Es motivo de mucho gozo para mí saludarle en el nombre del Señor, amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el Evangelio según Lucas. En esta ocasión estudiaremos el pasaje bíblico en el cual los discípulos del Señor Jesús fracasaron rotundamente en expulsar un demonio de un joven.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 9:37-45. Como antecedente, no mucho tiempo atrás, los apóstoles del Señor Jesucristo, habían recibido el poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. Armados con este poder, los doce salieron por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes. Cuando retornaron de esta misión contaron al Señor Jesús todo lo que habían hecho. Los endemoniados fueron liberados, los enfermos eran sanados y el mensaje del evangelio era predicado. Inmediatamente después, los doce fueron testigos del maravilloso poder del Señor Jesús para alimentar a más de cinco mil personas, partiendo de cinco panes y dos pescados. En otras palabras, los doce tenían todo lo que se necesitaba para hacer frente a cualquier obra maligna, no importa si era obra de demonios o de su amo, Satanás. El poder del Señor Jesús estaba a su disposición. Con esto en mente, vayamos a Lucas 9:37-40. La Biblia dice: Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
Luk 9:38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
Luk 9:39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.
Luk 9:40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
El día anterior el Señor Jesús, acompañado de Pedro, Juan y Jacobo estaban en el monte de la transfiguración. Los tres discípulos contemplaron absortos al Señor Jesús en toda su gloria. El siguiente día cuando bajaron del monte, les recibió una gran multitud. Entre la multitud estaba un hombre, padre de un muchacho quien había rogado a los nueve discípulos que no subieron al monte con el Señor Jesús, que echen fuera al demonio que atormentaba a su hijo, pero no pudieron hacerlo. Por este motivo, el padre del muchacho clamó al Señor Jesús diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo. Se nota la angustia en la que estaba sumido este pobre padre, al ver la deplorable condición de su único y amado hijo. Los que somos padres podemos comprender muy bien el dolor y la angustia cuando alguno de nuestros hijos está padeciendo por algo, no se diga si se trata de un hijo único. El padre razona su pedido al Maestro, mostrando la gravedad de la situación de su hijo. Dice que cuando el demonio se apodera de su hijo, de repente da voces, esto significa que lanza alaridos descontrolados, y le sacude con violencia, a manera de un ataque epiléptico. El demonio también le hace echar espuma y le estropea. Cuando el demonio atormentaba a su hijo, a duras penas le soltaba. La condición de este muchacho era desesperada. Con razón que su padre estaba tan resuelto a que el Señor Jesús haga algo a su favor. Al oír lo que este angustiado padre dijo, ¿Cuál fue la respuesta del Señor Jesús? Note lo que dice Lucas 9:41 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
Esto es un fuerte reproche, no sólo a la multitud, sino especialmente a sus nueve discípulos, porque Pedro, Juan y Jacobo no estaban entre ellos. ¡Oh generación incrédula y perversa! Se refiere a la propensión del ser humano a la duda o a la incredulidad, a la falta de fe. Por eso el Señor Jesús hace esa pregunta punzante. ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? No olvide que el Señor Jesús había dado poder y autoridad a sus discípulos sobre todos los demonios, inclusive sobre el demonio que atormentaba a ese muchacho, además el Señor Jesús había dado amplia evidencia de su poder sin igual cuando alimentó a los cinco mil partiendo de cinco panes y dos pescados. Pero a pesar de todo esto, los nueve discípulos no confiaron plenamente en Él y por eso fracasaron rotundamente en la hora de la prueba. El problema básico fue la falta de fe. Además, algo que es digno de notar es lo que afirma Mateo en su evangelio hablando de este mismo episodio. Cuando los discípulos tomaron al Señor Jesús aparte y le preguntaron ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? La respuesta del Señor Jesús fue: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará;(E) y nada os será imposible.
Mat 17:21 Pero este género no sale sino con oración y ayuno.
Así es amable oyente. Fueron dos cosas que faltaron a los discípulos y por eso no pudieron arrojar al demonio que atormentaba al muchacho. La primera, como ya hemos señalado, la falta de fe, a pesar de todas las evidencias para confiar plenamente en el Señor Jesucristo. La segunda cosa, la falta de oración y ayuno, esto significa que descuidaron su comunión personal con Dios. Estas fueron las razones para su rotundo fracaso. Pero no nos apresuremos a apuntar con el dedo índice a estos nueve discípulos, porque nosotros también cometemos el mismo error. Sabemos cuan grandioso y poderoso es nuestro Señor Jesucristo, pero cuando nos sobreviene una prueba difícil, temblamos y nos preocupamos y pensamos que no hay solución. Esto nos pasa por la falta de fe, la falta de comunión con Dios, en oración principalmente y ciertamente, también en ayuno. El ayuno no es un mandato para los creyentes en el Nuevo Testamento, pero son varios los casos en el Nuevo Testamento en los cuales la oración estuvo acompañada de ayuno y Dios obró maravillas en respuesta. Luego de su reproche, el Señor Jesús ordenó que le traigan al muchacho endemoniado. Note lo que sucedió una vez que se cumplió con esta orden. Lucas 9:42 dice: Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.
Temeroso del desenlace final al ser confrontado con el poder del Señor Jesús, el demonio que atormentaba al muchacho hizo desesperados esfuerzos para evitar ser expulsado. Lucas dice que mientras traían al muchacho a la presencia del Señor Jesús, el demonio derribó al muchacho y le sacudió con violencia. Esto fue lo último que hizo en ese pobre muchacho, porque el Señor Jesús reprendió al demonio y el demonio salió del muchacho. Instantáneamente el muchacho quedó sano de su terrible condición. Acto seguido el Señor Jesús lo devolvió a su padre. Esta obra del Señor Jesús despertó la admiración de la gente. Lucas 9:43 en su primera parte dice: Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
Interesante. La obra que realizó el Señor Jesús, produjo que la gente admire la grandeza de Dios. Esto muestra que en todo momento que el Señor Jesús estuvo en este mundo buscaba siempre la gloria de su Padre celestial. Si algo hacemos en la obra del Señor, no debe ser para que la gente nos admire, sino siempre para la gloria de Dios. Lo que sucedió también fue utilizado por el Señor para reiterar que no siempre iba a estar con sus discípulos. Lucas 9: desde la segunda parte del versículo 43 hasta el versículo 45 dice: Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
Luk 9:44 Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.
Luk 9:45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras.
La obra sobrenatural de expulsar un demonio que atormentaba a un muchacho, algo que sus discípulos no pudieron hacerlo, hizo maravillar a todos los asistentes, pero esto sirvió para el Señor Jesús se dirija a sus discípulos pidiéndoles que dejen que penetre profundo en sus mentes el hecho que en algún momento, Él, como el Hijo del Hombre, va a ser entregado en manos de hombres. Los discípulos oyeron estas palabras, pero no las entendían. Tal vez sus intereses personales relacionados con estar asociados con alguien poderoso y futuro Rey como era el Señor Jesús, se transformó en un pesado velo que no permitía reconocer que el Señor Jesús tenía que morir y después resucitar. Se resistían a admitir que el Señor Jesús tenga que morir. Les parecía imposible. Era algo que ni siquiera lo podían pensar. Si lo pensaban les producía pánico o miedo porque eso significaría perder todos los privilegios materiales que esperaban obtener por ser parte del grupo del Señor Jesús. Hasta este momento, les interesaba más lo que podían sacar del Señor Jesús, que lo que es el Señor Jesús. Mas adelante todo cambiaría, pero hasta que eso pase, tuvieron que acontecer muchas otras cosas.
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