Es motivo de gran gozo saludarle y darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de la manera como Jesús pronunció juicio por las prácticas de los fariseos.
Que grato es estar junto a usted por medio del Espíritu Santo y esta emisora. En nuestro último estudio bíblico, vimos a Jesús enseñando a los suyos acerca de los fariseos. Los errores que cometieron los fariseos son los mismos errores que se ve en toda religión de la actualidad. Estos errores tienen funestas consecuencias y es así como Jesús en su último discurso público antes de la cruz, procede a pronunciar ocho juicios severos contra los fariseos. En esta oportunidad vamos a considerar los primeros cuatro de ellos. Cada uno de estos juicios, comienza con una interjección: Ay. Esta interjección expresa aflicción o dolor y cuando se la usa como en este caso, denota pena, temor, conmiseración o amenaza. Así que, si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 23:13-22. Vayamos al primer juicio. Está en el versículo 13. La Biblia dice: Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
¡Qué lamentable! Los escribas y fariseos eran como el proverbial perro del hortelano, que no come ni deja comer. Por eso Jesús es drástico con ellos. Los trata con el epíteto de hipócritas. Esta palabra significa proyectar una imagen externa que no corresponde a la realidad interna. Jesús dice que los escribas y fariseos cerraron el reino de los cielos delante de los hombres. ¿Cómo lo hicieron? Pues por medio de reemplazar la justicia de Dios con la justicia de los hombres. La justicia de Dios buscaba que el hombre reconozca su imposibilidad de acercarse a Dios mediante sus propias obras, con la finalidad de que el hombre busque la salvación que es por gracia por medio de la fe en el sacrificio perfecto de Cristo. Por contraste, la justicia de los hombres decía que con tal de cumplir con los ritos, con tal de cumplir con los mandamientos, era suficiente para ser salvo. Al reemplazar la justicia de Dios con la justicia de los hombres, los escribas y fariseos hicieron imposible que tanto ellos como el resto de los hombres que sinceramente querían entrar al reino de los cielos, puedan hacerlo. Cuidado amable oyente con cambiar la justicia de Dios con la justicia de los hombres. Luego tenemos el segundo juicio. Se encuentra en Mateo 23:14. La Biblia dice: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.
Los escribas y fariseos manipulaban a las viudas para que les entreguen sus posesiones, a cambio de otorgarles supuestos beneficios espirituales, como por ejemplo, orar largamente por ellas. No les importaba en absoluto que las viudas no tengan nada para ellas mismas ni para sus hijos. Dios es protector de las viudas y Dios dará su merecido a quienes cometen este terrible pecado. Me parece que muchos hoy en día merecen la misma condenación. ¿Por qué? Pues por ser maestros en el arte de la manipulación para saquear los fondos de las personas. ¿Ha oído a predicadores que piden dinero a cambio de sanidades? ¿Ha oído a predicadores que piden dinero a cambio de prosperidad económica? ¿Ha oído a predicadores que piden dinero bajo la amenaza de que si no lo hacen les sobrevendrá alguna calamidad? Son los modernos escribas y fariseos que devoran las casas no sólo de las viudas sino de todos los que ingenuamente creen en sus huecas promesas. Cuidado con ellos amable oyente. Después tenemos el tercer juicio. Se encuentra en Mateo 23:15. La Biblia dice: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
Los escribas y fariseos tenían una verdadera pasión por hacer que un gentil se convierta al judaísmo. Un prosélito es un gentil convertido al judaísmo. No les importaba hacer cualquier sacrificio con tal de lograr que un gentil se convierta al judaísmo. Pero en el fondo lo que estaban logrando es que ese prosélito se haga dos veces más hijo del infierno que ellos mismos. En lugar de contribuir para que se salven los gentiles, los escribas y fariseos estaban contribuyendo para que se condenen los gentiles. Un hijo del infierno es equivalente a un hijo del diablo. Jesús dijo a los fariseos que su padre era el diablo, según Juan 8:44. Un hijo del diablo es aquel que rechaza la justicia de Dios, la cual esencialmente tiene que ver con que la salvación es un regalo que Dios hace al pecador que cree en Cristo y por la fe lo recibe como Salvador. Los gentiles que se hacían prosélitos o se convertían al sistema legalista judaico controlado por los escribas y fariseos, eran mucho más celosos de su nueva creencia que los mismos escribas y fariseos. Por eso es que Jesús dijo que los prosélitos llegan a ser dos veces más hijos del infierno. También puede mirarlo de esta manera, en su religión original, cualquiera que sea, el gentil ya estaba condenado. Pensando salvarse, como prosélito, abrazaba la religión judía impulsada por los escribas y fariseos, pero ese sistema religioso tampoco tenía poder para salvar. Como afirma el dicho, por salir del sartén caían en la llama. Por eso Jesús dijo: Le hacéis dos veces más hijos del infierno. Finalmente por hoy, tenemos el cuarto juicio. Se encuentra en Mateo 23:16-22. La Biblia dice: ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.
Este juicio de Jesús a los escribas y fariseos es por el arbitrario sistema de realizar votos que ellos por su cuenta habían patentado. Jesús no escatima calificativos para describir a los escribas y fariseos por este hecho. Los llama guías ciegos. ¿Se ha puesto a pensar en esto? Es para reírse. Se supone que un guía debe saber por donde va, de otra manera no puede ser guía. ¿Pero si es ciego? Terrible, ¿verdad? Jesús dijo que cuando un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo. Además de guías ciegos, Jesús calificó a los escribas y fariseos como insensatos. Un insensato es alguien que no tiene sentido. También les dijo que son necios. Un necio es un ignorante, alguien que no sabe lo que debe saber. Todos estos calificativos se aplican muy bien a los escribas y fariseos del tiempo de Jesús. Veamos la razón que llevó a Jesús a calificar de esta manera a los escribas y fariseos. Cuando los escribas y fariseos sabían que algo que estaban diciendo o prometiendo era mentira, para engañar al prójimo, juraban por el templo. Se cuidaban de no jurar por el oro del templo, porque si lo hacían y quedaba al descubierto que fue un falso juramento, podían ser castigados conforme a la ley. Eso es lo que los escribas y fariseos habían reglamentado. De la misma manera, cuando los escribas y fariseos sabían que algo que estaban diciendo o prometiendo era mentira, para engañar al prójimo, juraban por el altar. Se cuidaban de no jurar por el sacrificio en el altar, porque si lo hacían y quedaba al descubierto que fue un falso juramento, podían ser castigados conforme a la ley. Eso es lo que los escribas y fariseos habían reglamentado. La ceguera espiritual, la insensatez espiritual y la necedad espiritual de los fariseos queda al descubierto cuando Jesús dice: El que jura por el templo, jura por todo lo que está dentro del templo, tanto por el oro como por Dios. El que jura por el altar, jura por todo lo que está implicado en el altar, tanto por el sacrificio como por Dios a quien se ofrece ese sacrificio. El que jura por el cielo, jura por todo lo que hay en el cielo, tanto por el trono de Dios como por Dios que se sienta en su trono. El punto central de todo esto es que no se puede jurar por cualquier cosa sin que allí esté inmerso Dios. Siendo así, entonces no hay lugar para mentir, o para engañar, o para prometer algo que no se va a cumplir. Dios es testigo de eso. En cierto sentido, los escribas y fariseos estaban enseñando a la gente que no hay problema con mentir o engañar siempre y cuando se tenga cuidado en usar las palabras correctas para no auto-incriminarse. Esto es un claro atentado contra la voluntad de Dios que desde siempre demanda que hablemos la verdad y nada más que la verdad, que no prometamos nada que no podemos cumplir y si hemos prometido algo que lo cumplamos de cualquier manera legítima. Que por la gracia de Dios, nuestro hablar sea como dice las Escrituras: Si, si; no, no.
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