Qué gozo es estar junto a usted mi amiga, mi amigo. La Biblia dice le extiende cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy en el libro de Hebreos, dentro de la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. Al mirar a los hombres de fe, no podemos dejar de pensar en Moisés, quien por fe hizo cosas extraordinarias, muchas de ellas incomprensibles desde el punto de vista humano, pero lógicas cuando se las mira desde la perspectiva de lo eterno. Sobre esto tratará el estudio bíblico de hoy que nos trae David Logacho.
Fe es aceptar lo imposible, hacerlo sin lo indispensable y soportar lo intolerable. Fe es creer lo que no vemos para luego ver lo que creemos. Este es el tipo de fe que rodeó la vida de Moisés. Moisés aprendió este estilo de vida de sus padres desde que nació. Abramos nuestras Biblias en el libro de Hebreos, capítulo 11, versículos 23 a 26. Un título adecuado para este pasaje bíblico sería: Las acciones de la fe viva. El versículo 23 nos describe lo que hizo la fe en los padres de Moisés y los versículos 24 a 26 nos describe lo que hizo la fe en Moisés mismo.
Recordemos que el autor del libro de Hebreos se dirige a judíos para mostrarles que la vida de fe es lo que agrada a Dios, y que este era el estilo de vida de todos los grandes hombres de la historia de Israel. Para entrar a formar parte de los beneficiarios del nuevo pacto, se necesita de fe y aunque esto parecía algo nuevo a un judío del primer siglo, a través de los ejemplos de Hebreos 11 se ve que el acercarse a Dios ha sido siempre un resultado de la fe. Por esto Dios ha dicho en Hebreos 10:38 “Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma” Con esta aclaración vayamos entonces a observar las acciones de la fe en el caso de los padres de Moisés.
Hebreos 11:23 dice: “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey.” En este texto, vemos en acción a la fe viva de los padres de Moisés. Mientras los Israelitas estaban bajo el dominio de Egipto, el rey de Egipto decretó la muerte de todo varón que nazca en los hogares hebreos. Los padres de Moisés vieron que el varón que había nacido era niño hermoso, no sólo por lo físico, sino mucho más por el propósito que Dios tenía para este recién nacido niño.
Su fe en que Dios iba a obrar a través de Moisés les dio el valor para desafiar el decreto del rey y esconder al niño por tres meses. Cuanto ya no era posible tenerlo escondido por más tiempo, su fe les dio el valor para desprenderse temporalmente de él y dejar el niño en las manos de Dios. Todos sabemos lo que aconteció después, cuando el poder de Dios se manifestó en protección y provisión para el niño. Por la fe de sus padres, Moisés dejó de ser un niño escondido y pasó a ser un hijo de la hija de Faraón. En los versículos 24 a 26 tenemos las acciones de la fe viva en el caso de Moisés mismo. La primera cosa que produce una fe viva es un rechazo del prestigio del mundo.
Hebreos 11:24 dice: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón” Después de ser rescatado del río Nilo, Moisés fue adoptado por la hija de Faraón. En esta posición, Moisés se vio rodeado del esplendor de la corte egipcia. Tenía a su disposición todo lo que la mayoría de los hombres desearían tener. Además de la opulencia estaba el privilegiado lugar de príncipe de la casa de Faraón, con la expectativa de algún día llegar a sentarse en el trono de Faraón. Pero su fe le hizo valorar su verdadera estirpe. Él era parte del pueblo escogido de Dios.
Esta posición era tan elevada para él, que la realeza egipcia era nada en comparación. Cuando llegó a ser adulto, tomó una decisión, no iba a esconder su verdadera nacionalidad para ganar unos pocos años de prestigio terrenal. ¿Cuál fue el resultado? En lugar de ocupar una o dos líneas de jeroglíficos en alguna obscura tumba egipcia, ha sido inmortalizado en el Libro de los libros. En lugar de ser admirado como momia egipcia en algún museo, hoy está en la galería de la fama de los hombres de fe. Así es amable oyente, la fe viva rechaza el prestigio que este mundo ofrece y en recompensa obtiene la aprobación del Dios Altísimo. La segunda cosa que produce una fe viva es el rechazo de los placeres del mundo.
Hebreos 11:25 dice: “escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” Por la fe, Moisés escogió el maltrato con el pueblo de Dios y rechazó el deleite temporal del pecado. Todo pecado tiene su deleite, por eso se hace tan atractivo, pero ese deleite es pasajero. Tomemos por ejemplo el pecado de la borrachera. ¿Habrá deleite en este pecado? Por supuesto. Pero dura tan poco tiempo y después se transforma en una pesadilla.
Proverbios 23:31-32 dice al respecto: “No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en al copa. Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor” Mientras la persona bebe, su corazón está alegre, pero en cuestión de poco tiempo, la alegría se transforma en dolor y para mitigar ese dolor, la persona vuelve a tomar más y entra así en una espiral de vicio conocida como alcoholismo. Moisés decidió escoger el maltrato con el pueblo de Dios; porque sabía que si hoy hay maltrato, más allá está la recompensa de dicha. Los ojos de su fe le permitieron mirar más allá del sufrimiento presente.
Así que, la fe viva produce un rechazo al prestigio que el mundo ofrece y un rechazo a los placeres que el mundo ofrece. Pero no sólo eso. En el versículo 26 vemos que la fe viva rechaza también las posesiones que el mundo ofrece. El texto dice: “Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.” La fe permitió a Moisés mirar a los tesoros de los egipcios como algo sin valor a la luz de la eternidad.
Por fe Moisés se dio cuenta que la verdadera felicidad no viene como resultado de acumular bienes materiales sino como resultado de renunciar a los bienes materiales. Recordemos que la fortuna egipcia que Moisés estaba rechazando no era nada despreciable humanamente hablando. En esa época, Egipto era la primer potencia mundial en todo sentido. Sus tesoros valían millones de millones de dólares, pero todo esto fue nada para Moisés cuando lo comparó con el galardón en el cielo. En lugar de los tesoros de los egipcios, Moisés prefirió, o tuvo por mayores riquezas el vituperio o el rechazo de Cristo.
Si Cristo todavía no había venido al mundo, ¿Cómo es que en el tiempo de Moisés se habla del vituperio de Cristo? La respuesta la encontramos en el significado de la palabra “Cristo” Cristo significa “Ungido” Moisés fue ungido para liberar a Israel de la esclavitud de Egipto. Moisés como ungido de Dios, sufrió la burla, el desprecio, el desdén de los egipcios y aun de sus propios paisanos. Moisés sufrió el mismo tipo de rechazo que siglos más tarde sufriría Jesucristo, el Mesías. Moisés entonces, por fe no se aferró a los tesoros de este mundo. ¿Sabía que todo lo que hay en el mundo está condenado a ser destruido con fuego? No tiene sentido hacerse tesoros en la tierra donde ladrones minan y hurtan y donde la polilla y el orín corrompen.
Debemos hacernos tesoros en el cielo donde ladrones no minan ni hurtan y donde ni la polilla ni el orín corrompen. Hemos visto la fe viva en acción. Los padres de Moisés desafiaron al rey de Egipto porque por la fe vieron que Dios tenía planes para Moisés. Moisés mismo rechazó el prestigio que este mundo ofrece. Rechazó los placeres que este mundo ofrece y rechazó las posesiones que este mundo ofrece. ¿Cómo está su fe? ¿Tiene usted una fe viva, amable oyente? Si su fe es viva es de esperarse que se manifieste en acciones como las que hemos visto hoy en la vida de Moisés.
¿Está empecinado en lograr prestigio? Recuerde que el prestigio del mundo terminará con la muerte. ¿Está usted decidido a vivir para lograr el placer que este mundo ofrece a manos llenas? Recuerde que el deleite del pecado es temporal y pronto se transforma en un peligroso aguijón que causa dolor insoportable. ¿Está usted aferrado a las posesiones? Recuerde que nada de lo material que con tanto trabajo ha logrado podrá llevar con usted cuando salga de este mundo.
Ni el prestigio, ni el placer, ni las posesiones pueden garantizar satisfacción eterna. Existe solamente una cosa que puede garantizar satisfacción eterna. Es la persona de Cristo Jesús. El mismo dijo: Separados de mí, nada podéis hacer. ¿Tiene a Cristo en su corazón como su Salvador amable oyente? Si no lo tiene, este es el momento para recibir a Cristo como su personal Salvador. No tarde más en tomar esta decisión. Esto determina la diferencia entre la vida eterna y el castigo eterno. Reciba a Jesucristo ya.
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