Qué bendición es para nosotros contar con su sintonía. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para guiarnos en el estudio de la segunda parte del capítulo 21 de Proverbios, en la serie que lleva por título: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal.
Es grato ir nuevamente a la palabra de Dios para alimentar el alma con la sabiduría celestial.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el capítulo 21 de Proverbios, versículo 17 donde dice: «Hombre necesitado será el que ama el deleite, y el que ama el vino y los ungüentos no se enriquecerá.»
Este proverbio es justo lo que necesita oír la persona frívola, la persona que vive sólo para el placer, la persona que vive sólo para rodearse de lujos. Una persona así debe saber que a la vuelta de la esquina acecha la pobreza, lista para caer sobre él. La Biblia no necesariamente condena el placer o la vida de comodidad, pero cuando los placeres y las comodidades de la vida se constituyen en lo más importante para una persona, entonces allí surge el problema. Esa persona terminará en la miseria.
Estoy seguro que tanto Usted como yo, sabemos de cantidad de casos de personas que teniendo una buena posición económica se fueron a la bancarrota económica cuando se dedicaron a dar rienda suelta al placer, a la buena comida, a agasajar el paladar con los mejores licores y a rodearse de lujos.
Proverbios 21:18 dice: «Rescate del justo es el impío, y por los rectos el prevaricador.»
El impío o el prevaricador diseña un plan para atrapar al justo o al recto, pero el resultado final es que el impío o prevaricador quedará atrapado en su propia trampa y el justo o el recto será librado. El mal que pensamos o deseamos para otros, ese mal nos vendrá a nosotros. Cuidado amable oyente con desear el mal a otros.
Ahora tenemos Proverbios 21:19 donde dice: «Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda.»
Esto es lo que diría un marido que está harto de los gritos, las peleas y el mal genio de su esposa. Meditando sobre su triste situación diría: Prefiero vivir en un desierto donde no hay ninguna comodidad, que en esta casa con todas las comodidades pero con una esposa que se pasa sólo en peleas y tiene un genio terrible. Así que, amiga oyente, no haga que su actitud impulse a su marido a querer vivir en un desierto.
Muy bien, ahora tenemos Proverbios 21:20 donde dice: «Tesoro precioso y aceite hay en la casa del sabio; mas el hombre insensato todo lo disipa»
Este proverbio confronta el despilfarro de los recursos que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado, bien sea la vida, el tiempo, el dinero, los bienes y tantas otras cosas más. Quien es sabio hará buen uso de estos recursos para traer gloria al nombre de Dios y de esa manera, obtendrá una buena recompensa de parte de Dios. Tendrá prosperidad.
El proverbio dice que en la casa del sabio habrá siempre tesoro precioso y aceite. Pero quien no es sabio, es decir el hombre insensato, despilfarrará lo mucho o poco que le ha sido dado para que administre y como consecuencia sufrirá la pobreza. Dios no lo premiará con abundancia, porque Dios sabe que lo va a despilfarrar. Seamos sabios en el uso de los recursos que Dios ha puesto a nuestra disposición.
Muy bien. Ahora tenemos Proverbios 21:21 donde dice: «El que sigue la justicia y la misericordia hallará la vida, la justicia y la honra.»
Aquí vemos un claro ejemplo de la benevolencia de Dios. Una persona que honestamente procura vivir en justicia y misericordia, es decir haciendo obras por amor, será recompensada con creces por Dios. Dice el proverbio que Dios le dará vida, se refiere a una vida abundante, y sobre eso, justicia, y honor. Una persona con estas características, tendrá también vida eterna, no por sus buenas obras, sino porque habrá recibido a Cristo como Salvador.
Luego tenemos Proverbios 21:22 donde dice: «Tomó el sabio la ciudad de los fuertes, y derribó la fuerza en que ella confiaba.»
Este proverbio muestra una de las muchas virtudes de la sabiduría. Tiene el poder de derribar las fortalezas levantadas por la humana sabiduría. Con sabiduría un hombre sabio conquista la ciudad de los poderosos y derriba el valuarte en que ellos confiaban. Una sentencia popular recoge esta verdad cuando dice: Más es cuestión de ciencia que de fuerza.
Viene ahora Proverbios 21:23 donde dice: «El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias»
Sabio consejo amigo oyente. Si recordáramos este consejo antes de hablar, nos ahorraríamos una cantidad de problemas. Guardar la boca y la lengua tiene que ver con meditar bien en lo que vamos a decir antes de decir. Tiene que ver con pensar antes de hablar. Esta sencilla pero importante práctica tiene la virtud de evitarnos angustias. Lo que enseña este proverbio es en extremo útil cuando por alguna razón estamos envueltos en una discusión. Guarde su boca y su lengua, de tal manera que no diga nada que añada leña al fuego para avivar la hoguera.
Tenemos ante nosotros ahora, Proverbios 21:24 donde dice: «Escarnecedor es el nombre del soberbio y presuntuoso que obra en la insolencia de su presunción.»
Una persona soberbia y presuntuosa es aquella que tiene un orgullo más grande que una montaña y se jacta de ello. Una persona así, obrará en la insolencia de su presunción. Una manera de decir que hará barbaridades controlado por su orgullo. La Biblia tiene un nombre para este tipo de persona. Se llama escarnecedor. Lo más cercano en nuestro diario hablar, tal vez sea: la palabra Insolente.
Tenemos ahora Proverbios 21:25 donde dice: «El deseo del perezoso le mata, porque sus manos no quieren trabajar.»
Este proverbio muestra el terrible dilema que enfrenta todo perezoso. Tiene muchos planes, muchas metas, muchos proyectos, pero su pereza es más grande que todos sus planes, metas y proyectos. La pereza le tiene inmovilizado. Por este motivo vive siempre frustrado, descontento, insatisfecho. Si persiste esta situación por mucho tiempo, el perezoso está en serio peligro de perder la vida. La pereza no es algo sin importancia, amable oyente. Si no nos ponemos en guardia en contra de ella, caeremos como víctimas a sus pies.
Viene luego Proverbios 21:26 donde dice: «Hay quien todo el día codicia; pero el justo da y no detiene su mano.»
El codicioso se pasa todo el día buscando formas de acrecentar sus bienes. En cambio el justo da con generosidad sin preocuparse de que va perder sus bienes. Lo sorprendente es que siempre tendrá en abundancia para dar en abundancia. Es la bendición de dar.
A continuación tenemos Proverbios 21: 27 donde dice: «El sacrificio de los impíos es abominación; ¡Cuánto más ofreciéndolo con maldad!»
Lo que dice este proverbio es muy profundo. Dios detesta los sacrificios de los que atesoran pecado en su vida. ¿Por qué? La razón es muy sencilla. Dios es santo y por tanto no puede recibir con agrado algo que viene de alguien que tolera el pecado en su vida. Si Dios aceptara sacrificios de los impíos significaría que Dios está siendo cómplice del pecado de ellos. Algo totalmente inadmisible.
Así que, detestable es ofrecer sacrificios a Dios sabiendo que hay pecado en el corazón, pero más detestable que eso es hacerlo con la intención de manipular a Dios para conseguir algo de él. Un hombre que vive en adulterio, por ejemplo, no debería jamás presentar a Dios un sacrificio para que Dios le ayude a que su esposa no descubra el hecho. Lo que condena este proyecto, en esencia, es la hipocresía religiosa.
Hipocresía religiosa es pretender ocultar la maldad por medio de cumplir con algún rito religioso. Hipócrita religioso es aquel que jamás da a Dios un lugar importante en su vida durante la semana y sin embargo, el domingo está sentado en el primer banco en el templo para dar la apariencia que es espiritual. Dios no acepta este tipo de conducta.
Sigue Proverbios 21:28 donde dice: «El testigo mentiroso perecerá; mas el hombre que oye, permanecerá en su dicho.»
Este proverbio tiene que ver con la veracidad de un testigo ante un juez o un jurado. El testigo que promete decir la verdad, pero intencionalmente la tuerce para obtener algún beneficio está auto imponiéndose una sentencia de muerte. Es muy probable que el juez o el jurado no detecte la mentira y se gane el litigio legal, pero hay alguien a quien no es posible engañar. Ese alguien es Dios y él castigará con severidad al testigo falso. Por otro lado, si el testigo dice la verdad, tal cual como lo oyó o lo vio, permanecerá para siempre. Decir siempre la verdad trae aparejado un sentido de absoluta seguridad.
A continuación tenemos Proverbios 21:29 donde dice: «El hombre impío endurece su rostro; mas el recto ordena sus caminos.»
Cuando este proverbio habla de endurecer el rostro se refiere a la obstinación en el error. Cuando el mismo proverbio habla de ordenar sus caminos se refiere a una vida de integridad. En esencia entonces, el proverbio nos está diciendo que el hombre impío es obstinado en el error, no importa a quien afecte. En cambio el hombre recto vivirá siempre en integridad.
Sigue a continuación Proverbios 21:30 donde dice: «No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo contra Jehová.»
Este proverbio ratifica la omnisciencia de Dios. Por más sabio o inteligente o astuto que sea el hombre, no puede de ninguna representar una amenaza para Dios. 1ª Corintios 3:19 dice al respecto: «Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: Él prende a los sabios en la astucia de ellos.»
Finalmente tenemos Proverbios 21:31 donde dice: «El caballo se alista para el día de la batalla; mas Jehová es el que da la victoria.»
En su afán por ignorar a Dios, el hombre piensa que el éxito en cualquier empresa depende de la meticulosidad de sus planes. Lo que dice este proverbio es que el hombre no debe confiar sólo en sus planes, sino en Dios, quien está por encima de los planes. Es bueno y necesario tener planes, pero siempre debemos estar conscientes de que Dios es más grande que nuestros más grandes planes y por tanto es Dios quien tiene la última palabra en el éxito o el fracaso de los planes.
El guerrero puede ser muy hábil para la batalla, y el caballo puede estar bien preparado para la guerra, pero la victoria depende de Jehová. Esta es la enseñanza de este proverbio. Que Dios nos motive a confiar más en él y menos en nosotros mismos o en nuestros planes.
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