Reciba un fraternal saludo amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar la primera de las cinco apariciones del Señor Jesús a sus discípulos que Juan relata en su evangelio.
Abramos nuestras Biblias en Juan 20:11-18. Como antecedente, recordemos que como vimos en nuestro estudio bíblico último, Pedro y Juan entraron al sepulcro temprano a la mañana del primer día de la semana después de la muerte y sepultura del Señor Jesús. Lo que vieron con detenimiento dentro del sepulcro les dejaron estupefactos. Los lienzos estaban puestos allí. Esto significa que estaba solo la carcaza con la forma del cuerpo del Señor Jesús, pero estaba vacía por dentro. El sudario que había estado sobre la cabeza del Señor Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Al reflexionar sobre estos hechos, Juan dice que vio y creyó. Creyó no sólo en que el Señor Jesús había resucitado sino también en lo que decía la Escritura, en cuanto a que era necesario que el Señor Jesús resucitase de los muertos. Una vez que creyeron esto, Pedro y Juan se retiraron del sepulcro para llevar las noticias a los discípulos. Aquí es donde se inscribe el pasaje bíblico que vamos a estudiar. La primera aparición del Señor Jesús resucitado fue a una mujer, a María Magdalena. En primer lugar, note el pesar de María Magdalena. Juan 20:11 dice: “Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro, y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;” Es obvio que Pedro y Juan no se cruzaron con María Magdalena, cuando salieron del sepulcro con la seguridad que el Señor Jesús había resucitado. Eso explica que María Magdalena haya estado fuera llorando junto al sepulcro. María Magdalena seguía pensando que alguien había robado el cuerpo del Señor Jesús. El llanto de María Magdalena no debe haber sido un llanto silencioso, sino ese lamento sonoro que es típico de los funerales en oriente medio. Esto refleja el estado de ánimo de María Magdalena. Las lágrimas que brotaban libremente de sus ojos, hablan a las claras de la profunda devoción y amor que esta mujer tenía hacia el Señor Jesús. Juan prosigue relatando que mientras lloraba, María Magdalena se inclinó para mirar dentro del sepulcro. Note en segundo lugar la presencia de los ángeles. Juan 20: 12 dice: “y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.” Juan no lo registra, pero es de imaginar que María Magdalena debe haber sorprendido mucho por lo que estaba viendo. Después de todo, encontrarse con ángeles no es asunto cotidiano. Interesante la presencia de ángeles en los momentos cruciales de la vida del Señor Jesús en este mundo. Los ángeles estuvieron presentes cuando el Señor Jesús nació en Belén de Judea y los ángeles estuvieron presentes también cuando resucitó de entre los muertos. Algo digno de notar es la posición en la que estaban los ángeles. Dice Juan que uno estaba sentado a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Esto nos hace pensar en los dos querubines que extendiendo sus alas cubrían con ellas el propiciatorio del arca del testimonio en el templo. La presencia de los ángeles en el sepulcro era como una lección sin palabras de que aquel que había resucitado era nada más y nada menos que Dios mismo, Emanuel, Dios con nosotros. Aparentemente María Magdalena se quedó sin palabras ante lo que estaba viendo dentro del sepulcro, porque fueron los ángeles quienes le dirigieron primeramente la palabra. Consideremos en tercer lugar, la pregunta de los ángeles. Juan 20:13 dice: “Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Esto es todo lo que los ángeles preguntaron a María Magdalena. Veamos en cuarto lugar cuál fue la respuesta de María Magdalena. Juan 20:13 prosigue diciendo: “Les dijo: Porque se han llevado a mis Señor, y no sé donde le han puesto.” María Magdalena expresó lo único que según ella explicaba la tumba vacía. Se han llevado a mi Señor. María Magdalena pensaba que alguien había robado el cuerpo del Señor Jesús. No sé donde le han puesto. María Magdalena se sentía impotente para saber a dónde había sido llevado el cuerpo del Señor Jesús. Fue en estas circunstancias que ocurrió el evento que transformaría totalmente a María Magdalena. Consideremos por tanto, en quinto lugar la aparición del Señor Jesús resucitado. Fue de una manera por demás interesante. Juan 20:14-16 dice: “Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; más no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)” María Magdalena estaba concentrada en su plática con los ángeles, cuando tal vez escuchó pasos detrás de ella, o de alguna manera percibió algún movimiento a sus espaldas. Instintivamente María Magdalena se volvió y vio que se trataba de Jesús, pero María Magdalena no sabía que era Jesús. ¿Cómo explicar esto? La Biblia no lo declara. Las posibles explicaciones son que el Señor Jesús resucitado ocultó su identidad, como lo haría más tarde en aquel mismo día con dos discípulos que caminaban a Emaús. Otra explicación es que como María Magdalena estaba llorando, sus ojos no percibían las imágenes con claridad. Otra explicación es que como todo esto estaba pasando muy temprano a la mañana, todavía estaba algo oscuro, y por este motivo María Magdalena no reconoció inmediatamente al Señor Jesús. Todo esto es mera suposición. El caso real es que María Magdalena no reconoció al Señor Jesús resucitado. Fue el Señor Jesús quien inició la plática con una pregunta: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? María Magdalena persistía en su idea que alguien debe haberse llevado el cuerpo del Señor Jesús y no sabía dónde estaba. Pensando que el Señor Jesús era el hortelano, o la persona encargada de cuidar el huerto donde se encontraba el sepulcro, María Magdalena dijo al Señor Jesús, sin saber que era Él: Señor si tú lo has llevado, dime dónde le has puesto y yo lo llevaré. Pobre María Magdalena. Su teoría sobre lo que pudo haber pasado con el cuerpo del Señor Jesús, le tenía tan atrapada, que ahora pensaba que pudo haber sido el hortelano quien se ha llevado del sepulcro el cuerpo del Señor Jesús. Le estaba pasando lo mismo que suele pasarnos a nosotros, cuando nuestro propio razonamiento nos conduce a un estado de suma aflicción y de esa manera nos privamos de ver las cosas de una manera diferente. La respuesta del Señor Jesús resucitado fue simplemente una palabra. El nombre de María Magdalena. Le dijo: ¡María! María Magdalena era una de las ovejas del Pastor, el Señor Jesús. El mismo Señor Jesús dijo que sus ovejas oyen su voz y a sus ovejas llama por su nombre y las saca. Esto se cumplió en María Magdalena. Tan pronto escuchó al Señor Jesús resucitado pronunciar su nombre, inmediatamente supo que era el Señor Jesús. Volviéndose hacia él, María Magdalena le dijo ¡Raboni! Es la palabra que María Magdalena utilizaba para referirse al Señor Jesús. Esta palabra significa Maestro. Aquí tenemos la primera ocasión que el Señor Jesús resucitado se presenta ante un ser humano. Fue ante una mujer. Esto es digno de tomarlo muy en cuenta. En aquellos tiempos las mujeres eran tenidas muy en poco en la sociedad judía, pero después de su muerte, una vez resucitado el Señor Jesús se manifestó primeramente ante una mujer. Esto debe ser muy significativo para todas las mujeres en todos los tiempos. En sexto lugar tenemos la reacción de María Magdalena. Juan 20:17 dice: “Jesús le dijo: No me toques, porque aun no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre, y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” Tan pronto María Magdalena reconoció al Señor Jesús, y le dijo ¡Raboni! Debe haberse abalanzado hacia él como para evitar que se vaya. La expresión que se ha traducido como: No me toques, denota que María Magdalena estaba aferrada al Señor Jesús, asiéndolo con fuerza. Por eso en realidad, el Señor Jesús le dijo: Deja de asirme. La gran pregunta es ¿Por qué? El Señor Jesús simplemente dijo a María Magdalena, porque aun no he subido a mi Padre. Esta respuesta del Señor Jesús ha dado pie a cantidad de interpretaciones muchas de ellas inverosímiles. Pero lo único que el Señor Jesús estaba diciendo al María Magdalenas es: Ahora no es el momento para que me tengas tan cerca de ti como quisieras, porque todavía no he subido a mi Padre. El Señor Jesús dijo esto, porque una vez que suba a su Padre, descendería el otro Consolador, el Espíritu Santo, el representante de Cristo, quien iba a estar con sus discípulos y en sus discípulos para siempre. Por lo pronto, María Magdalena tenía una misión importante que cumplir. Tenía que ir a los discípulos del Señor Jesús, a quienes el Señor Jesús llama sus hermanos, para decirles que estaba por subir a su Padre quien es el mismo Padre que sus discípulos o sus hermanos, esto es, a su Dios, quien es el mismo Dios de sus discípulos o sus hermanos. Esto fue algo que el Señor Jesús lo anunció a los suyos antes de su muerte y estaba todo listo para que se cumpla en el tiempo establecido por el Padre celestial. Finalmente tenemos la obediencia de María Magdalena. Juan 20:18 dice: “Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que le había dicho estas cosas.” María Magdalena debe haber dejado de asir con fuerza al Señor Jesús, y en cumplimiento de lo que el Señor Jesús le había pedido, salió hacia donde estaban los discípulos con dos cosas importantes para decirles. La primera, que había visto cara a cara al Señor Jesús resucitado. La segunda que el Señor Jesús resucitado le había dicho que iba a su Padre y al Padre de sus discípulos, a su Dios y al Dios de sus discípulos. Aquí tenemos a una mujer que en cuestión de poco tiempo pasó de la tristeza a la felicidad, de la duda a la seguridad, de la oscuridad a la luz. ¿Qué es lo que operó semejante cambio? Pues el Cristo resucitado. El fue quien hizo la diferencia. Es la misma persona que quiere hacer una gran diferencia en su vida, amiga, amigo oyente. Lo único que necesita para dejar de ser un pecador condenado y llegar a ser un pecador perdonado, es recibir al Señor Jesús como su Salvador. No tarde más en tomar esta decisión. Si espera podría ser demasiado tarde. Que el Señor le bendiga.
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