Hola mi amiga, mi amigo. Es motivo de mucho gozo saber que usted nos está escuchando. Soy David Araya para darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En instantes más, estará con nosotros David Logacho para mostrarnos lo que Jesús enseñó acerca de la oración, en su magistral discurso conocido como el Sermón del Monte.
Es una bendición para mí, estar junto a usted amable oyente. Si tiene una Biblia a la mano, sugiero que la abra en el Evangelio según Mateo. Seguimos estudiando el Sermón del Monte. Jesús está corrigiendo la doctrina y la práctica errada que enseñaban los escribas y fariseos de su tiempo. Algo que a los escribas y fariseos del tiempo de Jesús les atraía sobremanera es hacer cosas a la vista de la gente para que la gente tenga una buena opinión sobre ellos. Una de las cosas que hacían en público para ser admirados de la gente, era orar. Está bien orar, inclusive en público, pero está mal hacerlo para ser aplaudido por la gente. Jesús va a confrontar esta práctica errada. En Mateo 6: 5-14 encontramos la oración hipócrita, la oración sincera y el modelo para la oración. Le invito pues a Mateo 6:5 donde encontramos la oración hipócrita. La Biblia dice: Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
La oración genuina es simplemente una conversación con Dios, como si se estuviera conversando con el mejor amigo. Pero los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, y no pocos hoy en día, hicieron de la oración una ocasión para lucirse ante los hombres, de modo que los hombres los admiren por su elocuencia. Jesús calificó a los que esto hacían como hipócritas. La palabra “hipócrita” es la traducción de una palabra griega que se utilizaba para referirse a un actor en escena. Era costumbre entre los actores griegos y romanos hablar detrás de grandes máscaras con dispositivos mecánicos para aumentar la potencia de la voz; de ahí este término vino a usarse para denotar a un engañador, o un hipócrita. Los hipócritas amaban orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, no para agradar a Dios o ser oídos por Dios, sino para ser vistos de los hombres. Como es de suponerse los hombres que oían esas oraciones, les premiaban con alabanzas y eso agrandaba el ego de los hipócritas. Jesús dijo que esa es la única recompensa que recibirán los hipócritas. Jesús no está cuestionando el orar en público sino el orar hipócritamente, no para ser oídos por el Padre celestial sino para ser oídos por los hombres. Para mostrar el contraste, Jesús habló de la oración sincera. Mire lo que tenemos en Mateo 6:6. La Biblia dice: Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
La oración que agrada a Dios es aquella en la cual Dios y nadie más es el centro de atención. Por eso, es preferible encerrarse a solas en algún lugar secreto para orar. Así no se corre el riesgo de estar orando para ser oído por los hombres. Eso es lo que significa orar al Padre que está en secreto. Como el Padre es Dios y por tanto omnisciente, él no tiene ningún problema en saber que alguien está orando a él en algún lugar secreto. Este tipo de oración tiene la promesa de ser recompensada en público por el Padre. Si usted amable oyente tiene la sana costumbre de acercarse a Dios a solas en oración, debe tener la seguridad de que algún día va a ser reconocido y recompensado públicamente por Dios. Una noche, uno de los huéspedes de la Casa Blanca, tenía dificultad para conciliar el sueño. Era durante los días más difíciles de la guerra civil en Estados Unidos. Su cuarto estaba cerca de donde dormía el presidente Lincoln. En eso el huésped oyó una voz fuerte y angustiada. Era la voz del presidente Lincoln que de rodillas oraba a solas a Dios. Oh Dios que escuchaste a Salomón la noche que oró pidiéndote sabiduría, escúchame. Necesito tu ayuda para gobernar esta nación. Soy pobre, débil y pecador. Oh Dios, salva esta nación. En una de las declaraciones que hizo después, Lincoln dijo: No dependo de mis generales, ni del ejército, ni de la flota, sino del Dios de nuestros antepasados, que formó esta nación y no permitirá que perezca. Efectivamente, Dios escuchó esta oración y tiempo después concluyó la guerra civil. Lincoln fue honrado como uno de los presidentes más notables de Estados Unidos. Tiene mucho sentido hacer lo que Dios pide en cuanto a la oración. Finalmente encontramos el modelo de la oración. Observe lo que dice Mateo 6:7-15. La Biblia dice: Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Entregando el modelo de la oración, Jesús comienza corrigiendo un error muy común del pasado y también del presente. Me refiero a pensar que podemos hablar con Dios utilizando palabras o frases previamente memorizadas. Jesús llamó a este tipo de oración: Vanas repeticiones. Los gentiles o los incrédulos son expertos en comunicarse con sus dioses falsos por medio de una mecánica repetición de palabras o frases memorizadas, porque ellos piensan que por esa palabrería van a ser escuchados por sus dioses falsos. El consejo de Jesús es: No os hagáis, pues, semejantes a ellos. La razón, es porque Dios, nuestro Padre, es tan diferente de los dioses falsos. La diferencia es abismal. Nuestro Padre es tan excelso, tan maravilloso, tan extraordinario, que sabe de qué cosas tenemos necesidad antes de que le pidamos. Los creyentes no oramos para informar a Dios sobre lo que necesitamos o lo que estamos sintiendo, o lo que estamos pensando. Los creyentes oramos a Dios porque de esa manera tenemos comunión espiritual con él. No es que sea malo hacer pedidos a Dios como parte de la oración, por cuanto Dios sabe de antemano lo que necesitamos. Al hacer pedidos a Dios en oración estamos demostrando nuestra absoluta dependencia de él. Así que, amable oyente, tenga cuidado de acercarse a Dios por medio de repetir palabras o frases aprendidas de memoria, que la mayoría de las veces salen mecánicamente de la boca, sin pensar en lo que estamos diciendo. Esto no es orar. Según Jesús, son vanas repeticiones. Hecha esta introducción, Jesús pasa a indicar un modelo para la oración. Es lo que comúnmente se conoce como el Padre nuestro. Esta oración no es para aprenderse de memoria y recitarla mecánicamente a Dios cuando vamos a orar. Recuerde que Jesús condenó las vanas repeticiones. El Padre nuestro es un modelo de oración para que usted y yo miremos los elementos que la conforman. En primer lugar la oración se dirige el Padre. Padre nuestro que estás en los cielos. Un examen de otros pasajes bíblicos mostrará que además se lo debe hacer en el nombre del Hijo y en el poder del Espíritu Santo. En segundo lugar, la oración debe contener palabras de adoración al Padre. Santificado sea tu nombre. Esto significa que el Padre está totalmente aparte de todo lo que el hombre considera algo importante. Tercero, la oración debe dar prioridad a los intereses de Dios. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. La voluntad de Dios es ampliamente reconocida y obedecida en el cielo. Allí no hay ni el más mínimo rastro de desobediencia. Pero en la tierra es un asunto diferente. El hombre incrédulo y también en alguna medida el hombre creyente, tiene serias dificultades en someterse a la voluntad de Dios. La oración debe contener un fuerte clamor a favor de que en la tierra también se haga la voluntad de Dios. El avance del plan de Dios en la tierra debe tener prioridad en la oración. En la mayoría de nuestras oraciones, primero ponemos lo nuestro y si nos acordamos pedimos por el avance de la obra de Dios. Cuarto, la oración debe incluir pedidos personales. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. El creyente depende de Dios para su provisión diaria. Note que lo que se está pidiendo es el sustento para el día, no para el día siguiente, ni para la semana siguiente, ni para el mes o el año siguiente. Los creyentes debemos vivir un día a la vez en dependencia de Dios. Quinto, la oración debe contemplar la confesión del pecado y el consecuente pedido de perdón. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Al hablar de deudas, Jesús está hablando de pecados. Es necesario confesar a Dios el pecado y pedir su amoroso perdón. Así como esperamos que Dios nos perdone nuestro pecado, debemos nosotros también estar dispuestos a perdonar el pecado de los que nos ofenden de alguna manera. Ampliando esto, Jesús dijo lo siguiente al final de su oración modelo: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Quinto, la oración debe tener en cuenta el clamor a Dios por su ayuda para vivir en santidad. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Dios no tienta al hombre a pecar, pero permite que el hombre sea sometido a diversa prueba para manifestar su carácter, lo que hay en su corazón. Cuando el hombre está bajo la prueba corre el riesgo de fallar la prueba y ofender a Dios con el pecado. Esto es lo que se quiere evitar cuando en el Padre nuestro dice: No nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Sexto, la oración debe incluir una seguridad de que Dios tiene todo el poder para responder lo que se le está pidiendo: Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Si no se confía que Dios va a responder a lo que se está orando no tiene sentido orar. Recuerde que para Dios no existe la palabra imposible. Quiera Dios que su oración siga este modelo dejado por Jesús.
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