Es un gozo compartir este tiempo junto a Usted. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Proseguimos con la serie titulada: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal. En esta ocasión, David Logacho continuará mostrándonos las joyas espirituales del capítulo 3 de Proverbios.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Proverbios capítulo 3.
Seguimos extrayendo las joyas espirituales de este maravilloso cofre de joyas espirituales que es Proverbios capítulo tres. Vamos a estudiar la última parte de este capítulo. Entre los versículos 27 a 35. Esta parte se puede dividir en dos secciones.
La primera comprende los versículos 27 al 30 que básicamente tiene que ver con la relación con el prójimo.
La segunda comprende los versículos 31 a 35 que básicamente tiene que ver con la relación con los impíos.
La primera joya de la primera sección, se encuentra en el versículo 27 donde dice: «No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo.»
Esto tiene que ver con la disposición de hacer el bien hacia las personas con quines tenemos algún tipo de obligación. Por ejemplo, un jefe hacia sus empleados. Un padre hacia su familia. Un profesor hacia sus estudiantes. Un pastor hacia su congregación. Un ciudadano hacia las autoridades de su país, etc.
La sabiduría celestial aconseja no negarse a hacer el bien a las personas hacia quienes tenemos alguna obligación. No siempre será posible complacer lo que estas personas quieren, por eso el texto dice: cuando tuvieres poder para hacerlo.
Poniendo en práctica este proverbio, un jefe debería tratar bien a sus empleados y debería pagarles lo que es justo y siempre a tiempo. Por otro lado, un padre de familia debería suplir para todas las necesidades, tanto espirituales como emocionales y físicas de todos los miembros de su familia.
Hablando de la provisión material, por ejemplo, 1 Timoteo 5:8 dice: «porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.»
También, un profesor debería satisfacer las necesidades de aprendizaje de sus estudiantes. Debería estar bien preparado para dictar sus clases, porque de otra manera estará entregando menos de lo que se espera de él. Un pastor igualmente, debería pastorear su grey con amor pero también con firmeza.
La responsabilidad de los pastores es múltiple. Ser negligente con estas responsabilidades contradice el mandato de Dios de hacer el bien a quien es debido. Los gobernantes que tienen temor de Dios deberían orientar sus decisiones a favorecer a la gente más necesitada. Son ejemplos de hacer el bien a quien es debido.
¿Está haciendo el bien a quien es debido? Sería bueno que identifique las personas ante quienes Usted tiene alguna responsabilidad y honestamente evalúe si está cumpliendo con lo que ellos esperan de Usted.
La segunda joya está en el versículo 28 de Proverbios donde dice: «No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve, y mañana te daré, cuando tienes contigo qué darle.»
Se trata de una persona a quien otra persona en necesidad pide ayuda. La sabiduría celestial dice: Si tienes contigo lo que la persona en necesidad está pidiendo, no le envíes con las manos vacías. Dáselo ese mismo momento. La entrega inmediata de lo que estamos en capacidad de dar, es honesto por un lado y es algo que honra a Dios por otro lado.
Eso es lo que enfatiza la ley de Moisés, por ejemplo en Deuteronomio 24:14-15 donde dice: «No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades; en su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida; para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado.»
Pudiendo pagar a tiempo el jornal, este mal patrono dice al jornalero: Ven mañana para que recibas por lo que has trabajado hoy. Esto es lo que cuestiona este proverbio y la Biblia en general.
La tercera joya está en Proverbios 3:29 donde dice: «No intentes mal contra tu prójimo que habita confiado junto a ti.»
Se trata de un fuerte llamado a la fidelidad hacia las personas que están cerca de nosotros. De una u otra manera, las personas que tenemos cerca, habitan confiadas junto a nosotros. La sabiduría divina dice: Cuidado con intentar algún mal en contra de esas personas.
En el caso de los esposos, debemos ser siempre fieles a nuestras esposas. Cuidado con andar enamorando a otras mujeres. En el caso de las esposas, igual. Deben ser siempre fieles a sus esposos. Una esposa jamás debe permitir el galanteo de otros hombres. Los padres deben ser siempre fieles a sus hijos. Jamás deben pensar siquiera en hacer algo malo en contra de ellos. De la misma manera, los hijos deben mostrar fidelidad hacia los padres.
Qué triste es ver como muchos hijos son infieles a sus padres cuando éstos llegan a la vejez y ya no pueden valerse por ellos mismos. Claro, ahora que ya no se puede obtener nada de ellos, porque entregaron todo a sus hijos, ahora hay que desecharlos como si fueran un trapo sucio.
Fidelidad hacia las personas que tenemos cerca, es lo que espera la Biblia de cada uno de nosotros. Cuidado con intentar hacer algo malo en contra de las personas que confían en nosotros.
La cuarta joya está en Proverbios 3:30 donde dice: «No tengas pleito con nadie sin razón, si no te han hecho agravio.»
Vivir en paz con todos es un bien sin igual. Además es un mandato para los que tememos a Dios. Observe lo que dice Romanos 12 «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres»
Dios quiere que vivamos siempre en paz con todos los hombres. Desdichadamente no siempre es posible por cuanto vivimos en un mundo sumergido en el pecado. Por eso Pablo dice: Si es posible, en cuanto dependa de vosotros. De modo que, mientras esté a nuestro alcance, debemos procurar vivir en paz, no sólo con otros creyentes sino con todos en general. Si a pesar de todo nuestro esfuerzo, alguien se empeña por estar enemistado con nosotros, entonces ya no es nuestra culpa. Dios conoce nuestro corazón y sabrá que no ha faltado por nosotros.
Por eso dice el autor de Proverbios: No tengas pleito con nadie sin razón. Un hijo de Dios no debe ser un buscapleitos. Es preferible ceder, a meterse en un lío del cual no saldremos sino con alguna grave pérdida.
No le vaya a pasar lo que le sucedió a un amigo mío. Un día, iba manejando su vehículo, y al llegar a una esquina, otro conductor imprudente, por decir lo menos, no respetó la señal de pare y por poco choca contra el auto que manejaba mi amigo. Para colmo, este conductor siguió su camino como si nada hubiera pasado. Repuesto del susto, mi amigo comenzó a perseguir al conductor descuidado, para reclamarle por su mala manera de conducir. Luego de unos instantes de persecución, le dio alcance y le obligó a detenerse. Mi amigo salió de su auto furioso y comenzó a gritar al culpable. En eso, este hombre abrió la puerta y se bajó del auto. Era poco menos que un gigante. Medía algo así como dos metros y pesaba más de cien kilos. Mi amigo es flaco y bajo de estatura. El gigante lo levantó como a un muñeco y le metió una paliza como para no olvidarse jamás. Luego volvió a su auto y se alejó, mientras mi pobre amigo hacía lo posible para reponerse de las heridas. Moraleja: Si es posible, en cuando dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. Es bueno para el alma, ¡y también para el cuerpo!
Dicho esto, entramos a la segunda sección del pasaje bíblico. Tiene que ver con la relación con los hombres impíos. Proverbios 3:31-35 dice: «No envidies al hombre injusto, ni escojas ninguno de sus caminos. Porque Jehová abomina al perverso; mas su comunión íntima es con los justos. La maldición de Jehová está en la casa del impío, pero bendecirá la morada de los justos. Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores, y a los humildes dará gracia. Los sabios heredarán honra, mas los necios llevarán ignominia.»
El mundo está lleno de hombres impíos, y a decir verdad, materialmente hablando, no todos los impíos están en bancarrota. La mayoría tiene esas tres cosas que el mundo cataloga como esenciales. Salud, dinero y amor.
Al mirar la prosperidad de los impíos, es posible que algún creyente se sienta algo inquieto. A ver, ¿cómo es esto? Yo que estoy tratando de agradar a Dios con mi vida, no tengo ni de lejos lo que tiene tal o cual persona que no tiene ningún temor de Dios. Es a este tipo de creyentes a quienes principalmente se dirige esta porción de los proverbios.
La sabiduría divina dice: No envidies al hombre injusto. Cuidado vayas a andar por sus caminos. Debe haber una razón poderosa para esta advertencia. Por medio cuatro paralelismos antitéticos, el autor del libro de Proverbios muestra la razón para esto.
Primero, por la actitud de Dios hacia el impío y hacia el justo. Dice el texto que Jehová abomina al perverso, pero la comunión íntima de Jehová es con los justos. ¿Qué vale tener salud, dinero y amor, sin poder tener comunión con Dios?
Segundo, por la maldición de Dios sobre los impíos y la bendición de Dios sobre los justos. El texto dice que la maldición de Jehová está en la casa del impío, pero la bendición está en la morada de los justos. En el mundo, el impío parece que fuera próspero en todo sentido, pero cuando salga de este mundo, si no arregla su problema de pecado con Dios, le espera condenación eterna. En cambio, es posible que en este mundo, un justo no tenga nada, pero cuando salga de este mundo, el justo disfrutará de bendición eterna. La bendición eterna no resulta de haber sido pobre en el mundo. La bendición eterna es el resultado de ser justo, lo cual se consigue cuando se recibe a Cristo como Salvador personal.
Tercero, por el castigo que recibirán los impíos y la recompensa que recibirán los justos. El texto dice: Jehová escarnecerá a los escarnecedores, pero a los justos dará gracia. No tiene sentido envidiar el castigo que espera a los impíos, aunque por ahora estén disfrutando de prosperidad material.
Cuarto, por cuanto los impíos llevarán ignominia, mientras los justos llevarán honra. Los impíos serán recordados por su impiedad aún después de muertos, pero los justos serán honrados por su integridad, aún después de muertos. Al mirar las cosas desde esta perspectiva no tiene sentido envidiar la prosperidad de los impíos.
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