Qué bendición estar nuevamente junto a Usted amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. En esta oportunidad veremos como opera la incredulidad encegueciendo la visión espiritual de los incrédulos.
Abramos nuestras Biblias en Juan 9: de 13 a 23. A manera de introducción recordemos que el Señor Jesús hizo un extraordinario milagro en un día de reposo al otorgar la vista a un hombre ciego de nacimiento. La manera de realizar el milagro fue de lo más novedosa, porque el Señor Jesús escupió en el suelo e hizo barro con su saliva, luego untó con este barro los ojos del ciego y le ordenó lavarse en el estanque de Siloé. El ciego cumplió a la perfección con lo que el Señor Jesús le ordenó, y al instante recibió la vista. De esta manera, el Señor Jesús hizo tres obras que según la ley de los fariseos, no estaba permitido hacer en un día de reposo. Estas obrar fueron hacer barro, untar, y realizar un milagro. A los fariseos no les importaba en absoluto que un hombre ciego de nacimiento haya recibido la vista, lo que les importaba es que, según ellos, el Señor Jesús había quebrantado la ley del día de reposo. Aquí es donde se inserta el pasaje bíblico que vamos a estudiar el día de hoy. Lo primero que notamos es el primer interrogatorio de los fariseos al que había sido ciego. Juan 9:13-15 dice: Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
Joh 9:14 Y era día de reposo[a] cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
Joh 9:15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo.
Entre sus muchas responsabilidades, los fariseos tenían que investigar las cosas que se consideraban como milagrosas. No hay nada de cuestionable por tanto en que la gente haya llevado ante los fariseos al hombre que había sido ciego. Juan hace referencia a que el Señor Jesús hizo este milagro en un día de reposo. La ley que Dios dio a Moisés establecía que se debía guardar el séptimo día de la semana, y algunos otros días también, como día de reposo, pero no especificaba con precisión lo que se podía o no se podía hacer en un día de reposo, porque había ciertas cosas que no se podía dejar de hacer en un día de reposo, como comer por ejemplo. De esto se aprovecharon los judíos, para introducir su propia lista de lo que se podía y no se podía hacer en un día de reposo. Eran leyes de hombres mas no de Dios. Así que, esta vez, los fariseos preguntaron al hombre que había sido ciego, cómo había recibido la vista. El ciego respondió de la misma manera que lo hizo cuando la gente le formuló la misma pregunta, el hombre respondió simplemente relatando lo que pasó: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. En segundo lugar, tenemos la primera reacción de los fariseos. Juan 9:16 dice: Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo.[b] Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.
La respuesta del hombre que había sido ciego causó disensión entre los fariseos. Esto significa que había división entre ellos. Refiriéndose al Señor Jesús, algunos de ellos llegaron a la conclusión que no puede proceder de Dios, porque no se ajustaba a las leyes que ellos mismos habían implantado, en cuanto a lo que no está permitido hacer en un día de reposo. Pero otros, tal vez los que tenían al menos algo de sentido común se hacían la pregunta: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Se referían al milagro de hacer que un ciego de nacimiento reciba la vista. Ya en otras ocasiones, el Señor Jesús había sido motivo de división entre la gente. También hoy en día, la gente se divide en cuanto al Señor Jesús. Cuando alguien decide seguir al Señor, algunos se oponen y otros están de acuerdo. En tercer lugar tenemos el segundo interrogatorio de los fariseos al hombre que había sido ciego. Juan 9:17 dice: Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.
Los fariseos tenían su opinión sobre el Señor Jesús, no estaban del todo de acuerdo entre ellos, pero les interesaba mucho saber cuál era la opinión del hombre que recibió el beneficio del milagro. Por eso le preguntaron: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? El que había sido ciego no sabía mucho sobre el Señor Jesús, aparte del milagro que realizó en él, pero esto fue suficiente para reconocer que el Señor Jesús era profeta. Los profetas del pasado en Israel tenían la capacidad para realizar milagros. Todavía faltaba mucho para que el ciego reconozca que el Señor Jesús es más que profeta. Muy pronto llegaría a saberlo. Pero estaba en el camino correcto. La incredulidad de los fariseos comenzó entonces a manifestarse. A pesar de tener al que había sido ciego ante sus propios ojos, comenzaron a dudar, tal vez pensando que estaban siendo engañados y que era un impostor. Por eso llamaron a los padres del hombre que había sido ciego. En cuarto lugar, tenemos el interrogatorio de los fariseos a los padres del que había sido ciego. Juan 9:18-19 dice: Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista,
Joh 9:19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
Tuvieron que venir los padres del hombre que había sido ciego, para comprobar que verdaderamente se trataba del hombre que había nacido ciego de nacimiento y que había recibido la vista. Los fariseos les hicieron dos preguntas: ¿Es este vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? Y ¿Cómo pues, ve ahora? Veamos la respuesta de los padres del que había sido ciego. Se encuentra en Juan 9:20-23. La Biblia dice: Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;
Joh 9:21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.
Joh 9:22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.
Joh 9:23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
A la primera pregunta, la más sencilla, los padres respondieron afirmativamente diciendo: Sabemos, o estamos seguros, que este es nuestro hijo y que nació ciego. Los fariseos ya podían saber que el hombre a quien habían interrogado no era un impostor. A la segunda pregunta, los padres del hombre que había sido ciego respondieron con evasivas. Dijeron que no sabían como es que su hijo había recibido la vista y tampoco sabían quien había hecho posible que reciba la vista. Ellos lo sabían todo, pero no querían decirlo. Acto seguido, como se afirma en el argot popular, pasaron la pelotita a su propio hijo cuando dijeron a los fariseos: Preguntadle a él, edad tiene, él hablará por sí mismo. ¿A qué se debe todo este aire de secretismo, por parte de los padres del que había sido ciego? Pues al temor que tenían a los judíos. Lo que pasa es que los judíos, es decir los líderes del pueblo de Israel, ya habían acordado que si alguno manifestara aceptación del Señor Jesús afirmando que es el Cristo o el Mesías, sería expulsado de la sinagoga. Ser expulsado de la sinagoga era algo muy serio en la sociedad judía de ese tiempo. Los que eran expulsados perdían sus derechos como judíos, perdían sus propiedades y eran aborrecidos hasta por su propia familia. Los líderes judíos se aseguraron muy bien de que todos en Israel sean advertidos en cuanto a esto. Eso lo sabían los padres del hombre que había nacido ciego y por eso no respondieron como debieron haberlo hecho a la segunda pregunta de los fariseos. Se escudaron en que su hijo era mayor de edad, por tanto, él mismo podría dar respuesta a la pregunta de los fariseos. En este punto cabe muy bien una reflexión. Los padres del hombre que había nacido ciego son un perfecto ejemplo de los que se resisten a identificarse con el Señor Jesús, por miedo de perder privilegios, o por miedo al rechazo, o por alguna otra razón parecida. Mi mamá recibió al Señor Jesús cuando era muy joven. Cuando su familia supo acerca de su decisión de recibir a Cristo como Salvador, le acusaron de haber traicionado a la fe de sus padres, quienes eran católico romanos. Esto era una ofensa demasiado grave para la familia de mi mamá, de modo que le dieron un ultimátum. Si no negaba su fe en el Señor Jesucristo, no podía seguir más en su casa. Mi mamá, joven y soltera en ese tiempo, mantuvo firme su fe en la persona y obra del Señor Jesucristo y en consecuencia su familia la expulsó de su casa. En ella se cumplió lo que dice Dios en Salmo 27:10 donde dice: Aunque mi padre y mi madre me dejaran,
Con todo, Jehová me recogerá.
Identificarse con Cristo implica un precio que pagar y no muchos están dispuestos a pagar ese precio. Los padres del hombre que había sido ciego no se identificaron con el Señor Jesús por temor a los judíos. No estuvieron dispuestos a pagar el precio. ¿Y Usted amable oyente? ¿Está dispuesto a identificarse con Cristo recibiéndolo como Salvador, a pesar del precio que tenga que pagar? No imite el ejemplo de los padres del que había nacido ciego.
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