Qué gozo es para mí compartir este tiempo junto a usted amable oyente. Le saluda David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. En nuestro último estudio bíblico, vimos a Juan el Bautista predicando en la región contigua al Río Jordán. Esto fue el cumplimiento de lo que se había profetizado sobre él en el Antiguo Testamento, y que fue ratificado por el ángel cuando anunció el nacimiento de Juan el Bautista a su sorprendido padre, Zacarías. El mensaje que predicaba Juan el Bautista era un llamado al arrepentimiento para perdón de pecado. Esto era indispensable porque el reino de los cielos se había acercado. El Rey estaba pronto a manifestarse en este mundo en la persona del Señor Jesús. En el estudio bíblico de hoy examinaremos la reacción de la gente que oía el mensaje que predicaba Juan el Bautista.
Cuando alguien predica un mensaje evangelístico, siempre se producen varias reacciones en la gente que lo escucha. Algunos reconocen su pecado, y arrepentidos reciben a Cristo como Salvador, otros se muestran indiferentes hacia su necesidad espiritual y lo que hizo el Señor Jesucristo por ellos, otros manifiestan un rechazo frontal a reconocer que son pecadores necesitados de perdón porque según ellos no han hecho mal a nadie. No es de sorprenderse por tanto, que había personas así entre los que oían el mensaje de Juan el Bautista. Algunos recibían la palabra de Juan el Bautista de corazón, con sinceridad y arrepentidos por su pecado se hacían bautizar por Juan el Bautista. Estos tal vez eran una minoría. Había otros, quienes no ponían mucho interés en lo que decía Juan el Bautista. Como se dice: Les entraba por una oreja y les salía por la otra. Estos tal vez eran unos cuantos más. Pero la mayoría estaba formada por aquellos que tal vez se ofendían al oír que Juan el Bautista les invitaba al arrepentimiento para perdón de pecado. Pensaban que por ser judíos, descendientes de Abraham, no les hacía falta ningún arrepentimiento, a pesar de las malas obras que hacían. Es a este grupo de personas a quienes Juan el Bautista dirige duras palabras. Juan el Bautista era el tipo de predicador que decía las cosas tal como son, sin dorar la píldora para quedar bien con la gente. Con esto en mente permítame leer lo que dice Lucas 3:7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras!(B) ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
La gente estaba loca por escuchar a Juan el Bautista, pero cuando él les hablaba de arrepentimiento para perdón de pecado, muchos eran indiferentes o de plano lo rechazaban. Sólo unos pocos se arrepentían y eran bautizados. La mayoría pensaba que lo predicaba Juan el Bautista no era para ellos. Sabiendo esto, Juan el Bautista les dice: ¡Oh generación de víboras! Esto refleja el carácter de la gente que pensaba que el mensaje de Juan el Bautista no era para ellos. Esta gente pensaba que por el sólo hecho de ser descendientes de Abraham iban a escapar o huir del juicio de Dios por el pecado. A esto se refiere la frase: ira venidera. Juan el Bautista insiste en la necesidad de arrepentimiento para perdón de pecado, pero no un arrepentimiento sólo de labios para afuera, sino un arrepentimiento genuino que se manifiesta en un cambio radical de la manera de vivir. Note lo que dice Lucas 3:8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre;(C) porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
Es totalmente errado pensar, como pensaban ellos, que por ser descendientes de Abraham, ya tenían resuelto el problema de librarse del castigo por el pecado. El perdón del pecado se obtiene no por ser descendiente de Abraham sino por hacer lo que Abraham hizo cuando creyó a Dios y le fue contado por justicia. Estos judíos por tanto debían tener fe en la persona y obra de Dios y esa fe, si es genuina, debía manifestarse en lo que Juan el Bautista llama, frutos dignos de arrepentimiento. Más adelante mostrará a qué se refiere cuando habla de estos frutos dignos de arrepentimiento. Dios en su soberanía puede convertir un corazón de piedra en un corazón que cree. Dios es tan poderoso que no significa ningún problema para él levantar hijos de Abraham a partir de objetos inanimados, como las piedras, cuanto más de personas como aquellos judíos que tenían su corazón endurecido como una piedra. Si los judíos que pensaban que el mensaje que predicaba Juan el Bautista no era para ellos, debían saber también que estaban en serio riesgo de recibir el castigo por su impiedad. Observe lo que dice Lucas 3:9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.(D)
El castigo por la vida de pecado estaba por caer sobre esos incrédulos judíos. La figura que presenta Juan el Bautista es de un leñador, que ha tomado su hacha bien afilada, y la ha levantado para hacerla caer sobre el tronco del árbol que va a derribar. El hachazo es inminente. Así de inminente era el castigo que Dios iba a traer sobre los judíos incrédulos que estaban rechazando el mensaje de Juan el Bautista. Estos judíos eran comparables a un árbol que no da buen fruto. Lo único que se podía hacer con un árbol así, es cortarlo de raíz y utilizar su madera para hacer fuego. La historia muestra que unos cuarenta y dos o cuarenta y tres años después de lo que predicó Juan el Bautista, cayó el hacha sobre la raíz del árbol. El hachazo cayó en forma de una terrible invasión del ejército romano a la ciudad de Jerusalén en el año 70 DC, la cual destruyó la ciudad, el templo, mató a millones y millones más tuvieron que abandonar sus tierras y vivir en el exilio. Con Dios no se puede jugar amable oyente. Si Dios advierte de un juicio inminente, ese juicio va a venir más temprano que tarde. En este punto de su mensaje, Juan el Bautista quita su mirada de los judíos que pensaban que lo que él predicaba no era para ellos, y la pone sobre los tal vez pocos judíos que recibieron el mensaje, se arrepintieron y fueron perdonados de su pecado. Estos judíos hicieron algunas preguntas importantes. Esto lo vemos en Lucas 3:10-14. La Biblia dice: Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos?
Luk 3:11 Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
Luk 3:12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados,(E) y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
Luk 3:13 El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.
Luk 3:14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
El arrepentimiento genuino se manifiesta no sólo en un cambio de mente, o en un cambio de la manera de pensar sobre el pecado y sobre la santidad de Dios, sino también en un cambio de conducta. Si alguien dice que está arrepentido de su pecado, pero sigue practicando ese pecado, en verdad no ha habido ningún arrepentimiento genuino. Esto es justamente lo que dijo Juan el Bautista a los que recibieron su mensaje, se arrepintieron y fueron bautizados. La gente le preguntaba: ¿Qué haremos? Juan el Bautista les respondió: Dejen de vivir sólo para ustedes mismos. Vivan pensando en los demás. Por ejemplo, si tienen dos túnicas y ven que alguien no tiene ninguna, denle una túnica sin cobrar nada. Si tienen que comer y ven a alguien que no tiene, denle de comer. Interesantes que entre los que recibieron el mensaje de Juan el Bautista y fueron bautizados había algunos publicanos. Un publicano era un judío que estaba a servicio del imperio romano. Esto hacía que los publicanos sean muy mal vistos por los judíos. Eran los traicioneros de la causa judía. Por su parte, los publicanos hacían todo lo posible para ganarse el odio y antipatía de los judíos. Eran corruptos hasta la médula. Pero cuando se arrepintieron, Dios les perdonó de su pecado y ahora querían saber qué es lo que debían hacer. Juan el Bautista les dijo: Sean honestos con los impuestos que tienen que cobrar a la gente. Interesante que Juan el Bautista no cuestionó el trabajo de los publicanos al servir a los romanos, sino que simplemente pidió que sean honestos, que no exijan más de lo que se les ha ordenado. Algunos que se arrepintieron de su pecado eran soldados, tal vez al servicio de Herodes Antipas. Ellos también preguntaron a Juan el Bautista: ¿Qué haremos? La respuesta para ellos fue triple. Primero: No extorsionen a nadie. Segundo, no calumnien a nadie y tercero, conténtense con su salario. En los tres casos, se nota que debe haber un cambio de mente y un cambio de conducta como resultado. Estos son los frutos dignos de arrepentimiento, de lo que habló Juan el Bautista anteriormente. Si no existe un cambio de conducta tampoco ha existido arrepentimiento. En nuestro próximo estudio bíblico seguiremos estudiando el mensaje de Juan el Bautista.
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