Continuando con nuestra serie sobre la oración vamos a tocar el tema de la posición correcta para orar. Una vez un hombre estaba caminando por el filo de una profunda excavación. Sin darse cuenta, pisó una cuerda enrollada, quedando su pie atrapado, lo cual le hizo rodar hacia el vacio quedando suspendido por el pie cabeza abajo. En tan incómoda posición empezó a dar gritos pidiendo auxilio, pero sin que nadie escuchara su llamado. Cansado de gritar, decidió orar y de su boca salió la oración más ferviente que jamás haya articulado. Casi tan pronto como terminó de orar, una cuadrilla de trabajadores apareció por el lugar y fue rescatado sin mayores inconvenientes. Una vez repuesto del susto, empezó a razonar sobre lo sucedido y llegó a la conclusión que si hay oración que Dios escucha es aquella que se hace cabeza abajo. Veamos entonces que nos dice la Palabra de Dios sobre este asunto.
Antes de hablar de la posición correcta para orar es necesario desterrar de nuestras mentes el concepto errado que Dios se impresiona por nuestros actos externos para demostrar a los demás que somos más espirituales que ellos. El mejor ejemplo de la falacia de pensar que vamos a impresionar a Dios con nuestra labia o con nuestra postura súper piadosa, lo encontramos en la parábola del fariseo y del publicano, relatada por el Señor Jesucristo y cuyo registro lo tenemos en Lucas 18:9-14. El fariseo, puesto en pie oraba consigo mismo de esta manera. Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Vaya. Que generosa manifestación de piedad personal, dirían los otros fariseos. Pero veamos lo que dice Dios. En primer lugar, Dios ni siquiera escuchó la oración, porque dice que el fariseo oraba consigo mismo, no con Dios y en consecuencia el fariseo al no ser escuchado no descendió a su casa justificado sino con un pecado mas grande que el que ya tenia antes de orar. Sí, mi querido hermano, no piense que a Dios podemos impresionarle favorablemente cuando nos sacrificamos, entre comillas, adoptando una posición considerada piadosa para orar. Dios ni siquiera escucha muchas oraciones así. Quizá no sea tanto la postura en ciertos casos, sino a veces las actitudes o aun el tono de la voz. Es ilustrativo poner atención a muchos creyentes cuando oran. Por alguna razón inexplicable, cambia el tono de su voz, se vuelven ceremoniosos, usan palabras que jamás utilizarían en una conversación normal, en definitiva, es como si toda su personalidad cambiara. Una vez un hermano dijo en su oración: apelo a tu dignísimo sentido de propiciación infinita y a tu elevado propósito expiador para pedirte por tal y tal cosa. Luego otro hermano le preguntó ¿Qué querías decir con lo que dijiste? ¿Entiendes el significado de lo que dijiste? Este creyente respondió: No, pero suena bonito, ¿verdad? De esta manera, muchos de nosotros atentamos contra la sencillez de la oración, pensando que Dios nos va a oír con más agrado por las frases rimbombantes y huecas que utilizamos. Quizá sea por esta razón, lo hermoso que es oír orar a un recién convertido, por ser tierno todavía no ha incorporado a su vocabulario ciertas frases gastadas de otros creyentes y de esta manera, su oración es ni más ni menos que un ameno diálogo con Dios, en toda su transparencia y naturalidad posible. De modo que, salgamos de la falsa idea que teniendo ciertas posturas para orar o usando ciertas frases vamos a ser oídos por Dios más efectivamente. Es por esta causa que en la Biblia no existe ningún mandato para usar tal o cual posición para orar. No existe una regla dictada. En la Biblia encontramos casos de personas que oraron de pie. Por ejemplo el caso de Abrahán en Génesis 18:22 dónde de pie oraba al Señor en suplicante intercesión a favor de Sodoma y Gomorra. También tenemos el caso de Ana, la madre de Samuel quien según el relato de 1ª Samuel 1:26 oraba de pie junto al Sumo Sacerdote Elí, pidiendo por un hijo. También la Biblia relata casos de personas que oraron de rodillas. Tal es el caso de Salomón por ejemplo. 1ª Reyes 8:54 dice: «Cuando acabó Salomón de hacer a Jehová toda esta oración y súplica, se levantó de estar de rodillas delante del altar de Jehová con sus manos extendidas al cielo.» También fue la experiencia de David, quien en Salmo 95:6 hace una invitación con estas palabras: «Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.» El profeta Daniel también acostumbraba orar de rodillas. Daniel 6:10 dice: «Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.» Notemos que Daniel no se arrodilló para orar y así impresionar a Dios o a la gente que le rodeaba. El arrodillarse para orar era una costumbre que Daniel había adquirido mucho tiempo antes de este incidente. Un hermoso ejemplo de alguien que oraba de rodillas lo tenemos en el Señor Jesucristo. Lucas 22:41 dice: «Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró» Horas después de este hecho, Jesús fue traicionado y arrestado para ser entregado a sus verdugos. En la Biblia también encontramos casos de personas que oraron con sus rostros a tierra. Este es el caso de Abraham en Génesis 17:3 donde dice: «Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él» Esta forma de orar también la practicaron Moisés y Aarón según Números 16:22, donde dice así: «Y ellos se postraron sobre sus rostros, y dijeron: Dios, Dios de los espíritus de toda carne, ¿No es un solo hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación?” Es notable también reconocer que el mismo Señor Jesucristo en ocasiones oraba postrado sobre su rostro. Mateo 26:39 dice: «Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Una última posición para orar es con las manos levantadas, lo cual parece ser demostración de una actitud suplicante y buena voluntad para recibir. El rey Salomón adoptó esta postura para orar según el relato de 1ª Reyes 8:22 donde dice: «Luego se puso Salomón delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo, dijo…» En el Nuevo Testamento encontramos también un texto en el cual se habla de levantar las manos. Pero veamos lo que significa en realidad. Se encuentra en 1ª Timoteo 2:8 y dice así: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda» El argumento de Pablo es en el sentido que deben ser los varones quienes dirigen la oración publica en la iglesia local. Las mujeres también pueden orar según 1ª Corintios 11:14-15, pero el liderazgo en la oración pública ha sido restringido a los varones. Comprendemos el desacuerdo de algunas hermanas ante esto, pero como ha dicho un gran hombre de Dios, si hay algo que reclamar háganlo a Dios porque ha sido El quien ha establecido este principio. Para algunos judíos era una costumbre orar levantando las manos al cielo. Pero lo que está diciendo el apóstol es que lo que Dios busca no es una postura específica para la oración sino una postura del corazón. Esta postura del corazón tiene que ver con al menos tres características. Primero: levantando manos santas. Esto significa una vida santa. Una vida que odia el pecado y que si alguna vez cae en él no lo guarda sino lo confiesa y se aparta. Salmo 24:3-4 dice: «¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quien estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño.» Manos santas entonces se refiere en realidad a una vida limpia. 2ª Samuel 22:21 dice sobre el mismo asunto: «Jehová me ha premiado conforme a mi justicia; Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado». Si tenemos pecado en nuestras vidas, no poetemos esperar que Dios responda a nuestras oraciones. Salmo 66:18 dice: «Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado». Una segunda característica de una postura correcta del corazón para orar es sin ira. Esto significa que debemos estar en paz con los demás. Una persona que esta en constante problema con los demás, jamás verá que sus oraciones son respondidas. Mateo 5:23-24 dice: «Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda». La tercera característica de un corazón que adopta una postura correcta para orar es: sin contienda. Cuando tenemos ira en nuestro corazón a menudo la manifestamos en abierta oposición contra alguien. La ira guardada casi siempre conduce a una pelea. Los creyentes debemos aprender a disentir sin discutir y esto es un requisito indispensable para tener una adecuada postura de corazón para orar. Filipenses 2:14 dice al respecto: «Haced todo sin murmuraciones y contiendas». En conclusión entonces, la Biblia no establece una postura específica para orar. La posición tradicional de inclinar la cabeza y cerrar los ojos no se encuentra en ninguna parte de la Biblia, pero eso no significa necesariamente que sea algo maléfico. Lo correcto es que debemos utilizar cualquier posición que encontremos adecuada para cada situación. Por ejemplo cuando un varón ora públicamente en la congregación es conveniente que lo haga de pie para que todos oigan y puedan decir el Amén. Si está manejando su auto y siente la necesidad de orar, por favor no levante las manos ni cierre los ojos, porque cuando los vuelva a abrir es probable que ya este en la gloria.
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