Es un gozo saludarle amigo oyente y darle la bienvenida a nuestro estudio bíblico de hoy en la primera Epístola del apóstol Pedro. Esta carta ha sido dedicada a mostrarnos lo que encierra la verdadera gracia de Dios. Lo último que vimos fue que la verdadera gracia de Dios capacita a una esposa para sujetarse a su marido, aunque éste sea una persona incrédula y por tanto difícil de soportar. En el estudio bíblico de hoy, David Logacho nos mostrará que la verdadera gracia de Dios también capacita a un esposo para vivir sabiamente con su esposa, aun cuando ésta sea una persona incrédula y por tanto difícil de soportar.
En nuestro estudio último tratamos acerca del papel o la función de la esposa en el hogar. La Biblia dice que las esposas se sujeten a sus maridos. Esto no es tarea fácil para una esposa, especialmente si el esposo es incrédulo y en consecuencia actúa como un tirano hacia su mujer. Pero la verdadera gracia de Dios entra en acción para capacitar a una esposa creyente para lograrlo. Avanzando en nuestro estudio de la primera Epístola de Pedro, vamos a dejar atrás a las esposas y vamos a enfocarnos en los esposos. Ahora nos toca el turno a nosotros, los casados. Así como en los inicios del cristianismo había casos de esposas creyentes casadas con esposos incrédulos porque las esposas se habían entregado al Señor antes que los esposos, también había casos de esposos creyentes casados con esposas incrédulas porque los esposos se habían entregado al Señor antes que las esposas. Pedro tiene en mente a esposos en esta situación principalmente y para ellos dirige su mandato, que se encuentra en 1ª Pedro 3:7 donde dice «Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo» Recordemos que Pedro estuvo hablando acerca de las esposas y ordenando que se sometan a sus esposos. Al quitar su mirada de las esposas y ponerla sobre los esposos, dice: Vosotros maridos, igualmente. Detengámonos aquí por un instante. Con estas palabras, Pedro está estableciendo un principio fundamental para la buena marcha de una relación esposo-esposa. El principio es este: Así como la esposa debe someterse al esposo, el esposo también debe someterse a la esposa. Esto no es nada extraño porque otro apóstol, llamado Pablo también ordenó lo mismo. Efesios 5:21 dice «Someteos unos a otros en el temor de Dios» Por supuesto que la forma de sumisión es diferente tanto para la esposa como para el esposo, pero eso no significa que los dos no deban someterse mutuamente. Ya hemos visto que la esposa se somete al esposo reconociendo que el esposo es la cabeza de la relación mutua. ¿De qué forma se someterá el esposo a la esposa? Pues eso es justamente lo que Pedro trata en este texto. Vamos a ver que en primer lugar, la sumisión del esposo a la esposa se manifiesta en vivir con ella sabiamente. Recuerde que Pedro tiene en mente a un esposo que tiene una esposa incrédula, no porque el creyente se casó con una incrédula, sino porque siendo los dos incrédulos, el esposo se entregó al Señor antes que la esposa. Pedro dice, esposo, sométase a su esposa por medio de vivir con ella, no piense jamás en abandonarla por cuanto ella es incrédula. Estamos hablando de que el esposo asuma su papel de ser la cabeza de la relación con su esposa y que no ceda ese privilegio. Cuando un esposo tiene una esposa incrédula y ella es un estorbo idóneo en lugar de ser una ayuda idónea, el esposo piensa que lo mejor para él será abandonar a su esposa incrédula. Pedro dice: No lo haga. Viva con ella. Más aún, viva con ella sabiamente. Esto significa no solamente more con ella bajo el mismo techo, sino estudie detenidamente la situación para tomar las mejores decisiones para beneficio de su esposa. Bueno, esto es fácil decirlo, pero no es tan fácil vivirlo en la práctica. Imagine a un esposo creyente que tiene una esposa incrédula que se revela contra él, le falta al respeto, no cumple su función como esposa, etc. Lo que más deseará un esposo en estas condiciones será abandonar a una esposa así para que su vida sea menos complicada. La orden del apóstol Pedro, es, en lugar de abandonarla, haga de ella un caso de estudio y busque la forma de vivir con ella de la mejor manera posible. La verdadera gracia de Dios puede capacitar a un esposo así para conseguirlo. Además, amigo oyente, no solo los creyentes casados con una esposa incrédula deben atesorar este mandamiento, sino también los esposos creyentes que somos casados con esposas creyentes. Jamás debemos pensar que abandonar a nuestras esposas nos hará la vida más fácil. Pedro dice: Vivid con ellas sabiamente. En segundo lugar, Pedro va a mostrar que la forma de que un esposo se someta a su esposa es por medio de darle honor como a vaso más frágil. El dar honor a la esposa tiene que ver con varias cosas, amigo oyente. Número uno, significa tomar la responsabilidad de sustentarla espiritualmente, emocionalmente y físicamente. Número dos, significa que la opinión de la esposa debe ser tenida muy en cuenta en la toma de decisiones en la pareja. Número tres, significa que debe haber confianza para delegar a la esposa el cuidado de los asuntos del hogar. Número cuatro, significa que el esposo no debe denigrarla en público ni en privado. Número cinco, significa que el esposo no debe obligarla a cometer actos que atenten contra su dignidad. Número seis, significa que el esposo no debe ser áspero con ella. Todo esto y quizá aún más, significa el dar honor a una esposa. Pero Pedro está refiriéndose a algo muy particular y por demás importante. Dice: dando honor a la mujer como a vaso más frágil. Toda esposa lleva una etiqueta invisible en la cual se puede leer: Frágil, manéjese con cuidado. A decir verdad, los esposos tenemos la tendencia a tratar a nuestras esposas como si fueran alguien de nuestro mismo sexo. Pensamos que pueden hacer el mismo esfuerzo físico que nosotros, pensamos que pueden reaccionar emocionalmente de la misma manera que nosotros, pensamos que responden sexualmente de la misma manera que nosotros, etc. Esto es desconocer que existen diferencias a veces sutiles que cuando son ignoradas son fuente de conflicto permanente. Las esposas son un vaso más frágil. Me hace pensar en algo hermoso que con solo tocarlo se puede echar a perder. Cuidado esposos con mirar a las esposas como máquinas para mantener limpia la casa, cuidar de los hijos y mantener abrigada la cama. En tercer lugar, un esposo se somete a su esposa cuando considera que ella es coheredera de la gracia de la vida. Esta expresión tiene que ver con que la esposa es el ingrediente infaltable para la generación de la vida o la gracia de la vida. Un hombre no puede traer al mundo una vida sin la participación de su esposa. Pensar que sin la intervención conjunta de los dos no puede haber origen de la vida, debe traer gran respeto de un esposo creyente hacia su esposa aún cuando ella sea incrédula. Pero la expresión la gracia de la vida, también puede tomarse en el sentido del placer que comparten los esposos en la intimidad del sexo. El esposo debe estar consciente que tanto él como ella, han recibido de Dios, un regalo que solo puede ser usado entre los dos. Esto debe producir en el esposo creyente una devoción sincera hacia su amada esposa. Las esposas, amigo oyente, no son objetos para producir placer sexual, son coherederas de este placer y por tanto tiene igual derecho que nosotros de disfrutarlo a plenitud. Esta es la manera como un esposo creyente se somete a su esposa, no importa si ella es creyente o incrédula. No estoy diciendo que vivir esta verdad en la práctica sea sencillo. Desafortunadamente nuestra naturaleza caída nos incita a abandonar a nuestras esposas, a descuidar sus necesidades, a maltratarlas, a abusar de ellas. ¿Hay esperanza para cambiar esta situación? Gracias a Dios que sí. La verdadera gracia de Dios capacita a un creyente para someterse de esta manera a su esposa. Todo esto tiene una recompensa. Pedro termina diciendo: Para que vuestras oraciones no tengan estorbo. Esto es por demás interesante. El que un esposo falle en vivir con su esposa sabidamente, dándole honor como a vaso más frágil y como a coheredera de la gracia de la vida, está erigiendo un enorme obstáculo para sus oraciones al Señor. A veces los esposos hemos ofendido, maltratado, abusado, humillado, etc. a nuestras esposas y sin embargo, sin haber hecho las paces, nos ponemos el manto de espiritualidad y oramos al Señor por algo. Podemos estar seguros que esta oración no llegará a su destino por el estorbo existente. Si queremos eliminar obstáculos para nuestra oración aprendamos a apreciar y tratar bien a nuestras esposas.
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