Qué bendición es para nosotros contar con su sintonía, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy dentro de la serie titulada La Familia Auténticamente Cristiana. Los conflictos son inevitables en toda relación humana. La familia auténticamente cristiana no está libre de ellos. David Logacho compartirá con nosotros algunas ideas extraídas de la Biblia que nos ayudarán a resolverlos.
Esperar que una familia, aunque sea auténticamente cristiana, esté libre de conflictos sería como esperar que el cielo descienda a la tierra. Solo en el cielo no existen conflictos. Debido a la naturaleza pecaminosa del ser humano, los conflictos entre seres humanos son inevitables. Santiago 4:1 dice: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” Así que, amable oyente, hasta cierto punto, los conflictos son de esperarse en la relación entre personas, aun cuando estas personas sean verdaderos creyentes, e inclusive aun cuando estas personas sean creyentes maduros. Por eso es que existen conflictos en iglesias, en ministerios cristianos y por supuesto, en familias auténticamente cristianas. Por tanto, no es prudente sobre reaccionar o sobredimensionar la situación cuando surge un conflicto. La primera vez que yo tuve un conflicto con mi bien amada esposa, con quien llevo casi un cuarto de siglo de feliz matrimonio, pensé una cantidad de cosas absurdas. Ay, Dios mío, a lo mejor me equivoqué al casarme con ella. O, mi vida matrimonial va a ser un desastre de aquí en adelante. O, pobre de mí, voy a ser infeliz el resto de mis días. Cuan equivocado estaba. Son ejemplos de lo que las parejas de recién casadas suelen pensar cuanto enfrentan el primer conflicto en el matrimonio. No es bueno idealizar el matrimonio y la familia en general pensando que nunca jamás puede haber conflicto y que si se manifiesta un conflicto algo grave está ocurriendo. Es mejor pensar que los conflictos son inevitables. No hay nada de malo en tener conflictos. Lo malo resulta cuando no sabemos qué hacer con ellos y dejamos que se agraven a tal punto de echar a perder una relación matrimonial o una relación familiar o una relación personal. Los conflictos pueden ser aliados que nos ayudan a fortalecer relaciones personales o enemigos que contribuyen a debilitar relaciones personales. Todo depende de nuestra actitud hacia ellos. De modo que, amable oyente, permítame compartir con Usted un plan que podría ser muy útil para hacer de los conflictos nuestros aliados y no nuestros enemigos. En primer lugar, es necesario desarrollar la habilidad de escuchar a todos los que están inmersos en el conflicto. A eso apunta justamente textos como Santiago 1:19 donde dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse.” Siempre será más fácil hablar que oír o escuchar. Lo vemos cuando surge un conflicto. La tendencia natural es ventilar la ira a gritos, insultos, y agresiones. Pero antes de montar en cólera y decir cosas que lo único que harán es agravar el conflicto, es necesario primero detenerse, enfriar la cabeza y oír con atención los argumentos de la persona o las personas con quienes tenemos conflicto. De modo que amiga, amigo oyente, cuando su pareja o su hijo, o su hija, hagan algo o digan algo que le haga subir la presión interna, no explote. Primero oiga a la otra parte tratando de entender lo que está diciendo. Es el primer paso para manejar adecuadamente los conflictos. Si hay algo que no comprendió, haga preguntas en tono amable y conciliador. Procure ponerse en los zapatos de la otra persona. En lugar de enfocar su atención sobre el método de entrega de lo que quiere decir, enfoque su atención en el contenido del mensaje. En lugar de enfocar su atención sobre las palabras que usa, enfoque su atención sobre el significado de las palabras que usa. El solo hecho de estar dispuesto a escuchar sin alterarse ya crea un ambiente propicio para la solución de un conflicto. En segundo lugar, comprométase a enfrentar la situación con amabilidad. En otras palabras, luego de escuchar es necesario hablar pero no es cuestión de hablar lo que primero venga a la mente. La Biblia aconseja que se debe hablar la verdad en amor. Efesios 4:15 dice: “sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” También hace falta enfrentar la situación con espíritu de mansedumbre. Note lo que dice Gálatas 6:1 “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” Enfrentar la situación con espíritu de mansedumbre significa poner mucho cuidado en la motivación que tenemos para enfrentar la situación. ¿Es para honestamente ayudar a buscar una solución? O es para agravar la situación. Enfrentar la situación con espíritu de mansedumbre significa poner atención al momento y al lugar para decir las cosas. Si los hijos están presentes, no es el momento y lugar para enfrentar un conflicto. Si está en alguna reunión de la iglesia, no es el momento y lugar para enfrentar un conflicto. Cuide el momento y el lugar para su confrontación amable. De atención a un tema en lugar de muchos temas a la vez. Ponga atención en el problema, no en la persona. Sea específico, concreto, en lugar de hablar de generalidades. Use la palabra de Dios tanto como sea posible para confrontar la situación anómala. Evite sin embargo usar mal la palabra de Dios para apoyar sus opiniones. En todo momento ponga en práctica las sabias palabras de Proverbios 15:1 “La blanda respuesta quita la ira, mas la palabra áspera hace subir el furor” Tenemos entonces que si deseamos resolver los conflictos, es necesario que primeramente escuchemos a la otra o a las otras personas que tiene parte en el conflicto y en segundo lugar que nos dispongamos a una confrontación con espíritu de mansedumbre. Hasta este punto, cuando el proceso es bien manejado, se hará obvio cuál es la raíz del conflicto y quien es culpable del mismo. Es entonces cuando se debe avanzar al tercer paso. Es necesario tener una disposición al perdón. Efesios 4:32 dice: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” El perdón es infaltable en el mantenimiento de buenas relaciones con los demás. El perdón no es una opción para el creyente sino un mandato. Esto significa que aunque no sintamos que debemos perdonar, debemos perdonar. Es cuestión de obediencia. Muchos creyentes viven en amargura mientras están esperando sentir que deben perdonar. Vivirán amargados para siempre, porque nunca vendrá el sentimiento de perdonar. Perdón tampoco es sinónimo de olvido. La palabra de Dios no dice: Olvídense las ofensas de los unos hacia los otros. La palabra de Dios dice: Perdonándoos los unos a los otros. Puede ser que nunca olvidemos una ofensa recibida, sin embargo, podemos perdonar a la persona que nos ofendió. El perdón es una especie de pacto solemne delante de Dios por el cual nos comprometemos a no tomar venganza del ofensor. Esto es perdón. Nuestra vieja naturaleza nos aconseja a castigar al ofensor por la falta cometida. El perdón, que es producto de nuestra nueva naturaleza razona y dice: No me voy a vengar de la persona que me ofendió. En lugar de vengarme de ella, le voy a perdonar. Así que, amigo oyente, no importa cuan grave sea la ofensa recibida, su obligación es perdonar. Ese es el ejemplo que nos da Dios cuando en su palabra dice que debemos perdonar al prójimo así como Dios nos perdonó a nosotros en Cristo. Si Usted es el culpable del conflicto, tiene que pedir perdón. Haga saber a la persona que ofendió que está dolido por lo que ha hecho. Si Usted no es culpable del conflicto, perdone a quien tiene la culpa del conflicto. El perdón debe ser expresado verbalmente mencionando la falta cometida. Si un esposo ha sido negligente en ayudar en las tareas del hogar y esto ha causado un conflicto, ese esposo debe pedir perdón a su esposa diciendo algo como: Reconozco que no he sido de ayuda en las tareas de la casa. Te pido perdón por eso. El perdón también es incondicional. No es cuestión de: Te perdono si no vuelves a hacerlo. El perdón, amigo oyente es como un efectivo detergente que limpia las almas y conciencias de las personas en conflicto para restaurar relaciones rotas, para resolver conflictos. Finalmente, es decir luego de escuchar, confrontar y perdonar, es necesario diseñar en conjunto algún plan para evitar cometer nuevamente la falta que acaba de ser arreglada. Note lo que dice Colosenses 3:12-15 “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” En resumen amable oyente, los conflictos en la familia no necesariamente son negativos. Si se los maneja adecuadamente pueden llegar a ser nuestros aliados para fortalecer los vínculos entre los miembros de la familia. Mi deseo es que su familia se convierta en un laboratorio para arreglar cualquier conflicto que se presente.
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