Nuevamente llegamos hasta usted para compartir algo mas del interesante tema que estamos desarrollando “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo” en contados instantes David Logacho estará frente a este micrófono para seguir compartiendo con nosotros este estudio.
I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio de Hechos en la serie: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada por medio del Espíritu Santo. El capítulo 8 de Hechos trata acerca de cuatro personajes: Saulo el perseguidor, Felipe el evangelista, Simón el mago y un etíope. En nuestros estudios bíblicos anteriores hemos hablado de los tres primeros personajes. Hoy nos corresponde hablar sobre el último de ellos, el etíope. No olvide que todo esto se inscribe en lo que estaba sucediendo con los creyentes de Jerusalén, a raíz que fueron perseguidos y esparcidos a causa de su fe en el Señor Jesucristo. De esta manera, en un sentido, los discípulos se vieron forzados a cumplir con la gran comisión. Ya fueron testigos en Jerusalén, ahora estaban siendo testigos en Judea y en Samaria. Un poco más adelante en el relato en Hechos, veremos que los creyentes llevaron el evangelio hasta lo último de la tierra. De manera que, si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 8 a partir del versículo 26.
II. Lo primero que vamos a notar es al Señor enviando a su siervo al encuentro con el etíope. Hechos 8:26 dice: Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.
Felipe estaba ocupado hasta la coronilla con el trabajo evangelístico en Samaria. La gente estaba respondiendo maravillosamente al mensaje que predicaba Felipe. Multitudes estaban recibiendo al Señor Jesucristo como Salvador y estaban siendo bautizados. El ministerio de Felipe estaba en todo lo alto en Samaria. Parecería que lo menos sensato sería remover a Felipe de Samaria, pero eso justamente es lo que hizo el Señor. Por medio de su ángel, el Señor se comunicó con Felipe y le dijo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Gaza es una antigua ciudad que se encontraba en el camino principal entre Egipto y Siria. Estaba en una región desértica. No era exactamente un lugar donde la gente quería mucho ir. En segundo lugar, tenemos el encuentro del siervo con el etiope. Hechos 8:27-28 dice: Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.
A Felipe le estaba yendo muy bien en Samaria. En esas condiciones, ir hacia el sur por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza no era algo especialmente atractivo, porque significaba ir al desierto. Además, el ángel del Señor que se presentó a Felipe no le dijo qué es lo que iba a estar haciendo, Felipe tuvo que salir sin un propósito claro en su mente. Pero nada de estas cosas pudo impedir que Felipe obedezca a Dios y sin hacer pregunta alguna se levantó y se marchó hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, sin saber lo que iba a encontrar. Pero Dios sabía que en determinado momento y en determinado lugar, iba a estar una persona necesitada que alguien le hable de Cristo Jesús. Felipe era la persona escogida por Dios para satisfacer esta necesidad. A los ángeles no se les ha permitido predicar el evangelio. Esto es un privilegio reservado para los humanos. Mientras tanto, por el camino de Jerusalén a Gaza, hacia el sur iba sentado en su carro, un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes. El etíope había ido a Jerusalén a adorar, y estaba regresando a su tierra. Mientras viajaba sentado en su carro, aprovechaba el tiempo leyendo las Escrituras en el libro de Isaías. En aquellos días, Etiopía era un reino bastante grande localizado a sur de Egipto. El etíope de la historia era un eunuco, esto significa que había sido castrado, conforme a la costumbre de la época en aquel reino. Además el etíope era un funcionario de alto rango de Candace, reina de los Etíopes. Candace no es un nombre sino un título, como Faraón o César. El etíope era una especie de ministro de finanzas de Candace, reina de los etíopes. A pesar de su elevado rango, el etíope tenía una fuerte inclinación hacia el Dios de Israel. Seguramente era un prosélito, alguien que se había convertido al judaísmo, y eso explicaría el largo viaje que emprendió hacia Jerusalén para al menos llegar hasta la puerta del templo, por cuanto no podía ingresar por el hecho de ser eunuco. Había llegado el momento crucial. Dios había puesto al etíope en el lugar preciso y en el momento preciso para que se encuentre con Felipe. En tercer lugar, tenemos el encuentro de Felipe con el etíope. Hechos 8:29-31 dice: Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.
El Espíritu Santo guió a Felipe para que se acerque y se junte al carro en el que viajaba el etíope. Una vez más, sin saber en qué terminaría todo eso, Felipe obedeció, se acercó al carro y oyó al etíope que leía al profeta Isaías. Felipe entonces preguntó al etíope: ¿Entiendes lo que lees? El etíope fue muy honesto al responder: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Felipe debe haber dado algún indicio de que él estaba allí para ayudar y en consecuencia, el etíope invitó a Felipe para que suba al carro, se siente junto a él y le enseñe. Se ha cumplido lo que Dios vino preparando de antemano. Felipe demuestra que era ese tipo de siervo que no le importa predicar a miles o a una sola persona. En cuarto lugar encontramos el testimonio de Felipe al etíope. Hechos 8:32-35 dice: El pasaje de la Escritura que leía era este:
Como oveja a la muerte fue llevado;
Y como cordero mudo delante del que lo trasquila,
Así no abrió su boca.
En su humillación no se le hizo justicia;
Mas su generación, ¿quién la contará?
Porque fue quitada de la tierra su vida.
Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?
Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.
Que maravilloso que es Dios. Arregló las cosas para que el etíope esté leyendo el pasaje del Antiguo Testamento que más claramente alude a la persona y obra del Señor Jesucristo. Se encuentra en Isaías 53:7-8. La duda que tenía el etíope tenía que ver con que si esto que escribió el profeta Isaías, se refiere a sí mismo a algún otro. La duda era muy legítima, por cuanto algunos rabinos consideraban que este pasaje está hablando metafóricamente de la nación de Israel, otros rabinos consideraban que este pasaje está hablando del mismo Isaías, y tal vez una minoría, tenía claro que este pasaje está hablando del Cristo, del Mesías. Así que, abriendo su boca, Felipe partió desde este pasaje bíblico para predicar al etíope el evangelio de Cristo. Me impresiona mucho el conocimiento profundo de las Escrituras que tenía Felipe. El Espíritu Santo utilizó este conocimiento para articular un claro y poderoso mensaje sobre la persona y obra del Señor Jesucristo. En Quinto lugar, encontramos la conversión y bautizo del etíope. Hechos 8:36-38 dice: Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.
Felipe fue muy contundente en su mensaje mostrando que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías de Israel, quien ofreció su vida en sacrificio para perdón de pecado. Felipe debe haber mostrado que para ser salvo, lo único que es necesario es recibir por la fe al Señor Jesús como Salvador. El etíope debe haber tomado la decisión de recibir a Jesús como Salvador. Luego Felipe debe haber enseñado al etíope que todo creyente debe ser bautizado en agua, manifestando públicamente su fe en Cristo. Fue así como yendo por el camino, llegaron a cierta agua y el etíope dijo a Felipe: Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado? Nada, debe haber dicho Felipe. Si crees de todo corazón, bien puedes. El etíope entonces dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Luego el etíope ordenó que detengan el carro. Cuando se detuvo el carro los dos descendieron al agua y Felipe bautizó al etíope. Finalmente tenemos la separación de Felipe del etíope. Hechos 8:39-40 dice: Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
La misión había sido cumplida. Era el momento de la separación entre Felipe y el etíope. En cuando a Felipe, el Espíritu del Señor lo arrebató y el etíope no le vio más. Felipe se encontró en Azoto, un lugar a unos 35 Km. al nordeste de Gaza. Desde allí Felipe retomó su obra evangelística predicando las buenas nuevas de Salvación por todo lugar hasta llegar a Cesarea, ciudad a unos 90 km. al norte de Azoto. Esta ciudad fue reconstruida por Herodes el grande y era el cuartel general de la procuraduría romana en Judea. En cuanto al etíope, siguió gozoso su camino hacia Etiopía. Ahora era un hombre salvo, era un hombre nuevo. Esto era el motivo para tanto gozo. Por medio de este etíope llegó el evangelio a Etiopía.
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