Damos gracias al Señor por el privilegio que nos brinda de estar junto a usted, amiga, amigo oyente a través de esta emisora amiga. En instantes más se unirá a nosotros David Logacho para traernos un estudio bíblico en la primera epístola de Pablo a los Corintios, en la serie que lleva por título: Un mensaje oportuno para una iglesia en crisis.
Si tiene una Biblia cerca, ábrala en 1 Corintios 4:1-5. Como antecedente, recordará que el apóstol Pablo dejó en claro que los siervos de Dios no deben ser el objeto de devoción de los creyentes en las iglesias locales.
Cristo Jesús debe ser el único objeto de la devoción de los creyentes en la iglesia local. Veamos como deben ser vistos los siervos del Señor por los creyentes en las iglesias locales y cómo los siervos del Señor deben verse a ellos mismos en las iglesias locales.
Lo primero que notamos es el manifiesto del apóstol. 1 Corintios 4:1 dice: «Así pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.»
Los creyentes en particular y los hombres en general debían ver a Pablo y a los demás colaboradores como simples servidores de Cristo. La palabra que se ha traducido como «servidores» corresponde a la palabra griega «huperétas» que es la palabra que se usaba para referirse a los esclavos de menor categoría que existían en el mundo del primer siglo.
Estos esclavos eran los que remaban en el nivel más bajo de una embarcación a remos. Algunos de ellos morían en sus puestos por la fatiga, la mala alimentación y el maltrato de los capataces.
Así es como Pablo quería que los hombres le vean tanto a él como a los demás colaboradores. No había motivo alguno para elevarlos a los altares de adoración. Pero la humildad abre siempre el camino hacia la exaltación. Pablo por tanto dice: También deben considerarnos como administradores de los misterios de Dios.
La palabra administradores es la traducción de la palabra griega «oikonómous» que significa mayordomos, personas encargadas de administrar los bienes de su amo. Los bienes que tenían que administrar eran los misterios de Dios.
Interesante que Dios confía la administración de sus misterios a creyentes que primeramente se han humillado al punto de verse a ellos mismos como los más ordinarios esclavos. Dios jamás confiará la administración de sus misterios a los creyentes arrogantes, a los creyentes que se creen las estrellas del equipo de Dios.
Cuando la Biblia habla de misterios, no se está refiriendo a algo que no se puede entender a cabalidad. Un misterio en el sentido bíblico es simplemente una verdad importante que ha estado oculta en la mente de Dios hasta el momento que es revelada a sus siervos escogidos para ese propósito. La Biblia habla de varios misterios, muchos de los cuales tienen relación directa con la iglesia de Cristo.
Habiendo dicho esto, consideremos en segundo lugar, el mandato del apóstol. 1 Corintios 4:2 dice: «Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.»
Así es como los administradores deben verse a ellos mismos, como hombres fieles. Cuando el mundo hace una evaluación de los hombres, se fija exclusivamente en la inteligencia, la sabiduría, la riqueza, el éxito. Pero Dios es diferente. Él está más interesado en la fidelidad de los hombres.
Cuando este texto habla de fidelidad se está refiriendo a una obediencia total al Señor Jesucristo. Fidelidad también tiene que ver con abrir la palabra de Dios, y sacar a la luz los maravillosos misterios de Dios de modo que la gente pueda apreciar con claridad todo lo que Dios le ha concedido en Cristo.
A los ojos de Dios, vale más un pastor que ministra con fidelidad a un puñado de creyentes en algún paraje solitario, que el pastor que ministra a miles, pero para agradarse a sí mismo, en alguna gran metrópoli.
Si usted es un ministro del Señor ¿Está siendo fiel, sobre todas las cosas? Recuerde que Dios no le evaluará por las grandes obras que esté haciendo para él, sino por la fidelidad hacia él.
Algo digno de notarse en el apóstol Pablo es que él nunca pedía a otros hacer algo que él no lo estaba haciendo. Por eso es que debemos considerar el modelo del apóstol. 1 Corintios 4:3-4 dice: «Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aún yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.»
Conforme a lo que ha dicho anteriormente, Pablo está afirmando que con tal de ser fiel al Señor en la administración de los misterios de Dios, le tiene sin cuidado el hecho que sus mensajes sean o no sean del agrado de la gente. Los corintios apreciaban sobremanera la elocuencia, la oratoria y algunos otros dones espirituales espectaculares y al referirse a Pablo llegaron a la conclusión que la presencia corporal es débil, y la palabra menospreciable, pero Pablo decía: Eso no me afecta en lo absoluto, porque lo que yo les compartí fue la verdad de los misterios de Dios y eso es lo que en definitiva cuenta para el Señor.
Su opinión sobre mí y sobre mis palabras no me importan en absoluto. Parece como si Pablo estuviera pecando de arrogancia, pero no hay tal, simplemente está aseverando que lo que a Dios impresiona de sus ministros es su fidelidad a él, no cualquier otra cosa. Inclusive Pablo dice: Aun si se reuniera un tribunal humano formado por connotados hombres y ellos también llegaran a la conclusión que mi presencia corporal es débil y mi palabra menospreciable, eso no me afecta en lo absoluto, porque lo que yo hago no es para que los hombres me aplaudan sino para que Dios sea honrado al declarar las maravillas que están encerradas en los misterios de Dios.
Más allá todavía, también me tiene sin cuidado que yo mismo piense que debo hacer algo diferente a lo que el Señor me ha pedido, porque no estoy aquí para hacer mi voluntad, o para hacer las cosas a mi manera, sino para hacer la voluntad del Señor y para hacer las cosas a la manera del Señor.
Siguiendo esta línea de pensamiento, Pablo aclara que de nada tiene mala conciencia. Esto significa que hasta dónde él sabe, no está abrigando malas motivaciones en su corazón para hacer lo que estaba haciendo. Pero inclusive esta evaluación que él mismo se hace no es lo que va a servir para ser justificado o declarado justo. ¿Por qué? Pues porque quien tiene la última palabra es el Señor no él. Cuan importante es que los que servimos al Señor tomemos en cuenta este modelo de Pablo.
Con pesar en el corazón constatamos que muchos ministros del Señor dan demasiada importancia a lo que otros piensan de ellos y ajustan o modifican su ministerio para obtener comentarios favorables de las personas a quines ministran. Operan bajo el miedo de que si dicen lo que deben decir, la gente se va a ir de la iglesia y ellos van a perder su arduamente ganada fama y ciertamente las ofrendas.
Pero, ¿debe ser así? El veredicto de Pablo es: Por mi parte, muy poco me preocupa que me juzguen ustedes o cualquier tribunal humano.
Finalmente Pablo hace una conclusión a todo lo que ha venido diciendo. Consideremos el mandamiento del apóstol. 1 Corintios 4:5 dice: «Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.»
Lo que básicamente está ordenando Pablo es que ningún creyente se atreva a usurpar el trono desde el cual el Señor juzgará las obras de los creyentes, en el tribunal de Cristo. Es algo muy serio intentar encaramarse a un sitio que solamente corresponde al Señor Jesucristo, y esto es justamente lo que pasa cuando los creyentes se ponen a juzgarse entre ellos en cuanto a lo que están haciendo en la obra del Señor.
Muy mal que alguien diga: Tal o cual siervo del Señor hace lo que hace para agradarse a sí mismo. ¿Cómo lo sabemos? ¿Podemos ver lo que hay en el corazón de este siervo del Señor? Por supuesto que no. Entonces no lo juzguemos.
De la misma manera, está muy mal que alguien diga: Todo lo que hace tal o cual siervo del Seño es para el Señor. ¿Cómo lo sabemos? ¿Podemos ver lo que hay en el corazón de este siervo del Señor? ¿No será que todo lo que está haciendo es para agradar a los hombres o para agradarse a sí mismo?
Por eso es muy pertinente el mandamiento de Pablo: No juzguéis nada antes de tiempo. El tiempo se refiere al momento cuando Cristo Jesús evaluará las obras de los creyentes en el tribunal de Cristo.
Este será el momento cuando se aclare todo lo que por ahora está oculto por las tinieblas. Este será el momento cuando se manifiesten con claridad meridiana las intenciones que estaban en el corazón cuando hicimos tal o cual cosa para el Señor. En este momento se sabrá si lo que hicimos provino de un sincero amor al Señor y de un deseo de agradar al Señor o de un deseo de figurar o de complacer a los hombres. En este momento se sabrá si lo que sobre edificamos fue comparable a oro, plata, piedras preciosas, o comparable a madera, heno hojarasca.
El fuego de la omnisciencia de Cristo Jesús probará todas las obras que los creyentes hicieron mientras estaban en el cuerpo. Aquellas obras hechas por amor al Señor y para agradar al Señor pasarán la prueba de fuego porque son comparables al oro, plata, piedras preciosas, que no se destruyen con el fuego. Estas obras serán las que Dios tome en cuenta para premiar a los que las hicieron.
Cuidado con juzgar las motivaciones de los siervos del Señor, amable oyente.
LA BIBLIA DICE… es un ministerio sin fines de lucro, que se mantiene gracias a las oraciones y ofrendas de los hermanos que comprometidos con la gran comisión han decidido apoyarnos, si Usted desea tener parte en esto, contáctese con nosotros para indicarle la forma de hacerlo y… antes de finalizar el programa de hoy quiero invitarle a visitar nuestra página Web y conocer la respuesta a la PREGUNTA DEL Mateo 7:1 dice que no debemos juzgar a otros, pero Levítico 19:15 dice: con justicia juzgarás a tu prójimo. ¿No le parece contradictorio? Nuestra dirección es: labibliadice.org Bendiciones y le esperamos en nuestra próxima edición.
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