Reciba saludos cordiales amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Siempre que se produzcan cambios en las iglesias habrá personas que critiquen. La crítica será de muy diversa índole, y no pocas veces adopta la forma típica de una comparación entre lo pasado y lo presente. En una iglesia sirvió por muchos años al Señor un pastor de excelente condiciones espirituales y no poca habilidad para predicar. Pero en algún momento el Señor llamó al hogar celestial a este pastor. La iglesia lo lloró pero reconoció que aunque ya no estaba presente aquel pastor, la obra de la iglesia debía continuar, de modo que la junta directiva hizo lo apropiado para buscar un nuevo pastor. Luego de algún tiempo de búsqueda, encontraron a un joven pastor, quien conocía bastante de la Biblia, era maduro espiritualmente y tenía muy buenas aptitudes para predicar. Le propusieron el pastorado y el joven pastor lo aceptó. El nuevo pastor comenzó su ministerio en esa iglesia y por un buen tiempo, cada vez que terminaba de predicar los domingos había unos cuantos hermanos de la congregación, mayormente los viejos, que terminaban llorando, no porque el mensaje hubiera hecho mella en su duro corazón sino porque lo comparaban el difunto pastor y la conclusión a la que llegaron fue Que triste que a este pastorcito le ha quedado muy grande el púlpito de la iglesia. No habla como le otro pastor, no se viste como el toro pastor, no nos trata como el otro pastor, y para colmo es joven, como si ser joven fuera un pecado o algo que la persona puede controlarlo a su gusto. Tomó mucho tiempo hasta que la congregación se adaptó al joven pastor y el joven pastor convenció a la congregación. Pero hasta eso, hubo unas cuantas escaramuzas, no porque el joven pastor fuera malo sino porque constantemente era comparado con el difunto pastor. Lo pasado se comparaba con lo presente y como afirma el dicho: Todo tiempo pasado fue mejor. En la época de la reconstrucción del templo de Jerusalén sucedió algo muy parecido a lo que acabamos de relatar. Como Ud. recordará de nuestros estudios bíblicos anteriores, luego de cómo unos 16 años de abandono, finalmente se reinició la reconstrucción del templo de Jerusalén, como resultado de la exhortación que Dios envió al pueblo y a sus líderes por medio del profeta Hageo. Todos estaban trabajando con todo el ánimo y el entusiasmo, pero había algunos que entre piedra y piedra remojaban la mezcla con sus lágrimas. El motivo del llanto no era porque estaban emocionados con el trabajo, tampoco porque habían sufrido alguna calamidad, el motivo del llanto era porque comparaban lo que fue el templo en la época de Salomón con lo que ellos mismo en ese instante estaban edificando. Todo tiempo pasado fue mejor, se decían seguramente para ellos mismos, la hermosura y magnificencia del templo de Salomón al lado de este templo que estamos edificando es como comparar un palacio con una choza. Y lloraban y lloraban y mientras más personas lloraban, más se iban desanimando y aún los líderes Zorobabel gobernador y Josué sumo sacerdote probablemente ya estaban contagiándose del desánimo. Para qué invertir tiempo, dinero y esfuerzo en algo que no sirve. El enemigo llamado desánimo estaba pronto a propinar una derrota. Pero gracias a Dios que no lo consiguió porque justo a tiempo vino una profecía de Jehová por medio de Hageo para ayudar a recuperar el ánimo. En instantes más, David Logacho nos mostrará los detalles de esta profecía.
Les invito a abrir sus Biblias en el libro de Hageo capítulo 2 versículo 1 a 3.
En este pasaje tenemos la fecha de la profecía, los destinatarios de la profecía y el antecedente de la profecía.
En cuanto a la fecha de la profecía, Hageo 2:1 dice así: “En el mes séptimo, a los 21 días del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo”
Si Ud. da un rápido vistazo al último versículo del capítulo 1 de Hageo, notará que los trabajos de reconstrucción del templo se reiniciará el día 24 del mes sexto, en el segundo año del rey Darío. Qué interesante que en un período de tiempo de menos de un mes, la obra que comenzó con tanto entusiasmo estaba de pronto al borde del colapso por el desánimo, lo que pasa por un lado, es que reiniciar algo que estaba parado por como 16 años no es cosa fácil habrá habido escombros por todo lado, matorrales que de lo grandes parecerían árboles, desorden y quien sabe que más.
Esto seguramente contribuyó al desánimo. Por otro lado, este periodo de tiempo estaba lleno de festividades. El primero del mes séptimo se celebraba la fiesta de las trompetas. Era un día de reposo donde no se podía trabajar. Después del día 10 del mes séptimo se celebraba el día de expiación, un día de absoluto reposo, donde tampoco se podía trabajar. Luego el 15 del mes séptimo se comenzaba a celebrar la fiesta de los tabernáculos que duraba 7 días, en los cuáles los trabajos eran a medio gas porque tenían que habitar en tabernáculos y eso sin contar con los consabidos días de reposo del séptimo día de la semana. El día 21 del séptimo mes era justamente un día de reposo, es decir el día que Hageo recibió el mensaje de Dios.
Hubo mucha vacación en poco tiempo, lo cual conlleva a que el progreso del trabajo de reconstrucción habrá sido mínimo. Si no se avanza en un trabajo el desánimo es el primer invitado.
En cuanto a los destinatarios de la profecía, Hageo 2:2 dice: “Habla ahora a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, diciendo”
La profecía fue dirigida primeramente a los líderes del pueblo, tanto civiles como religiosos, porque ellos son responsables ante Dios de la conducta del pueblo. No es algo liviano delante de Dios liderar a las personas.
Pero también la profecía fue dirigida al pueblo en general, porque en último término ellos eran los que tenían que cambiar su actitud hacia la obra de Dios.
En cuanto a los antecedentes de la profecía, Hageo 2:3 dice: “¿Quién ha quedado entre nosotros vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?”
Jehová por medio del Hageo se dirige principalmente a los ancianos o a los viejos de la población, porque ellos eran los únicos que pudieron haber apreciado la gloria, la hermosura y la magnificencia del templo de Salomón y podían comparar con lo que en ese instante se estaba reconstruyendo.
Coincidencialmente eran ellos los que lloraban diciendo: Cualquier tiempo pasado fue mejor. Siempre que alguien mira al pasado y desprecia el presente diciendo que el pasado fue mejor, no está haciendo un juicio sabio. Eclesiastés 7:10 dice: “Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría”
Sí…, los viejos del pueblo estaban siendo injustos y necios al comparar el pasado con lo presente. A los ojos de ellos, lo presente era como nada en comparación de lo pasado y eso justamente estaba matando el ánimo de los que construían el templo.
Cuidado hermanos y amigos con despreciar lo que en la actualidad se está haciendo. A los ojos, de los hombres puede ser que sea algo sin importancia, o algo bajo, pero a los ojos de Dios es algo importante y en fin de cuentas lo que importa no es como la gente catalogue un trabajo para el Señor, sino como Dios lo catalogue.
Esto por supuesto nos debe motivar a todos a hacer lo mejor que podamos para el Señor, buscando la excelencia olvidando totalmente lo que fue el pasado, por más glorioso que haya sido. En nuestro próximo estudio vamos a ver como Jehová levanta el ánimo del pueblo por medio de Hageo. No se pierda por tanto nuestro próximo estudio bíblico en el libro de Hageo.
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