Cordiales saludos amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Efesios en la serie titulada: Las Maravillas de la Gracia. Nuestra salvación fue planificada por Dios el Padre, quien nos escogió antes de la fundación del mundo, nos predestinó para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, nos adoptó como hijos adultos en su familia y nos hizo aceptos en el Amado. Nuestra salvación fue ejecutada por Dios el Hijo, en quien tenemos redención, en quien tenemos perdón, quien hizo sobreabundar para con nosotros toda sabiduría e inteligencia para conocer el misterio de su voluntad de reunir todas las cosas en Cristo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, y en quien tuvimos herencia. En esta oportunidad vamos a estudiar la parte que le correspondió a Dios el Espíritu Santo en nuestra salvación. Es maravilloso pensar que la Trinidad toda tiene parte en nuestra salvación.
Abramos nuestra Biblias en el libro de Efesios capítulo 1, versículos 13 a 14. En estos dos versículos tenemos la obra del Espíritu Santo en nuestra salvación. Veamos en primer lugar, la bendición de ser sellados. Efesios 1:13 dice: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
Aquí encontramos una de las declaraciones más precisas de la manera como alguien puede llegar a ser salvo. Primeramente se necesita, oír la palabra de verdad. Esto significa oír el mensaje del evangelio el cual contiene todo lo que el hombre pecador necesita saber para ser salvo. Romanos 10:17 dice: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
El hombre pecador necesita oír de la salvación como primer paso para ser salvo. Esto implica que necesita escuchar y entender las buenas nuevas que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras, lo cual fue ampliamente corroborado por muchos testigos. Si no hubiera personas que estén anunciando estas buenas noticias, no habría personas que se acerquen a Dios por medio del Señor Jesucristo. Romanos 10:14 dice: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
Luego de haber oído el mensaje del evangelio, el hombre pecador necesita creer en ese mensaje que ha oído y ha entendido. El verbo creer en este contexto indica confiar plenamente. No se trata de un mero asentimiento intelectual, sino confianza plena en aquello que se ha oído y se ha entendido. Alguien alguna vez explicó la diferencia entre creencia intelectual y confianza plena, por medio de una interesante ilustración, no sé si real o ficticia, pero muy efectiva para apreciar la diferencia. Se trata la historia de un famoso equilibrista de antaño, llamado Blondín. Un día, Blondín intentó realizar una hazaña jamás siquiera soñada por otro equilibrista. Quería cruzar las cataratas del Niágara haciendo equilibrio sobre un cable de acero firmemente tensado entre las dos riberas. El día señalado, tensó el cable y ante una multitud expectante comenzó su caminata sobre el fino cable armado únicamente de su barra de equilibrio. Lo hizo tan bien, con tanta seguridad, que cuando terminó su travesía la gente deliraba de emoción por la destreza manifestada. Después de esta hazaña, intentó algo más osado. Esta vez, caminaría sobre el cable tensado empujando una carretilla especialmente diseñada para el acto. Lo hizo sin ningún problema y otra vez arrancó atronadores aplausos de los espectadores. Acto seguido, dirigiéndose a la multitud, preguntó en voz alta: ¿Cuántos de ustedes creen que yo puedo repetir lo que acabo de hacer, pero llevando a una persona dentro de la carretilla? Los espectadores a una gritaron: Tú puedes, tú puedes. Cuando cesó el bullicio. Blondín tomó nuevamente la palabra y a gritos dijo: Muy bien, veo que todos creen que lo puedo hacer. Ahora les pregunto: ¿Quién se ofrece de voluntario para subirse a la carretilla? Se hizo un silencio total entre los espectadores. Todos se miraban los unos a los otros. Nadie decía ni una sola palabra. Todos creían que Blondín podía llevar a una persona en la carretilla, pero nadie confiaba plenamente en él como para subirse en la carretilla. Esa es la diferencia entre creer intelectualmente y confiar plenamente. De la misma manera, existen muchos hoy en día que creen intelectualmente en el mensaje del evangelio, pero no están dispuestos a confiar plenamente en él. La salvación es solamente para aquellos que confían plenamente en las buenas nuevas que están encerradas en el mensaje del evangelio. Cuando un pecador confía plenamente en el mensaje del evangelio, el Espíritu Santo lo sella. El sello habla de una transacción completa, así como se sella los documentos legales de importancia. El sello habla también de pertenencia. Dios ha puesto su sello que es el Espíritu Santo sobre todos los que confiamos plenamente en el evangelio y hemos sido perdonados de nuestros pecados. El sello también habla de protección. El sello que el imperio romano colocó en la tumba donde fue sepultado el Señor Jesús tenía este propósito. La guardia romana no quería que los discípulos roben el cuerpo del Señor Jesús de la tumba, para argumentar que había resucitado y por eso colocaron un sello para proteger a la entrada de la tumba. El creyente está absolutamente protegido en Cristo. Nada ni nadie puede hacer algo contra un creyente, a no ser que eso sea la voluntad de Cristo. Finalmente, el sello indica autenticidad. Así como el sello en un documento oficial es garantía de su autenticidad, el sello que es el Espíritu Santo en la vida de un creyente también es garantía de que ese creyente es genuino. No existe creyente sin el sello que es la presencia del Espíritu Santo en su vida. En segundo lugar, tenemos el beneficio de estar seguros. Efesios 1:14 dice: que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
En este versículo encontramos una palabra muy interesada y poco o nada usada en nuestro diario hablar, por lo cual merece una explicación. Me refiero a la palabra arras. Esta palabra significa el pago inicial que se efectúa cuando se va a comprar algún bien. Cuando alguien, por ejemplo, va a comprar un auto y no tiene suficiente dinero para pagar todo de contado, compra ese auto a crédito. Para ello, entrega una parte del valor del auto como entrada y el resto lo va pagando en partes iguales por determinado número de meses. Ese pago que se entregó como entrada es las arras. Dios nos dio el Espíritu Santo como las arras, o la entrada, que garantiza que él cumplirá su promesa de llevarnos con él a su gloria cuando sea el momento. La redención de la posesión adquirida se refiere a la redención de nuestros cuerpos, es decir la promesa gloriosa de la resurrección cuando el Señor Jesucristo venga a buscarnos en lo que se conoce como el arrebatamiento. Es interesante pensar que la redención del creyente tiene tres tiempos. Hemos sido redimidos por la fe en el Señor Jesucristo en el pasado, estamos siendo redimidos en el presente mientras el Espíritu Santo obra en nuestras vidas para hacernos semejantes a Cristo, y seremos redimidos en el futuro cuando el Señor Jesucristo venga a buscarnos para llevarnos a su gloria. Toda esta obra del Espíritu Santo es para la alabanza de la gloria de Dios. A veces pensamos que Dios salva a los pecadores porque tiene lástima de ellos, o para evitarles un eterno castigo o cosas así, pero en realidad, el principal propósito por el cual Dios salva a los pecadores es para que su nombre sea glorificado. En la creación, Dios reveló su poder, en la cruz del Calvario, Dios reveló su amor y en la iglesia o en todos los creyentes, Dios reveló su maravillosa gracia y su sabiduría y todo para alabanza de su gloria. Malaquías 3:17 dice: Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve.
Qué hermoso es pensar que usted y yo que somos redimidos o comprados por la sangre de Cristo llegaremos a ser como las joyas que adornan para siempre la corona de Dios. Dios será admirado y alabado por la eternidad al ver a nosotros, pecadores redimidos por la sangre de Cristo. Al saber que Dios ha hecho una obra maravillosa al salvarnos, nuestros corazones se deben llenar de gozo y gratitud. Ojalá que nunca perdamos la frescura de nuestra salvación, que no nos acostumbremos a ser salvos pero vivir como si no lo fuéramos. No. Para Dios somos un especial tesoro y debemos vivir como si fuéramos joyas que resplandecen reflejando la luz de Aquel que vive en nosotros.
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