Es muy grato para mí, saludarle amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a considerar los beneficios de la persistencia en la oración.
En nuestro estudio bíblico anterior vimos que uno de los discípulos del Señor Jesús, a nombre de todos los discípulos, pidió al Señor Jesús que les enseñe a orar. En respuesta a este pedido, el Señor Jesús les proveyó de un modelo de oración conocido como el Padrenuestro, porque este modelo de oración, justamente comienza con esas dos palabras. Según este modelo, la oración se la dirige al Padre como Soberano en los cielos. La oración comprende adoración: Santificado sea tu nombre. La oración tiene seis pedidos. Los dos primeros tienen que ver con los intereses de Dios: Venga tu reino y hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra. Los otros cuatro pedidos, tienen que ver con los intereses del hombre. El pan nuestros de cada día; dánoslo hoy, y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Este modelo de oración no tiene el propósito de aprendérselo de memoria para recitarlo sin pensar cada vez que oramos. Es simplemente un modelo que muestra los elementos que debemos incluir en nuestra oración al Padre celestial. Continuando con el mismo tema, la oración, en el estudio bíblico de hoy vamos a ver que además de seguir el modelo del Padrenuestro cuando oramos, también necesitamos de osadía en la oración. El texto bíblico se encuentra en Lucas 11:5-13. La Biblia dice: Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,
Luk 11:6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;
Luk 11:7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?
Luk 11:8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.
Luk 11:9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Luk 11:10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Luk 11:11 ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?
Luk 11:12 ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Luk 11:13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
Es muy útil seguir el modelo de oración que el Señor Jesús dejó a sus discípulos, el Padrenuestro, pero además, se necesita de confianza sin reservas en que el Padre va a contestar positivamente esta oración. Esta confianza sin reservas, puede ser catalogada como osadía, o importunidad, o impertinencia o insistencia o perseverancia. La idea es la misma. Para ilustrar este elemento tan indispensable en la oración, el Señor Jesús relató esa preciosa parábola que fue leída. Se trata de un hombre que estando de viaje, llega a la casa de su amigo a la media noche. El amigo le hace entrar a su casa y como es natural, asume que el viajero debe tener hambre además del cansancio por el viaje. Apresurado va a la cocina para buscar algo de comer para compartir con su amigo y no encuentra absolutamente nada. Inmediatamente razona buscando alguna solución. Salir a comprar algo de comida es imposible porque es medianoche. Su única opción es molestar a su vecino. El problema es que es medianoche. Pero de todas maneras, se arma de valor y mucha osadía y sale de su casa a la casa del vecino. Toca la puerta y cuando el vecino responde, expresa su pedido: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo nada de comida para darle. En este punto, es como si el Señor Jesús hubiera hecho una pregunta: ¿Qué creen que hará el vecino ante estas circunstancias? Las opciones son dos. La primera, tal vez el vecino respondería a gritos desde su habitación donde estaba durmiendo, diciendo: No me molestes, la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama. No puedo levantarme y darte lo que me pides. La segunda opción, tal vez el vecino razonaría y diría: Aunque es mi amigo, no por eso le voy a dar lo que me pide, le daré lo que me pide por su osadía o por su importunidad o por su impertinencia, al tocar mi puerta sabiendo que es medianoche. ¿Cuál de las dos opciones habrá escogido el vecino? La segunda, por supuesto. La osadía, o la importunidad o la impertinencia movió a este vecino a hacer lo que su amigo le estaba pidiendo. Aquí es donde el Señor Jesús aplicó la parábola. Si la importunidad, o la osadía, o la impertinencia movió a un vecino a conceder el pedido de su amigo, cuanto más podrá lograr la osadía, o la importunidad, o la impertinencia en nuestro Padre celestial. Por esto el Señor Jesús dijo a sus discípulos. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá. Esto es muy interesante. En ocasiones, simplemente pedimos algo a Dios en oración, y Él contesta inmediatamente, porque eso que pedimos es Su voluntad. A esto se refiere el Señor cuando dice: Pedid y se os dará. Porque todo aquel que pide, recibe. Pero en otras ocasiones, pedimos algo a Dios en oración, y no recibimos inmediata respuesta. ¿Qué debemos hacer en este caso? Pues, asumiendo que lo que pedimos es la voluntad de Dios, debemos pedir con osadía, con importunidad, con impertinencia, como hizo el hombre de la parábola con su vecino. A esto se refiere el Señor cuando dice: El que busca, halla. Porque todo aquel que busca, halla. Si embargo, hay ocasiones en las cuales, aunque pedimos y buscamos algo de Dios en oración, asumiendo que eso es la voluntad de Dios, pero no recibimos respuesta. En este caso, será necesario ir más allá en nuestra persistencia. A esto se refiere el Señor cuando dice: Llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que llama, se le abrirá. En este punto es necesario reconocer que la persistencia en la oración no tiene el propósito de torcer el brazo a Dios para obligarle a hacer lo que le estamos pidiendo. Más bien tiene el propósito de hacer que nos pongamos nosotros mismos en el lugar apropiado para confiar en que la manera como Dios responde a la oración es lo mejor para nosotros. Nosotros podemos pedir algo a Dios, confiando en que eso es la voluntad de Dios, pero es Dios quien tiene la última palabra. Por eso al orar le decimos: Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra. La manera como Dios responde a nuestra oración siempre será lo mejor desde el punto de vista de Dios, aunque con nuestra limitada percepción de las cosas, pensemos que no es lo mejor. A esto apunta la última parte del pasaje bíblico que estamos estudiando, cuando dice: ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo le dará un escorpión? Nuestro Padre celestial no se presta para el engaño, amable oyente. Si lo hiciese, dejaría de ser Dios. Si aun un padre de familia evita engañar a su hijo dándole una piedra en vez de pan, o una serpiente en vez de pescado, o un escorpión en vez de huevo, cuánto más nuestro Padre celestial. Por eso el Señor Jesús terminó esta parte de su discurso diciendo: Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? Esta parte del texto no está enseñando que para recibir el Espíritu Santo es necesario pedirlo a Dios en oración. La Biblia enseña que el Espíritu Santo viene a la persona el instante mismo que la persona recibe a Cristo como Salvador. Lo que está diciendo el Señor Jesús es que lo que el Padre celestial nos da, como resultado de lo que le pedimos en oración, es siempre lo mejor, algo tan precioso como el Espíritu Santo. Esto es fuente de gran consuelo para mí, porque no siempre estoy absolutamente seguro de lo que es la voluntad de Dios, para pedir conforme a su voluntad. Pero de antemano sé que la manera como Dios responda será lo mejor, aunque a mí no me parezca lo mejor, porque nada malo o nada de segunda clase puede provenir de mi Padre celestial. Lo que Él me da es siempre lo mejor o lo de primera clase. En una ocasión me robaron mi auto, algo muy común en nuestros países latinoamericanos. Ante esto, me puse a orar pidiendo a Dios el dinero para comprar un auto usado pero en buen estado que estaba en venta. La respuesta del Señor fue: No. Más tarde supe por qué. Lo que pasa es que el Señor iba a proveer lo suficiente para comprar un auto muchísimo mejor que el que yo había estado pensando. Yo estaba orando por algo que era bueno, y Dios dijo: No, porque Él quería darme algo mejor. Así es nuestro maravilloso Dios, amable oyente.
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