Es una bendición para mí, saludarle amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el Evangelio según Lucas. Una vez que el Señor Jesús escogió de entre sus discípulos a sus doce apóstoles, inició un periodo intensivo de adoctrinamiento con la finalidad de prepararlos para la gran obra que tendrían que hacer una vez que el Señor Jesús retorne a la gloria de su Padre. Lo que el Señor Jesús les enseñó a los suyos son cosas que también son útiles para nosotros hoy en día, aunque han pasado como dos mil años.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 6:17-26. En este pasaje bíblico vamos a examinar lo que el Señor Jesús espera en cuanto al carácter de los que somos sus discípulos. En primer lugar encontramos el antecedente del mensaje y en segundo lugar el mensaje en sí mismo. En cuanto al antecedente del mensaje, permítame leer Lucas 6:17-19. La Biblia dice: Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;
Luk 6:18 y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados.
Luk 6:19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
En nuestro estudio bíblico anterior vimos que el Señor Jesús subió al monte a orar y pasó la noche orando. Cuando amaneció, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles. Una vez que hizo esto, en el pasaje bíblico que tenemos para hoy, vemos que el Señor Jesús, acompañado de sus discípulos y sus apóstoles, descendió del monte y se detuvo en un lugar llano. Se trata de una meseta en la región montañosa de Galilea. A ese lugar y en ese momento llegó también una multitud de gente. Había personas de la región de Judea, personas de la ciudad de Jerusalén y personas inclusive de fuera del territorio de Israel, personas de Tiro y Sidón. Todos los asistentes tenían vivo deseo por oír al Señor Jesús, y los que estaban enfermos esperaban ser sanados por él. El Señor Jesús no envió a nadie de regreso sin algo importante para llevar ya sea en su corazón o en su cuerpo. Todos pudieron guardar en su corazón la enseñanza del Señor, los que estaban enfermos fueron sanados, y los que habían estado atormentados por demonios fueron liberados. El poder del Señor Jesús era tan maravilloso que la gente se curaba o quedaba libre de demonios con tan solo tocarle. Todo este obrar milagroso del Señor Jesús no sólo era para aliviar la pesada carga de la gente enferma y de la gente poseída de demonios, sino principalmente para confirmar que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Mesías de Israel. Con esto en mente, vayamos a la segunda parte de esta porción bíblica, me refiero al mensaje que predicó el Señor Jesús. Al escuchar la enseñanza que impartió el Señor Jesús en esta ocasión, es posible que encontramos gran parecido con lo que se llama el Sermón del Monte, en el evangelio según Mateo. Para muchos estudiosos de la Biblia, se trata del Sermón del Monte, pero en la versión de Lucas. Para muchos otros, es un mensaje totalmente diferente del Sermón del Monte. No se puede saber con certeza. El hecho que este mensaje en el evangelio de Lucas ocurrió en un lugar llano, mientras que el Sermón del Monte fue en un monte, no ayuda mucho a discernir si se trata o no del mismo mensaje, por cuanto la frase “lugar llano” en Lucas, significa en realidad una meseta, lo cual no es otra cosa sino un lugar plano en una región montañosa. Muy bien, con esto en mente tratemos de examinar el contenido del mensaje. Básicamente tenemos cuatro bienaventuranzas y cuatro ayes. La palabra bienaventuranza proviene de la palabra bienaventurado, que significa dichoso o extremadamente feliz. La palabra ay es una expresión de dolor, de desdicha, de pesar. Como cuando decimos: Pobre de ti, o ay de ti. Consideremos las bienaventuranzas en pares con los ayes correspondientes. En primer término, Lucas 6:20 y Lucas 6:24. La Biblia dice: Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.
Cuando este pasaje bíblico habla de los pobres, no se refiere a la pobreza material. Se refiere a los discípulos del Señor Jesús que por su propia voluntad han adoptado una vida de auto negación, con el propósito de servir al Señor Jesucristo, compartiendo las buenas nuevas de salvación con los incrédulos y guiando a los creyentes a una vida de consagración al Señor Jesús. Esta auto negación voluntaria con el fin de canalizar recursos para el reino de Dios tiene la promesa de recompensa. La recompensa es la riqueza sin igual que caracteriza el reino de Dios. La idea no es que una persona puede ganar el reino de Dios por medio de la auto negación. El reino de Dios es un don gratuito para los que reciben por la fe a Cristo como Salvador. La idea es que cuando un creyente vive austeramente y todo lo demás lo invierte en el reino de Dios, entonces Dios promete un tesoro incalculable en el cielo. Por contraste, pobres de los ricos, pobres de los que ponen su esperanza o su consuelo en la riqueza material. De seguro se sentirán seguros y confiados en este mundo, pero cuando salgan de este mundo recibirán condenación eterna. De la misma manera, la condenación eterna no es porque son ricos, sino porque por amar su riqueza descuidaron su condición espiritual y en esas condiciones les sorprendió la muerte. Veamos ahora la segunda bienaventuranza y el segundo ay. Lucas 6:21 en su primera parte y Lucas 6:25 en su primera parte dice: Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre.
Al igual que con la bienaventuranza anterior, cuando este pasaje bíblico habla tener hambre, no se está refiriendo a los miles de millones en este mundo que no tienen suficiente alimento para saciar el hambre. Esto no es motivo para sentirse dichoso o extremadamente feliz. Se refiere a personas que por amor al Señor, han aprendido a vivir con frugalidad, esto es, con lo mínimo indispensable, con el propósito de utilizar lo más que puedan, para aliviar no solamente el hambre física de la gente, sino el hambre espiritual de la gente. La promesa para los que adoptan esta práctica es que en el futuro serán saciados con las abundantes riquezas espirituales en la gloria de Dios. Por contraste, pobres de aquellos que piensan que están en este mundo para saciarse de todo lo que este mundo puede ofrecer. Esta actitud y la correspondiente conducta, les conducirá a una existencia eterna de insatisfacción en todo sentido el infierno. No olvide amable oyente, que somos extranjeros y peregrinos en este mundo. Los extranjeros y peregrinos no echan raíces en el lugar donde se encuentran porque saben que son temporales y que algún día van a salir de allí. Como creyentes no debemos echar raíces en este mundo porque algún día, tal vez más pronto de lo que pensamos vamos a salir de este mundo. Es preferible experimentar hambre en este mundo, para pasar saciados por la eternidad. La tercera bienaventuranza y el tercer ay se encuentra en Lucas 6: 21 en su segunda parte y Lucas 6:25 en su segunda parte. La Biblia dice: Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
Dichosos y super felices son aquellos que mientras están en este mundo derraman lágrimas por amor al Señor y su reino. Personas que se conmueven hasta las lágrimas por ver un mundo entregado al pecado con miles de millones de personas que ciegamente van camino a su eterna condenación. Pero no es sólo cuestión de derramar lágrimas. Es cuestión también de hacer algo al respecto. Es cuestión de vivir para el Señor. Los que así lo hacen serán recompensados con la felicidad suprema de ver cantidad de personas que por su testimonio llegarán al cielo. El llanto se convertirá en risa. Por contraste, pobres de los que gastan su tiempo en este mundo en permanente jolgorio. No estoy diciendo que los creyentes no debemos reír. La risa es remedio infalible afirma el dicho. Lo que estoy diciendo es que si vivo para reír y me olvido de Dios y de la miseria espiritual en la que se encuentra en este mundo, entonces cuando salga de este mundo vendrá el tiempo para llorar por la eternidad. El creyente maduro debe reír para vivir, no vivir para reír. De esto se trata. Finalmente, la cuarta bienaventuranza y el cuarto ay aparece en Lucas 6:22-23 y Lucas 6:26. La Biblia dice: Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.(D)
Luk 6:23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.(E)
¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
Dichosos o super felices son los que sufren persecución por el solo hecho de ser fieles discípulos del Señor, el Hijo del Hombre. La felicidad no resulta de lo divertido que es ser perseguido. La felicidad resulta de saber que nos espera un galardón, o un premio grande cuando salgamos de este mundo. Esta fue la experiencia de tantos profetas bíblicos que por su compromiso con Dios padecieron persecución hasta la muerte. Por contraste, pobres de aquellos que son halagados por el mundo. Eso significa que pertenecen al mundo, y se amoldan al mundo, tal cual como ocurrió con los falsos profetas. ¿Quiere ser catalogado como bienaventurado en este mundo? Entonces ponga en práctica lo que el Señor Jesús enseña en esta parte de su mensaje.
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