Cordiales saludos, amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Romanos, en la serie titulada: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de lo que hace el Espíritu Santo en la vida de un genuino creyente.
En nuestro último estudio bíblico quedó claramente establecido que ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Note la conjugación del verbo “haber” en la frase “ninguna condenación hay” Está en tiempo presente. No dice: ninguna condenación hubo, tiempo pasado. Tampoco dice: ninguna condenación habrá, tiempo futuro. Lo que dice es: ninguna condenación hay, tiempo presente. Un verbo conjugado en tiempo presente significa que la acción que denota el verbo está presente en cualquier instante del tiempo. Esto significa que a partir del instante que una persona recibe a Cristo como su Salvador, esa persona pasa a disfrutar del hecho que no hay ninguna condenación para él, en cualquier instante del tiempo, por la eternidad. Esto merece ser explicado a fondo, y de eso justamente trata Romanos 8 a partir del versículo 2. En esta porción bíblica, el haz de luz se posa sobre el Espíritu Santo. La persona del Espíritu Santo aparece sólo cuatro veces en los primero siete capítulos de Romanos, pero únicamente en el capítulo 8 de Romanos, aparece 19 veces. Esto dice mucho de la importancia del Espíritu Santo en la vida del genuino creyente. En primer lugar, en los versículos 2 y 3 del capítulo 8 de Romanos, vemos que el Espíritu Santo, nos libra del pecado y de la muerte. La Biblia Dice… “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” La palabra “porque” con la cual comienza el versículo 2 indica que Pablo va a comenzar a mostrar las razones por las cuales no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús. Este versículo habla de dos leyes. Una ley es algo que inevitablemente tiene que cumplirse, si no, no hablásemos de una ley. La primera ley es la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús. Esta ley simplemente significa que todo aquel que ha recibido por la fe a Cristo como Salvador, ha nacido a una nueva vida. Esto es una realidad en todo genuino creyente. Antes de recibir por la fe a Cristo como Salvador, la persona está muerta espiritualmente, pero después de recibir a Cristo como Salvador, la persona está viva espiritualmente. Cristo resucitado vive en el creyente y por tanto el creyente tiene vida eterna. El Espíritu Santo otorga un permanente testimonio interno a favor de esta verdad en todo verdadero creyente. La segunda ley, es la ley del pecado y de la muerte. Esto simplemente significa la ley de Dios. Aunque la ley de Dios es santa, justa y buena, solamente produce pecado y muerte, debido a la debilidad de la carne. Note lo que dice Romanos 7:13 “¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.” Pero el Espíritu Santo ha hecho una obra maravillosa en el creyente. Dice el texto, que el creyente ha sido librado de la ley del pecado y de la muerte. La forma verbal de la expresión “me ha librado” tal cual como aparece en el texto, indica que esta obra ocurrió una vez en el pasado y su efecto dura para siempre. El creyente ha sido eternamente librado de la ley del pecado y de la muerte. La ley del pecado y de la muerte no podía librar a los pecadores de su castigo, ni tampoco declararlos justos. Esto es así porque la ley era débil por la carne. Es decir que debido a la total corrupción del hombre no regenerado, la ley no tenía poder para producir justicia. Para resolver este problema fue necesaria la intervención directa de Dios, quien envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado. Esto nos muestra que aunque en su encarnación Cristo se hizo totalmente hombre, en realidad solamente tenía apariencia externa de carne de pecado, porque Él fue totalmente sin pecado. Hebreos 4:15 dice al respecto: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” Pues fue a causa del pecado que Dios condenó al pecado en la carne. Esto significa que el castigo de Dios por el pecado del hombre fue derramado totalmente sobre la carne sin pecado de su Hijo. Esto fue lo que hizo posible que el creyente sea librado completamente de la ley del pecado y de la muerte. En segundo lugar, el Espíritu Santo nos capacita para cumplir con la ley de Dios. Romanos 8:4 dice: “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús trae bendiciones porque da poder a alguien que no lo tenía. Es en su totalidad un nuevo principio, la vida no en ni por nosotros mismos, sino la vida en Cristo Jesús. Esta es la vida que se imparte el creyente, y el creyente es llamado a andar en el poder de esta nueva vida. Ahora bien, la ley demanda justicia de un hombre cuya naturaleza era totalmente corrupta y pervertida y que lo único que podía producir es un fruto corrupto. Pero el Espíritu Santo ha producido una nueva naturaleza en el hombre que está en Cristo. Aparejada a esta nueva vida surge un nuevo deseo para cumplir gozosamente con la voluntad de Dios revelada en su palabra. De esta manera, la justicia de la ley de Dios, o el poner en práctica lo que demanda Dios en su palabra, se cumple en la persona que no anda conforme a la carne, es decir no el poder de su vieja naturaleza, sino conforme al Espíritu, o en sujeción al Espíritu, quien ha venido a poseernos para que seamos de Cristo. Cuando el texto habla de “andar” se refiere a un estilo de vida, o los hábitos de la vida y del pensamiento que caracteriza la vida de una persona. Por el hecho que todo genuino creyente tiene al Espíritu Santo morando en su vida, todo genuino creyente manifestará en alguna medida el fruto del Espíritu Santo en su vida. De modo que, el Espíritu Santo permite a un creyente cumplir con algo que antes no podía cumplir, permite cumplir con lo que Dios demanda en su palabra. De esta forma el creyente está en capacidad de manifestar un estilo de vida no conforme a su vieja naturaleza sino conforme al Espíritu Santo. En tercer lugar, el Espíritu Santo cambia nuestra naturaleza y nos otorga fortaleza para obtener victoria sobre nuestra antigua naturaleza. Esta es una sección bastante extensa que abarca los versículos 5 a 13 de Romanos 8. El versículo 5 hace un contraste entre la fatal situación de incrédulo y la fabulosa situación de un creyente. La Biblia Dice… “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.” Cuando este texto habla de la carne, sencillamente se refiere a nuestra vida natural. No es nuestro cuerpo, ni aun nuestra naturaleza carnal, sino todo el hombre viejo, incluyendo todo lo que fue nacido de Adán, espíritu, alma y cuerpo. Lo que es nacido de la carne, carne es, dice la Biblia. El texto dice que los que son de la carne piensan en las cosas de la carne. El verbo griego que se ha traducido como “pensar” se refiere básicamente a la orientación de la mente. Según esto, el incrédulo, pues a él se refiere la expresión “nacido de la carne” tiene su forma propia de pensar, la cual se orienta exclusivamente a satisfacer los deseos de su carne no regenerada. Por otro lado, cuando este texto habla del Espíritu, se refiere a la persona del Espíritu Santo. Los que son del Espíritu se refiere a los creyentes, pues el Espíritu Santo mora en ellos. Esta permanencia tiene dos lados. En un sentido el Espíritu está en el creyente y en otro sentido el creyente está en el Espíritu. Esto permite que se cumpla lo que dice el texto leído. Los que son del Espíritu, es decir los creyentes, piensan en las cosas del Espíritu. Esto significa que los creyentes tienen una forma de pensar muy diferente a la forma de pensar de los incrédulos. La forma de pensar de los creyentes se orienta a satisfacer lo que el Espíritu Santo quiere. Esto explica el motivo por qué es tan difícil que un creyente se identifique plenamente con un incrédulo. Es que los dos tienen formas opuestas de pensar. El creyente tratará de satisfacer los deseos del Espíritu, mientras que el incrédulo tratará de satisfacer los deseos de la carne. En nuestro próximo estudio bíblico continuaremos examinando como el Espíritu Santo cambia nuestra naturaleza y nos otorga poder para vencer a nuestra naturaleza no regenerada. Mientras tanto, si usted todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, no olvide que su mente está orientada a satisfacer los deseos de su carne. Pero si usted desea levantarse de ese plano natural y elevarse al plano sobrenatural en el cual su mente estará orientada a satisfacer los deseos del Espíritu Santo, debe lo antes posible reconocer su pecado, reconocer el peligro en el que se encuentra, y en un acto de fe, debe recibir a Cristo como su personal Salvador.
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