Cuando nació Jesús, no fue acostado en cuna de oro, ni se anunció su nacimiento con trompetas, ni se invitó a las más destacadas personalidades del mundo, pero eso no significa que el niño Jesús no haya recibido los honores de acuerdo con lo que es.
La Biblia relata que un coro de ángeles entonó una alabanza a Dios con motivo del nacimiento de Jesús. La Biblia también relata que los magos hicieron un largo viaje con el solo propósito de adorar al niño Jesús. Sobre esto último nos hablará David Logacho en el estudio bíblico de hoy.
El eterno Hijo de Dios se hizo carne y nació de una virgen. Su nacimiento fue de lo más humilde. Lucas lo pone en magistrales palabras cuando en Lucas 2:7 dice: «Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.»
Pero aún así, el nacimiento de Jesús estuvo acompañado de hechos notables que ningún nacimiento humano ha experimentado. Me refiero al coro de ángeles que entonó alabanzas a Dios por su nacimiento y ciertamente la visita que hicieron los magos de oriente.
Dejemos que la Biblia nos guíe en el estudio de la adoración que Jesús recibió de los magos. Para eso vayamos al Evangelio según Mateo, capítulo 2. Lo primero que vamos a encontrar es la llegada de los magos a Jerusalén. Mateo 2:1 dice: «Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos»
La información que nos provee este texto es muy importante para saber que el nacimiento de Jesús ocurrió en el tiempo que Herodes estaba reinando en Judea. Herodes es conocido secularmente como Herodes el Grande. Herodes el Grande era descendiente de Esaú, y por tanto un enemigo tradicional de los judíos. Se convirtió al judaísmo, pero sólo por interés político para afianzar su poder en Judea. Comenzó su reinado en el año 37AC y reinó hasta su muerte en el año 4AC. Mientras Herodes estaba en su trono en el palacio, desde el Oriente arribaron a Jerusalén unos magos. La Biblia no dice cuántos eran, tampoco de qué parte de Oriente venían. Ha sido la tradición, quien se ha encargado de afirmar que eran reyes, que eran tres, y que se llamaban Gaspar, Melchor y Baltasar.
Cuando la Biblia habla de magos, simplemente da a entender que eran hombres altamente respetados en su época por su conocimiento profundo de muchas cosas. Entre las cosas que conocían estaban los escritos del Antiguo Testamento y la Astronomía.
En segundo lugar, tenemos la pregunta que hicieron los magos. En Mateo 2:2 leemos: «diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.»
Los magos tenían una sola cosa en su mente: Encontrar al recién nacido rey de los judíos. Seguramente se dirigieron al palacio de Herodes, porque era lógico pensar que el recién nacido rey estuviera en el palacio de Jerusalén, y una vez allí, hicieron la pregunta: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Los magos estaban seguros del nacimiento del rey de los judíos, por cuanto habían visto su estrella en el oriente.
Los magos deben haber deducido que el rey de los judíos había nacido, por cuanto la Biblia habla que saldrá una estrella de Jacob. Números 24:17 dice: «Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; Saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab, y destruirá todos los hijos de Set.»
Así que, hubo una manifestación sobrenatural en los cielos que indicó a los magos el momento del nacimiento del rey de los judíos. Pero algo interesante es el concepto que tenían los magos acerca del recién nacido rey de los judíos. Note que para ellos no era un bebé común y corriente. Para los magos, el recién nacido rey de los judíos, además era Dios y por eso querían adorarle. Solamente Dios es digno de adoración.
En tercer lugar tenemos la reacción de Herodes ante la visita de los magos. Mateo 2:3-6 dice: «Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel.»
Dice el texto que Herodes se turbó. El verbo turbarse significa agitarse, alborotarse, conmoverse. Todo esto experimentó de repente el pobre Herodes. Herodes era reconocido por su mal carácter. Ya se imaginará cómo se habrá puesto cuando supo que alguien estaba amenazando su reinado. Era como echar combustible a una hoguera.
Pero no sólo Herodes estaba turbado, sino toda Jerusalén con él. La turbación en la ciudad fue por un motivo diferente. Cuando los magos iban de visita a otros países iban acompañados de un séquito muy numeroso, quizá montando caballos o camellos. Mirar un desfile de gente así de extraña fue motivo suficiente para que toda la ciudad de Jerusalén esté alterada.
Tan pronto Herodes recuperó el aliento, llamó a una especie de consulta de alto nivel. Los invitados a la consulta eran la flor y nata del conocimiento de los Escritos sagrados. De pronto, Herodes se volvió un apasionado por el Antiguo Testamento. Hizo una sola pregunta a este concilio: ¿Dónde había de nacer el Cristo? Note que Herodes sabía que el recién nacido rey que con tanto afán buscaban los magos, era el Cristo, el Mesías, el Ungido.
El concilio no debió haber tenido ningún problema para responder esa consulta. A decir verdad, era una pregunta muy fácil, porque las mismas Escrituras dan una repuesta categórica. Valiéndose de la profecía en Miqueas 5:2, el concilio responde que el Cristo debía nacer en Belén de Judá, la ciudad de David. Ahora Herodes al menos sabía la ciudad donde debía estar el recién nacido rey de los judíos.
En cuarto lugar, tenemos el plan de Herodes aprovechando la visita de los magos. Mateo 2:7-8 dice: «Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.»
Herodes está estrechando el cerco para atrapar al recién nacido rey. Ya sabe la ciudad, pero no sabe la edad del niño ni el lugar donde está en la ciudad. Por eso es que llama en secreto a los magos e indaga diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella, lo cual le daría la información sobre la edad actual del recién nacido rey de los judíos. A cambio de esta información, hace conocer a los magos que el niño debe estar en Belén. Después despide a los magos con el pedido expreso de que busquen afanosamente al niño y que cuando le encuentren le hagan saber sobre él, para que ir a Belén a adorarle.
La trampa estaba tendida. Herodes no quería adorar al niño sino quería matarlo. Ajenos al siniestro plan de Herodes, los magos salieron de su presencia rumbo a Belén.
En quinto lugar, tenemos el encuentro de los magos con Jesús. Mateo 2:9-11 dice: «Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.»
Los magos enfilaron hacia Belén, y ¡Oh, sorpresa! La estrella que habían visto en el oriente tiempo atrás, apareció nuevamente, sólo que esta vez se movía delante de los magos como invitándolos a seguir. Los magos no hicieron otra cosa sino seguir esa señal sobrenatural que Dios les estaba dando. Ya en Belén, la estrella se detuvo sobre una casa. Los magos entendieron que en esa casa estaba el niño y esto trajo mucho gozo a su corazón.
Encontrar a Jesús siempre será causa de gran regocijo. Al entrar en la casa, se encontraron con un cuadro enternecedor. El niño debe haber tenido ya entre uno a dos años. Allí estaba, junto a María su madre. Ignorando la presencia de su madre, los magos enfocan absolutamente toda su atención en el niño Jesús, se postran ante él y le rinden adoración divina.
Algo interesante es que la verdadera adoración está íntimamente ligada con la entrega de algo de valor. Mucha gente dice que adora a Dios, pero la superficialidad de esa declaración queda al descubierto, cuando se resisten a entregar a Dios cosas de valor. Los magos entregaron presentes preciosos: Oro, incienso y mirra. Además de ser preciosos, estos elementos son simbólicos. El oro simboliza su deidad, el incienso su pureza, y la mirra su muerte. Debe haber sido un cuadro asombroso ver a esos magos, notables, respetables, quizá llenos de años, sin embargo, postrados en actitud de adoración ante el niño Jesús. Por más importantes que seamos ante los ojos de los demás hombres, no estamos sino a nivel del suelo cuando nos comparamos con Jesús.
Por último, en sexto lugar encontramos el retorno de los magos. Mateo 2:12 dice: «Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.»
Herodes tenía el propósito de encontrar y matar al niño Jesús, y usó a los magos para cumplir con su propósito, pero sobre Herodes y sobre sus astutos planes está Dios soberano haciendo cumplir su voluntad. Por eso es que Dios reveló en sueños a los magos que no vuelvan a Herodes y regresaron a su tierra por otro camino. Cuando Herodes se cansó de esperar el regreso de los magos se convenció que había sido burlado y lleno de enojo ordenó la muerte de todos los niños menores de dos años en Belén y en los alrededores. Pero para entonces, José, María y el niño Jesús ya estaban a salvo en Egipto. Los magos, gente notable de la época, se postraron en adoración ante Jesús. ¿Y Usted? Si no lo hace mientras goza de vida en este mundo, lo tendrá que hacer a la fuerza una vez que salga de este mundo, pero será demasiado tarde, porque lo único que le espera será la condenación eterna en el infierno.
La Biblia dice: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios.» Mas vale hacerlo hoy amigo oyente. Deje que esta navidad sea especial para Usted, porque ha doblado su rodilla ante Jesús y le ha recibido como su Salvador personal.
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