Saludos cordiales amigo oyente. Es un grato privilegio para nosotros contar con su amable sintonía. Nuestro tema de estudio en esta serie, es lo que todo nuevo creyente debería estar haciendo una vez que ha obtenido la salvación por la fe en Jesucristo, Para ello, estamos usando como guía de estudio el librito titulado 10 Primeros Pasos para el Nuevo Creyente, escrito por el Dr. Woodrow Kroll, quien es Presidente de Back to the Bible Internacional, organización a la cual pertenece el Ministerio Internacional de Radio La Biblia Dice… En esta ocasión David Logacho, nos hablará del noveno paso de este programa de discipulado básico para nuevos creyentes.
Una pregunta que surge en la mente de todo nuevo creyente es: ¿Qué hago ahora que soy de Cristo? De la respuesta que se dé a esta pregunta, depende en buena medida que, con el tiempo, ese nuevo creyente logre la madurez espiritual o viva en permanente postración espiritual. Dios quiere que todo creyente se proyecte hacia la madurez espiritual. Los creyentes que aún teniendo años de ser salvos, todavía viven en la infancia espiritual son una vergüenza para el evangelio y una afrenta para el Señor quien los salvó. Esta es la razón por la cual todo pastor tiene como meta principal en su vida el conducir a los nuevos creyentes hacia la madurez. El apóstol Pablo decía que sufría de dolores de parto hasta que Cristo sea formado en las vidas de los creyentes. Con miras justamente a fomentar el crecimiento espiritual de los nuevos creyentes, el Dr. Woodrow Kroll ha escrito un librito titulado 10 Primeros pasos para el Nuevo Creyente. Nosotros estamos haciendo una adaptación de este material para beneficio de todos nuestros amigos oyentes. Ya hemos considerado los ocho primeros pasos. El primero, asegúrese de que es salvo. El Segundo, dígaselo a alguien. El tercero, establezca un tiempo devocional. El cuarto, ore. El quinto haga amistades cristianas. El sexto, busque una iglesia verdaderamente cristiana. El séptimo, bautícese y el octavo, aprenda a ofrendar. Hoy vamos a analizar el noveno paso. Dice así: Memorice la palabra de Dios. Memorizar la palabra de Dios debe ser visto como un privilegio; nunca como una obligación, porque los beneficios son todo para nosotros pero la satisfacción es todo para el Señor. Memorizar las Escrituras requiere de tiempo y esfuerzo, de modo que Ud. necesita de buenas razones para empezar a hacerlo. Qué tal si considera estas razones. Primero, memorizar la palabra de Dios rinde honor a Dios. Si Ud. lee el Salmo 119 notará cómo el escritor honra a Dios por medio de honrar su palabra. El versículo 89 dice: «Para siempre, oh Jehová, Permanece tu palabra en los cielos» El versículo 105 dice: «Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino» El versículo 140 dice: «sumamente pura es tu palabra, Y la ama tu siervo» El versículo 162 dice: «Me regocijo en tu palabra Como el que halla muchos despojos» La razón por la que el escritor valora en tal alto grado la palabra de Dios es que valora a Dios. La palabra de Dios es un reflejo de sí mismo. Es una revelación de su propia mente. Memorizar las Escrituras es lo mismo que guardar en el corazón la palabra de Dios. Recuerde: Dios escribió solamente un libro, y Ud. rinde honor a Dios cuando muestra respeto y aprecio a ese libro, al guardarla en su corazón. Salmo 119:97 dice «¡Oh, cuanto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación» Una segunda buena razón para memorizar la palabra de Dios es para que nos guarde de pecar. El salmista lo puso de esta manera en Salmo 119:11 «En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti» Cuando Ud. es tentado a pecar, necesita una defensa eficaz. Dios ha puesto a su disposición esa defensa y es su palabra. Si Ud. ha memorizado porciones de la Biblia, Ud. estará listo para hacer frente al tentador cuando éste le acose y trate de hacerle caer en el pecado. Cuando el diablo ataca, es necesario tener un buen arsenal de Escrituras para hacerle frente. Es interesante por ejemplo, mirar como el Señor Jesucristo hizo uso de la palabra de Dios guardada en su mente en su enfrentamiento contra Satanás. Tratándose de Jesucristo, él pudo echar mano de su poder o de sus ángeles o de su gloria o de su elocuencia para hacer frente a Satanás, pero no lo hizo. Jesucristo echó mano de algo mucho más efectivo, algo que está a nuestra disposición, la palabra de Dios. Veamos rápidamente cómo lo hizo. La primera tentación tuvo lugar en un desierto desolado. Jesús había sido conducido a aquel lugar por el Espíritu Santo en donde había pasado 40 días y 40 noches en ayuno. Satanás sabía que Jesús estaba hambriento, de modo que intentó sacar provecho de esta circunstancia. La respuesta de Jesús a la tentación de Satanás la tenemos en Mateo 4:4 donde dice: «Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» Jesús respondió citando la palabra de Dios previamente memorizada. Satanás perdió una batalla más, pero se aprestaba para la siguiente. Acto seguido, llevó a Jesús al pináculo del templo, muy por encima del Valle del Cedrón. Allí Satanás tentó a Jesús para que se echara abajo y brindara un original espectáculo circense a los afortunados espectadores. Pero Jesús no cayó en la trampa. Veamos como respondió a esta tentación. Lo tenemos en Mateo 4:7 donde leemos: «Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios» Nuevamente, Jesús echa mano del arsenal de Escrituras que tenía en su mente y toma la mejor arma. Arma ante la cual Satanás huyó despavorido, pero no para siempre, porque nuevamente lo tenemos a la carga. Esta vez, Satanás conduce a Jesús a un monte muy alto donde pone a Jesús ante la gloria de todos los reinos del mundo. La oferta fue: Todo esto te daré si postrado me adorares. Nuevamente Jesús recurre a su bien provisto arsenal espiritual de Escrituras para responder a Satanás. Mateo 4:10 dice: «Entonces Jesús le dijo: Vete Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás» Ahora Satanás sabía por experiencia que era imposible derrotar a alguien que tenía tantas Escrituras en su mente. Por eso Mateo 4:11 dice: «El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían» Jesús es un extraordinario ejemplo de lo que todo creyente debe hacer cuando es tentado. Si Ud. amigo oyente se ha preparado para la tentación guardando en su corazón la palabra de Dios, al memorizar pasaje de ella, el Espíritu Santo traerá a su mente los pasajes bíblicos que Ud. necesita para mantenerse firme ante cualquier situación. Los textos bíblicos memorizados son un gran antídoto para evitar reveses espirituales. En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti, dijo el rey David. Una tercera razón para memorizar las Escrituras es prepararse para dar respuesta a los que cuestionan su fe en Cristo. En caso que todavía no lo haya notado, Ud. debe saber que no todo el mundo está contento con el hecho que Ud. haya llegado a ser hijo de Dios por medio de haber recibido a Cristo como Salvador. Muchos de sus amigos y relacionados harán o dirán todo lo que puedan para convencerle de que Ud. debe abandonar su nueva fe. Lo que pasa en el fondo es que su nueva vida pone en evidencia los pecados de las vidas de ellos. Esta situación incomodará a una buena cantidad de relacionados suyos con quienes Ud. compartía la vida de pecado. Algunos de ellos, a lo mejor los más osados, vendrán a Ud. con preguntas necias y cargadas de mala intención para hacer tambalear su fe. En casos así, qué bueno es haber memorizado pasajes claves de la palabra de Dios. Justamente sobre esto nos habla el apóstol Pedro cuando en su primera carta, capítulo 3 versículo 15 dice: «si no santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros» Uno nunca sabe cuándo tendrá que presentar defensa con mansedumbre y reverencia de la esperanza que tenemos. Por tanto debemos estar siempre listos para ello. Esto demanda memorizar las Escrituras conscientemente. De modo que, amigo oyente, la Biblia no es solamente para guardarla en un anaquel durante la semana y sacarla a pasear los domingos cuando vamos al templo. La Biblia debe ser leída con devoción, estudiada con tesón, meditada con pasión y guardada en el corazón.
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