Saludos cordiales amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Es un gozo para nosotros compartir este tiempo con usted. Dentro del tema de la mayordomía cristiana, estamos hablando acerca de la mayordomía de la familia. Lo último que vimos sobre esto fue que la familia pertenece a Dios. En esta ocasión vamos a tratar acerca de la manera correcta de administrar una familia.
Hasta donde hemos avanzado en la mayordomía de la familia, se va haciendo muy obvio que la responsabilidad de ser un mayordomo en la familia o de administrar la familia es función exclusiva del padre de familia. Esto no significa de ninguna manera que la madre de familia está liberada de la responsabilidad de administrar la familia. Ella puede y debe hacerlo, pero por delegación del padre de familia cuando las circunstancias así lo ameriten. Sin embargo, como ocurre en toda delegación de funciones, la responsabilidad ante Dios, quien es el dueño de la familia, quedará siempre con aquel que ha sido puesto por Dios como mayordomo, en este caso, con el padre de familia. Cuando algo funciona mal en la familia, amable oyente, pueden haber muchos factores y circunstancias que lo produzcan, pero en último término quien lleva la mayor carga de responsabilidad es el padre de familia. Cuando los que somos padres de familia, nos presentemos ante Dios y Él nos pregunte ¿Qué pasó con la familia que te di para administrar? De ninguna manera podremos justificarnos diciendo cosas como: Es que la madre fue un mal ejemplo, o es que tenía mucho trabajo y por eso no invertí tiempo en mi familia, o es que no conocía la Biblia y por eso no pude orientar correctamente a mi familia, o es que estuve muy ocupado en tu obra y no tuve tiempo para cuidar de mi familia. Excusas como estas serán irrelevantes ante el Señor, porque nada puede liberar a un padre de familia de su responsabilidad de ser el mayordomo o administrador de la familia. Dicho esto, le invito a considerar algunos elementos importantes de la buena mayordomía de la familia. En primer lugar, un buen mayordomo de la familia es el profeta que Dios ha puesto en la familia. No se sorprenda amable oyente. Si usted es padre de familia, usted es el profeta de Dios en la familia que Dios le ha dado para administrar. La función del profeta es hablar al pueblo a nombre de Dios. Usted también, es quien debe hablar a la familia a nombre de Dios. Cuando uno mira el oficio de profeta en el Antiguo Testamento, encuentra información muy interesante que podemos aplicar a nuestro oficio como profeta de la familia. El profeta por ejemplo, no podía hablar lo que se le ocurría. Tenía que hablar solamente lo que Dios le decía que hable. Nosotros, como padres de familia, igualmente, no podemos hablar lo que se nos venga a la mente. Tenemos que hablar solamente lo que Dios nos diga que hablemos y eso lo encontramos en la Biblia. Es imprescindible que los padres conozcamos la Biblia si queremos ser la voz profética en nuestra familia. Por otro lado, el profeta vivía lo que predicaba. El profeta no llevaba una doble vida predicando una cosa y practicando otra cosa muy diferente. Igual tiene que ser con los padres de familia. No sólo deben conocer lo que dice la Biblia sino que deben vivir lo que dice la Biblia. Lo que más impacta de un padre, tanto a la esposa como a los hijos es el ejemplo. Jamás pretendamos tener una esposa buena e hijos bien criados si el ejemplo que estamos dando no es el bueno. Recuerde que lo que hacemos siempre habla más alto que lo que decimos. ¿Cómo puede un padre alcohólico reprender a su hijo adolescente que llega ebrio a su casa? ¿Cómo puede un padre adúltero pedir que su hija llegue virgen al matrimonio o que su esposa no le sea infiel? Encontramos también que los profetas casi siempre fueron perseguidos. Tuvieron que pagar un elevado precio para ser voceros de Dios. El padre de familia también tendrá que pagar un precio elevado para hacer oír la voz de Dios en la familia. El precio será dejar a un lado cosas y actividades muy loables pero que puestas al lado de ser el vocero de Dios en la familia son de menor importancia. Vemos también que los profetas casi siempre denunciaron el pecado del pueblo y llamaron a un arrepentimiento. Nosotros como padres de familia también debemos denuncia y confrontar aquello que no se ajuste a lo que dice la palabra de Dios dentro de la familia y mediante la disciplina buscar un arrepentimiento. Si, amable oyente, el padre de familia es un profeta dentro del ámbito de su propia familia. Su función es hablar a su familia a nombre de Dios. En segundo lugar, un buen mayordomo de la familia es un sacerdote de Dios en la familia que Dios le ha dado. La función del sacerdote es hablar a Dios a nombre del pueblo. Note como se complementaba la función del profeta y sacerdote. El profeta hablaba al pueblo a nombre de Dios, el sacerdote hablaba a Dios a nombre del pueblo. Eso fue lo que hacía Job en su familia. Job 1:5 dice: Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.
En Job vemos a un hombre ocupado en el bienestar de la su familia. Note que cada día ofrecía holocaustos a Dios por los pecados conocidos y no conocidos de sus hijos. Qué gran ejemplo para los que somos mayordomos en la familia. Una de nuestras principales funciones es ocuparnos en el bienestar espiritual de todos los miembros de la familia. Dentro de esto, el fundamento de todo lo demás es buscar que todos los miembros de la familia tengan una relación personal con Dios por medio de Cristo Jesús. Ciertamente que la salvación de una persona es un asunto privado entre Dios y la persona, pero los padres de familia, y más directamente el padre, es responsable por anunciar las buenas nuevas de salvación a todos los de su casa. El sacerdote también hacía oración a Dios a nombre del pueblo. Esta es otra función importante de los que somos padres de familia. La oración eficaz del justo puede mucho, dice la palabra de Dios. Cuan necesario es que los padres estemos orando diariamente por nuestras esposas y por nuestros hijos. Viene a mi mente la historia que alguna vez me contaron, es una historia de la vida real. Se trata de un hombre que con su mujer esperaron por mucho tiempo que Dios les diera familia. Después de hacer todo lo posible para que la esposa concibiera, finalmente llegaron al punto cuando dijeron: Señor, ponemos este asunto en tus manos. Hemos hecho todo lo que hemos podido para tener familia, pero hasta ahora no hemos conseguido nada. Si tú quieres nos darás familia, y si no quieres no tendremos familia, pero de todas maneras, vamos a estar permanentemente agradecidos a ti cualquiera que sea tu voluntad para nosotros. Poco tiempo después de hacer esta oración, el Señor hizo el milagro. La esposa concibió y trajo al mundo un hermoso bebé que era el deleite de sus padres. No sé si lo consintieron demasiado, pero el hecho real es que desde temprana edad el niño manifestó claros signos de rebeldía. A medida que iba creciendo, se iba tornando más difícil la crianza del niño. Poco ayudó el consejo de pastores y sicólogos. Una vez que llegó a joven, definitivamente escogió el camino ancho de la impiedad. El padre, luego de ver fracasado todo intento de corregir a su hijo, lo único que hacía era orar. En su oración decía al Señor: Dios, tú me diste este hijo de una forma milagrosa, he tratado de encaminarle en tu senda, pero todo ha sido inútil. Te lo pongo ante ti para que tú hagas otro milagro transformándolo por completo. Cuando el hijo llega a avanzadas horas de la noche, allí estaba la luz prendida de la habitación de sus padres y de reojo el joven alcanzaba a divisar a su padre arrodillado junto a la cama en oración piadosa. El padre no reclamaba, no armaba un escándalo, no amenazaba con arrojar a su hijo de la casa sino que simplemente oraba. Pasaron unos cuantos años de este estilo de vida. El joven descarriado y el padre orando. Un día Dios hizo un milagro más en la vida de este joven, como sólo Dios sabe hacerlo. El joven fue transformado totalmente por el poder de Dios. Su vida dio un giro de 180 grados. En su testimonio decía: Lo que más me motivó a tener un encuentro personal con Dios fue ver a mi padre, un hombre anciano, de rodillas cada día orando por su hijo descarriado. Hoy en día aquel joven no sólo que se ha regenerado sino que además se ha consagrado al Señor y está en camino a ser un siervo fiel de Dios en el campo misionero. Vale la pena orar por nuestros hijos amable oyente. Para ser buenos mayordomos en la familia, los padres de familia necesitamos ser profetas y sacerdotes en nuestras familias. Que Dios por su gracia nos permita lograrlo.
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