Cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. Hemos llegado ya al capítulo 15. A este capítulo del evangelio según Lucas se le conoce como el capítulo de las cosas perdidas y las cosas encontradas, porque habla de una oveja perdida que es encontrada, una moneda perdida que es encontrada y un hijo perdido que es encontrado. En cada caso se produce gran gozo cuando se encuentra lo que se había perdido. En esta ocasión vamos a tratar el asunto de la oveja perdida.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas capítulo 15. Vamos a estudiar los versículos 1 a 7. Lo primero que notaremos es lo que motivó al Señor Jesús a pronunciar tres parábolas, la de la oveja perdida, la de la moneda perdida y la del hijo perdido. Esto se encuentra en Lucas 15:1-2. La Biblia dice: Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle,
Luk 15:2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
En el capítulo anterior a este, se nota que el Señor Jesús y sus discípulos estaban camino a Jerusalén, donde el Señor Jesús iba a ser crucificado. Lucas registra que grandes multitudes acompañaban al Señor y sus discípulos en su viaje a Jerusalén. Parte de esta muchedumbre estaba compuesta de publicanos y pecadores que estaban ávidos de oír al Señor Jesús. Publicano era el calificativo para un judío que estaba a servicio del imperio romano realizando el trabajo de recaudar los tributos que obligatoriamente tenían que entregar los judíos al imperio romano. No olvide que en este instante del tiempo el imperio romano dominaba el territorio de Israel. Los judíos en general y los fariseos y escribas en particular, despreciaban totalmente a los publicanos, porque los consideraban como traidores. Además los publicanos tenían la nada honrosa fama de ser corruptos hasta la médula. El mensaje del Señor Jesús cautivaba a personas como los publicanos y a los pecadores en general. Al ver al Señor Jesús rodeado de esta clase de gente, los fariseos y escribas murmuraban entre ellos. No podían entender cómo es posible que el Señor Jesús reciba o tenga contacto con gente tan mal catalogada por ellos. Más aún, cómo es posible que el Señor Jesús, no sólo reciba a pecadores, lo cual para ellos ya era algo muy malo, sino que con ellos coma. Comer con alguien era considerado como la mayor muestra de comunión con alguien en aquellos tiempos. Obviamente los fariseos y escribas no tenían la más mínima idea que el propósito del Señor Jesús para estar en el mundo era buscar y salvar lo que se había perdido, es decir a personas como los publicanos y pecadores y ciertamente también a los fariseos y escribas, porque ellos también estaban perdidos pero se negaban a reconocerlo. Estar perdido es algo terrible, pero más terrible es estar perdido y no saberlo. Este era el problema de los fariseos y escribas. Fue a raíz de todo esto, que el Señor Jesús proclamó tres parábolas. La primera es la parábola de la oveja perdida. El relato está entre los versículos 3 a 7 de Lucas 15. La Biblia dice: Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
Luk 15:4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
Luk 15:5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;
Luk 15:6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.
Luk 15:7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
Toda parábola tiene sus paralelos con los elementos de la verdad espiritual que se está enseñando. En este caso, el pastor de ovejas representa al Señor Jesús, el Buen Pastor. La oveja perdida representa a los publicanos y pecadores. La Biblia en general usa a la oveja para representar al hombre. Isaías 53:6 dice: Todos nosotros nos descarriamos como ovejas,(E) cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
La oveja es ingenua por naturaleza, fácilmente se desorienta. La oveja ignora los peligros que le rodean, fácilmente se mete en problemas. La oveja es incapaz de cuidarse a sí misma, necesita de alguien que vele por ella. La parábola habla de un pastor que tenía cien ovejas. Tal vez al caer la tarde y al llegar al redil donde el pastor pasaba la noche con sus ovejas, el pastor las contó como solía hacerlo cada día, y con preocupación notó que le faltaba una. El pastor conocía a todas las ovejas individualmente y sabía exactamente cual oveja era la que se había perdido. Ante lo sucedido, el pastor deja a las noventa y nueva en el redil en el desierto y sin siquiera pensarlo, su instinto de pastor le impulsa a salir en búsqueda de la oveja perdida. La búsqueda es incesante. El pastor no descansará hasta encontrar a su oveja perdida. La razón para esta búsqueda incesante es porque la oveja es de su propiedad. Él es responsable de ella. Él es el pastor. Además porque tiene gran compasión por su oveja. Sabe que estará asustada, hambrienta, con frío. Al pastor no le importa que la búsqueda se tenga que hacer en la noche, no le importa el hambre, no le importa el cansancio, no le importa descender a profundos valles, no le importa ascender montañas, no le importa cruzar ríos. No le importa nada. Lo único que quiere es encontrar su oveja y no cesará de hacerlo hasta encontrarla. Esto y más es lo que hizo el Señor Jesús, cuando dejó la gloria eterna junto a su Padre y vino a este mundo a buscar al pecador. El Señor Jesús estuvo dispuesto a todo, inclusive a morir, con tal de hallar lo que se había perdido. Volviendo al pastor de ovejas, en algún momento encuentra a su oveja que se había perdido. El pastor no la castiga ni le recrimina. No le dice: Toma, esto es lo que mereces por ser rebelde y por hacerme trabajar tanto. Tampoco le pone condiciones tal vez diciendo: Si vuelves a perderte no te volveré a buscar. El texto dice que la puso sobre sus hombros. Esto implica que la elevó del lugar donde estaba al lugar de privilegio. Era como si el pastor estuviera diciendo a su oveja: Este es tu lugar, eres mi oveja. La oveja ya no tuvo que caminar. Ya no tenía fuerzas. El pastor la llevó sobre sus hombros. La oveja encontró amor, seguridad y descanso. Cuando el pastor dejó a su oveja perdida en el redil con las demás ovejas, se fue a su casa, y a pesar de estar cansado por todo lo que tuvo que hacer para encontrar a su oveja, reúne a sus amigos y vecinos y hace fiesta, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Note amable oyente que el pastor no dijo: He encontrado una oveja que se había perdido, tampoco dice: He encontrado la oveja que se había perdido. Lo que dijo es: He encontrado mi oveja que se había perdido. Esto denota que había un vínculo tan especial entre la oveja perdida y el pastor. Ella era de él y él era de ella, por eso el pastor dice: Mi oveja. Pues, exactamente esto es lo que hace el Señor Jesús con el pecador. Dejando su hogar celestial vino a este mundo sumido en el pecado. Una vez aquí, fue menospreciado y finalmente entregado para morir crucificado. Pero eso no fue un precio demasiadamente alto para que él no lo pague. Lo hizo y de esa manera nos halló. Cuando nos encontró no nos castigó ni nos recriminó, sino nos tomó del fango del pecado y nos elevó hasta ponernos sobre sus hombros. En ese lugar, encontramos dignidad, sentido de pertenencia, seguridad, descanso, amor y todo lo demás. Pero no sólo nosotros como pecadores salimos beneficiados, sin también él mismo. Así como el pastor estuvo gozoso cuando halló a su oveja perdida, el Señor Jesús también rebosa de gozo cuando un pecador se acerca a él. Así como el gozo del pastor se extendió a sus amigos y vecinos, el gozo del Señor Jesús también se expande por todo el cielo. Por eso el Señor Jesús, finalizando la parábola dijo a sus oyentes: Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. Ahora los fariseos y escribas podían entender por qué el Señor Jesús estaba rodeado de publicanos y pecadores, los cuales le oían con verdadero deleite. Como Buen Pastor, el Señor Jesús estaba buscando a su oveja que se había perdido. Él vino a este mundo a buscar y salvar lo que se había perdido. En mi caso personal, el Señor Jesús me encontró cuando yo tenía catorce años. A partir de ese momento, disfruto de salvación, perdón de pecados, seguridad, descanso y todo lo demás. Pero ¿Qué de usted amable oyente? Si usted jamás ha recibido a Cristo como su Salvador, usted todavía es como oveja perdida. Tal vez no esté consciente de esto, pero esta es la realidad. No siga más en este deplorable estado. Este mismo instante, reciba a Cristo como su Salvador para disfrutar de todo lo que se encuentra en Él.
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