles y ellos lo pusieron por escrito en lo que llamamos las epístolas y el libro de Apocalipsis. Un poco antes en el libro, en Juan 14:26, el Señor Jesús dijo que cuando venga el Espíritu Santo, recordará a los discípulos todas las cosas que el Señor Jesús les dijo. Esto garantiza que los Evangelios del Nuevo Testamento fueron inspirados por el Espíritu Santo, de modo que es el Espíritu Santo quien garantiza la veracidad y precisión de todo el Nuevo Testamento. Los Evangelios, Hechos, las Epístolas y el Apocalipsis. De esta manera, el Espíritu Santo glorifica o rinde honor al Señor Jesús, al tomar todo lo que es del Señor Jesús y hacerlo saber a sus discípulos. Lo que tiene el Señor Jesús es todo lo que tiene el Padre, por eso dijo que el Espíritu Santo tomará de lo suyo y lo hará saber a sus discípulos. En resumidas cuentas, la verdad que el Espíritu Santo hace saber a sus discípulos, es la única y absoluta verdad de Dios. Cuán agradecidos debemos estar por esta maravillosa obra de Dios mediante el Espíritu Santo.
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