Qué bendición saludarle amable oyente. Es un gozo para mí saber que usted me está escuchando. Reciba una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el libro de Efesios en la serie que lleva por título: Las Maravillas de la Gracia de Dios. En nuestro último estudio bíblico, vimos al Apóstol Pablo haciendo un solemne ruego a todos los que somos creyentes a vivir como es digno de la vocación con que hemos sido llamados, es decir, que nuestro estilo de vida como creyentes, esté acorde con el llamamiento que Dios nos ha hecho en Cristo al salvarnos. En esencia, este ruego apunta a que en nuestra vida cristiana debemos tratar de igualar nuestra práctica con nuestra posición. La pregunta que surge es: ¿Cómo hacer que nuestra práctica se acerque lo más posible a nuestra posición? Lo primero que viene a la mente de Pablo es la necesidad imperiosa de mantener la unidad de los creyentes en Cristo. La responsabilidad de todo creyente es guardar, proteger, preservar esa unidad. Es en este sentido que en esta oportunidad vamos a considerar los ingredientes para mantener la unidad de los creyentes en Cristo.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Efesios capítulo 4 a partir del versículo 2. Antes de ir a un análisis detallado de nuestro asunto, permítame hacer la siguiente consideración: Toda receta de cocina comprende una cuidadosa selección de ingredientes e instrucciones para la preparación de algún exquisito plato. Hace tiempo atrás, mi esposa quería preparar un plato que nunca había hecho antes. Como es lógico, buscó la receta y… manos a la obra. Cuando el plato estuvo listo, todos nos miramos el uno al otro después del primer bocado. El plato no estaba mal, pero ciertamente no era lo que todos estábamos esperando. Al averiguar lo sucedido, se encontró que en la preparación no se había incluido uno de los ingredientes que estaban en la receta. Este pequeño descuido hizo una gran diferencia. En nuestro estudio bíblico de hoy, debemos tener muy en cuenta todos los ingredientes para no echar a perder lo que se está buscando, a saber mantener la unidad de los creyentes en Cristo. En el capítulo 4 de Efesios, versículo 1, Pablo exhortó a los creyentes a vivir como es digno de la vocación con que fueron llamados. En los versículos 2 y 3 Pablo va a mostrar los ingredientes para mantener la unidad que como creyentes ya tenemos en Cristo. Permítame leer Efesios 4:2-3. La Biblia dice: con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,
Eph 4:3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
Una manera de vivir de acuerdo con nuestra vocación con que fuimos llamados es manteniendo la unidad que como creyentes ya tenemos en Cristo. El primer ingrediente está en el versículo 2 y se llama humildad. La humildad es más fácil explicar que practicar. Muchos de nosotros no tenemos ningún problema para explicar lo que es la humildad, pero tenemos mucho problema para practicar la humildad. Alguien ha dicho que humildad es aquella gracia que cuando pensamos que la tenemos es justamente cuando la perdemos. La palabra que se ha traducido como humildad en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento es una palabra compuesta, que literalmente significa “pensar bajo” Se trata de una palabra despectiva en el mundo griego del primer siglo, pero que fue dignificada por el naciente cristianismo. Se ha dicho que humildad tiene que ver con poner primero a Cristo, después a los demás y al último nosotros. Cuando en el versículo 2 dice: Con toda humildad, se está dando a entender con la máxima humildad que sea posible. Sin duda que este es un ingrediente básico, porque lo contrario a humildad, que es el orgullo conduce a las luchas, a las rivalidades, a las divisiones, a las envidias, todo lo cual deteriora el espíritu de unidad que debe haber entre los creyentes. El segundo ingrediente es la mansedumbre. La mansedumbre no es debilidad, sino todo poder pero bajo control. Moisés fue un hombre manso. Note lo que dice Números 12:3 Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.
Moisés fue un hombre muy manso, pero eso no significa que fuera débil. Cuando uno mira la vida y los hechos de Moisés de ninguna manera se puede llegar a la conclusión que se trataba de un hombre débil. Moisés era muy poderoso, pero tenía ese poder bajo control. Esto es la mansedumbre. El Señor Jesucristo también fue manso y humilde, pero note por ejemplo lo que hizo según Juan 2:13-16. La Biblia dice: Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,
Joh 2:14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
Joh 2:15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;
Joh 2:16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.
Esta conducta no es de un hombre débil. La mansedumbre es poder bajo control. Cuando el Señor Jesús fue provocado, jamás respondió a la provocación, a pesar que tenía todo el poder para acabar con los que le provocaban. Su poder estaba bajo control. Es interesante notar que humildad y mansedumbre van siempre de la mano. Se necesita ser humilde para ser manso. El tercer ingrediente es paciencia. Paciencia es la traducción de una palabra en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento, que literalmente significa largura de ánimo, y se refiere a la capacidad de soportar la adversidad sin desmayar. El cuarto ingrediente es el resultado de los tres ingredientes anteriores. Soportándoos los unos a los otros. La idea detrás de la palabra soportar es sostener arriba sin desmayar. A decir verdad, existen muchos creyentes que son difíciles de soportar, pero a la luz de la palabra de Dios, tenemos que soportarlos, sabiendo que de esa manera vamos a guardar la unidad. Cuando el texto habla de soportar los unos a los otros no se está dando a entender que debemos tolerar el pecado en los demás. No. El pecado tiene que ser confrontado, no soportado. El quinto ingrediente está fuertemente unido al anterior, es el amor. El amor permite que podamos soportarnos los unos a los otros. Hablando del amor, 1 Corintios 13:7 dice: Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor del cual estamos hablando aquí no es una emoción, sino acción. Alguien ha dado una definición de este amor en los siguientes términos. Amor es la acción de sacrificio a favor de la persona amada. Me gusta esta definición porque excluye la parte emocional del amor, que aunque es importante, a veces toma tanta forma que anula la idea de acción del amor. Es por amor que podemos soportar a aquellas personas que son difíciles de soportar. El sexto ingrediente es solicitud. Esta palabra significa mostrar diligencia por medio del esfuerzo. A veces es difícil soportar a los demás, ser humilde, ser manso, amar sacrificialmente, pero tenemos que recordar que ser solícitos implica un esfuerzo diligente. Debemos estar dispuestos a tender puentes para que nuestras relaciones con los demás sean muy cordiales. El último ingrediente es la paz. Esto se encuentra en el versículo 3 de Efesios 4. La paz con Dios que logramos por medio de la obra de Cristo a nuestro favor debe manifestarse en paz con los demás. Cuando estamos en paz con Dios podemos estar en paz con los que nos rodean. La guerra es el resultado externo de un conflicto interno del hombre con Dios. La paz que tenemos con Dios cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, necesariamente debe manifestarse en relaciones armónicas con otros creyentes. Hemos visto entonces los ingredientes para mantener la unidad que todos los creyentes tenemos ya en el Espíritu. La unidad ya está hecha, no tenemos que buscarla, sino mantenerla. ¿Hasta qué punto estamos utilizando estos ingredientes para mantener la unidad del Espíritu? ¿No será que hay algunos ingredientes que nos están faltando y que están echando a perder nuestros esfuerzos por mantener esta unidad? Que tal si se auto examina para ver si su receta contiene todos los ingredientes que nos ha enseñado el apóstol Pablo. Que el Señor le bendiga.
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