Es grato saludarle amiga, amigo oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad trataremos la primera parte del encuentro entre el Señor Jesús con una mujer de Samaria.
Prosiguiendo con el estudio del evangelio según Juan, su autor ha presentado una variedad de argumentos para cumplir con el propósito que tenía al escribir este evangelio. El propósito es que los lectores crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida eterna en su nombre. Lo último que registró Juan a este respecto fue la potestad del Señor Jesús para salvar o condenar. Los que en él creen, o lo reciben como Salvador tienen vida eterna. Los que no, están condenados a ser objeto de la ira de Dios. Juan 3:36 dice: El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Concordante con esto, Juan introduce un episodio lleno de significado, en el cual el mismo Señor Jesús se identifica claramente como el Cristo, o el Mesías de Israel, con la capacidad para transformar totalmente la vida de una mujer pecadora, otorgándole perdón de pecado y vida eterna. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan capítulo 4. El pasaje bíblico que vamos a estudiar va desde el versículo 1 hasta el versículo 42. En esta ocasión vamos a enfocarnos sobre la primera parte, entre los versículos 1 a 15. Juan 4:1-3 dice: Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan
Joh 4:2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),
Joh 4:3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.
Como vimos en nuestro estudio bíblico último, el ministerio del Señor Jesús estaba en franco crecimiento en la región de Judea, mientras el ministerio de Juan el Bautista estaba en franco decrecimiento en la misma región. El Señor Jesús, o mejor dicho, sus discípulos, estaban bautizando a más personas que Juan el Bautista. Juan es cuidadoso en aclarar que el Señor Jesús no bautizaba, sino sus discípulos. Los fariseos, quienes ya manifestaban antipatía hacia el Señor Jesús, estaban muy perplejos por el crecimiento inusitado del ministerio del Señor Jesús y es probable que hayan estado tramando hacer algo al respecto. El Señor Jesús por tanto consideró oportuno salir de Judea y volver a Galilea. Es en estas circunstancias donde comienza a gestarse este episodio. Juan 4:4 dice: Y le era necesario pasar por Samaria.
La ruta más corta y directa entre Judea y Galilea era atravesando por una región que se llamaba Samaria, pero los judíos de aquel tiempo evitaban esta ruta porque no querían contaminarse pisando territorio de Samaria y teniendo contacto con los samaritanos. Así es amigo oyente. Los judíos despreciaban a los samaritanos. La razón es porque siglos antes, cuando las diez tribus de Israel del norte fueron conquistadas por el imperio Asirio, los Asirios enviaron al exilio a la mayoría de la población, pero dejaron un remanente en la parte norte de Samaria. Al mismo tiempo, los Asirios trajeron gente de otras partes del mundo a ocupar el territorio de Samaria. Con el tiempo, los que quedaron en Samaria se mezclaron con los gentiles que llegaron a Samaria y de esas uniones provienen los samaritanos. Tenían sangre judía mezclada con sangre gentil. Los samaritanos abandonaron la adoración a Jehová en Jerusalén y establecieron su propio lugar de adoración a Jehová en el monte Gerizim localizado en Samaria. Esta es la razón por la cual los judíos despreciaban a los samaritanos. Los judíos que querían viajar de Judea a Galilea en el tiempo del Señor Jesús, se desviaban por un camino más largo que atravesaba la región de Perea, para evitar pasar por Samaria. Pero el Señor Jesús, como el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios, comienza a derribar barreras, en este caso, la barrera de los prejuicios raciales, y esa es la razón por la cual Juan dice que le era necesario pasar por Samaria. El Señor Jesús tenía buenas razones para esto, como vamos a ver más adelante. En su omnisciencia, el Señor Jesús sabía que allí en Samaria había una mujer que desesperadamente necesitaba de él. A continuación, Juan presenta el encuentro del Señor Jesús con la mujer samaritana. Juan 4:5-8 dice: Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.(A)
Joh 4:6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.
Joh 4:7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.
Joh 4:8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.
Sicar quedaba en Samaria, en la ruta de Jerusalén a Galilea. Estaba junto al territorio que Jacob, dio a su hijo José. En esa zona había un pozo muy famoso, conocido como el pozo de Jacob. Juan dice que cansado del camino, el Señor Jesús se sentó junto al pozo a descansar. En esto se nota la humanidad del Señor Jesús. Como cualquier ser humano, experimentaba cansancio. No olvide que el Señor Jesús es 100% hombre y al mismo tiempo 100% Dios. Como Juan formaba parte del grupo que acompañaba al Señor Jesús, dice que esto sucedió a la hora sexta. Si Juan se refiere a la forma judía de contabilizar el tiempo, sería las 12 del día. Si se refiere a la forma romana de contabilizar el tiempo, sería las 6 de la tarde. En todo caso, a esa hora una mujer de Samaria llegó al pozo de Jacob a sacar agua. Según los que saben sobre las costumbres de aquella época en aquel lugar, afirman que las mujeres iban en grupo a sacar agua del pozo. El hecho que esta mujer haya ido sola al pozo a sacar agua indicaría que esta mujer no se sentía bien en compañía de otras mujeres o que tal vez era rechazada por otras mujeres. Más adelante se hará obvia la razón para esto. En este punto el Señor Jesús derriba otra barrera. La barrera de género. En aquellos tiempos, los hombres no dirigían la palabra a mujeres en público. Pero al Señor Jesús no le importó nada de esto. Simplemente vio en la mujer a una persona necesitada y estuvo dispuesto a suplir esa necesidad. El Señor Jesús buscó la forma más adecuada para iniciar una conversación. En su caso fue pidiendo a la mujer agua para beber. El pedido era muy legítimo, porque el Señor Jesús estaba solo, por cuanto sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar algo para comer. Además de cansado, el Señor Jesús estaba sediento y hambriento. Otra evidencia de su perfecta humanidad. La puerta quedó abierta para que esta mujer reciba algo que jamás imaginó que recibiría. Note lo que dice Juan 4:9-15: La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.(B)
Joh 4:10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Joh 4:11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
Joh 4:12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
Joh 4:13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
Joh 4:14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Joh 4:15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
La mujer samaritana reconoció que no era normal que un judío hable con un samaritano y peor con una mujer samaritana. Estaba consciente que los judíos y samaritanos no se tratan entre sí. La respuesta del Señor Jesús fue que si la mujer samaritana supiera que quien le pidió de beber es el don de Dios, o el regalo de Dios al mundo, para que el mundo sea salvo por él, ella pediría y él estaría dispuesto a darle agua, no cualquier agua sino agua viva. La mujer samaritana no captó esto del agua viva, y simplemente pensó en el agua del pozo. Por eso respondió al Señor Jesús: Señor, no tienes con qué sacar agua de este pozo, que es muy hondo, ¿cómo entonces me podrías dar el agua viva? ¿Acaso tú eres mayor que nuestro ilustre antepasado Jacob, quien nos dio este pozo, del cual bebieron sus hijos y sus ganados? En este punto, el Señor Jesús explicó lo que quiso decir cuando habló del agua viva. Dijo a la mujer: El agua de este pozo calma la sed física, por un tiempo, pero el agua viva, el agua que yo te podría dar, es agua que quita la sed espiritual, de modo que quien bebe esta agua viva jamás vuelve a tener sed espiritual, sino que más bien, será una fuente de agua que salte para vida eterna. Pensando que el Señor Jesús estaba hablando de algún tipo de agua que una vez que se toma no hace falta volver a tomarla, la mujer dijo al Señor Jesús: Dame esa agua, porque eso haría más fácil mi vida. Como ya no tendría sed jamás, no tendría necesidad de venir a este pozo cada día para sacar agua. La mujer samaritana no se daba cuenta que el agua viva de la cual el Señor Jesús estaba hablando no era agua literal, sino que el Señor Jesús estaba hablando de todas las bendiciones que recibe el alma del ser humano a través de la fe en Él. En este punto, el Señor Jesús va a mostrar que para recibir esta agua viva, la mujer samaritana necesitaba primeramente reconocer su pecado, pero esto será el tema de nuestro próximo estudio bíblico.
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