Reciba cordiales saludos amable oyente. Es de mucho gozo saber que usted nos está escuchando. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos tratando el tema de la mayordomía de la familia. En lo que hemos progresado en este tema, tenemos en claro que la familia es un bien de Dios que en la mayoría de los casos ha sido dada al padre de familia para que sea su administrador o mayordomo. Digo en la mayoría de los casos, porque es necesario reconocer que por circunstancias fuera de control, en algunos casos, la administración de la familia recae sobre la madre de familia, por ejemplo cuando el padre de familia ha fallecido o cuando el padre de familia ha abandonado el hogar. Como mayordomo de la familia, el padre es un profeta en la familia, es decir uno que habla a la familia a nombre de Dios. Además de esto, como mayordomo de la familia, el padre es un sacerdote en la familia, es decir uno que habla a Dios a nombre de la familia. En el estudio bíblico de hoy vamos a tratar acerca de otra función importante del padre como mayordomo de la familia.
Como mayordomo en la familia, el padre es un profeta y un sacerdote. Esto fue lo que tratamos en nuestro estudio bíblico último, dentro de este tema. Pero además de profeta y sacerdote, como mayordomo de la familia el padre es un líder. Antes de profundizar sobre eso, es necesario hacer una diferencia entre el liderazgo según las normas del mundo y el liderazgo según las normas de Dios. La diferencia más importante radica en el concepto amable oyente. Para el mundo, el líder es aquel que de alguna manera ha ascendido a una posición desde la cual está en capacidad de dominar a los demás para lograr sus metas, muchas de las veces egoístas. Para Dios, el líder es aquel que se humilla ante los demás para servirles. Eso fue lo que enseñó el Señor Jesucristo en Mateo 20:25-27. La Biblia dice: Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad.
Mat 20:26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
Mat 20:27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;
Por tanto, amable oyente, cuando decimos que el padre como mayordomo en la familia es un líder, no estamos diciendo que se erige como un pequeño dictador que ejerce su voluntad absoluta y todos los demás le obedecen sin mayor dilación. Para mirar que es lo que está detrás del concepto de líder según las normas de Dios, consideremos lo que la Biblia dice en Efesios 5:22-30 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
Eph 5:23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
Eph 5:24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
Eph 5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
Eph 5:26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
Eph 5:27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Eph 5:28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
Eph 5:29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,
Eph 5:30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
Aquí lo tenemos amable oyente. Ser líder en la familia es lo mismo que ser cabeza en la familia. Contrario a lo que muchos piensan, la cabeza no está para mandar al cuerpo sino para servir al cuerpo. El cuerpo por sí solo no tiene la capacidad de sostenerse a sí mismo. Necesita de su cabeza para funcionar armónicamente. La cabeza presta un servicio indispensable al cuerpo. Igual es con el padre de familia como líder o cabeza de familia, amable oyente. El padre no está para mandar, el padre está para servir. Una familia con un padre que se desentiende de su función como cabeza de familia es como un cuerpo sin cabeza, algo condenado a la ruina. Muy bien, el pasaje bíblico leído nos muestra algunos detalles indispensables en la responsabilidad del padre como líder o cabeza de la familia. El esposo debe amar a su esposa. Note amable oyente, que amar a la esposa no es algo opcional para un padre de familia, sino un deber. Ningún padre de familia que se somete a la autoridad de la Biblia, puede llegar al punto de decir ya no amo más a mi esposa. Hace algún tiempo atrás estaba aconsejando a un matrimonio que estaba al punto del divorcio. Cuando pregunté al esposo la razón para pensar en algo tan drástico, candorosamente me dijo: Es que ya no amo más a mi esposa. Esta fue la ocasión ideal para mostrar que los esposos tenemos la orden directamente de Dios para amar a nuestras esposas. Ahora reflexionemos sobre esto, amable oyente. Si Dios ordena a los maridos a amar a sus mujeres, entonces, el amor del que estamos hablando debe partir de la voluntad mas no de las emociones. Es decir que el esposo decide amar o no amar a su esposa. Si ama a su esposa está obedeciendo a Dios, si no ama a su esposa simplemente no está obedeciendo a Dios. Lo hermoso es que cuando nos sometemos a la palabra de Dios amando a nuestras esposas, en algún momento notamos que es un deleite hacerlo, entonces ya no es solamente amor obligación sino amor nacido de la totalidad del ser. Pero es posible que algún marido se pregunte: ¿Cómo puedo amar a una persona que no me respeta, que no se somete, que en definitiva no me ama? Bueno, no es sencillo. Para lograrlo necesitamos echar mano del poder sobrenatural que nos da el Espíritu Santo que mora en los que somos hijo de Dios. Revestidos de este poder se hace posible amar como Cristo amó a la iglesia. Esto es grandioso. El mismo tipo de amor que Cristo tuvo hacia la iglesia, debo tener yo hacia mi esposa. El amor de Cristo al pecador fue sin condiciones. Cristo no puso como condición para amarnos que nosotros seamos buenos y que abandonemos el pecado. Nada de esto, él simplemente nos amó, tal como éramos. Con nuestra carga de pecado y maldad. Así deber mi amor a mi esposa. Un amor sin condiciones. Muchos esposos han pensado que deben abandonar a sus esposas porque ellas no están contribuyendo con su cuota de amor. Tienen la idea del amor compartido en parte iguales. Es decir que para hacer el 100% cada uno tiene que contribuir con el 50% Pero la Biblia no enseña eso. La Biblia simplemente dice: Maridos amen a sus mujeres. El amor de Cristo a la iglesia no sólo que fue sin condiciones, sino también fue un amor sacrificial. ¿Qué significa esto de amor sacrificial? Muy sencillo, significa que hay un precio muy alto que pagar por parte del que ama. ¿Cuál fue el precio que Cristo tuvo que pagar para amar a la iglesia? Bueno, el texto leído responde diciendo que Cristo se entregó a sí mismo por ella. Cristo tuvo que pagar con su propia vida para amar a la iglesia. Ciertamente que lo más probable es que ni usted ni yo seamos conducidos al punto de dar nuestra vida a favor de nuestras esposas, pero si eso llegara a darse, habría que hacerlo. Pero lo tiste es que muchas veces no estamos dispuestos ni a pagar lo mínimo peor a dar nuestras vidas por ellas. Pero si queremos amar a nuestras esposas como Cristo amó a la iglesia debemos estar dispuestos a sacrificarnos por ellas. Muchas veces el sacrificio tiene más que ver con un ceder a nuestros impulsos de hacer prevalecer nuestro juicio de cualquier modo. El amor de Cristo a la iglesia fue sin condiciones y sacrificial, pero no sólo eso, sino que no buscó su propio bien, sino el de la persona amada. Dice el texto que leímos que Cristo amó a al iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra. Qué hermoso. Cristo pagó todo el precio pero todo el beneficio fue para la iglesia. Como pecadores que somos nuestro destino era el tormento eterno, pero Cristo nos amó y pagó el precio más alto que podríamos imaginar, y con ello, llegamos a ser santos y puros ante Dios, consecuentemente nuestro destino ya no es tormento eterno sino dicha eterna junto a Dios. Así deber ser el amor de los maridos hacia sus esposas. Un amor que busca todo el beneficio para ellas. No un amor que tiene algún interés egoísta en la manga. ¿Quiere usted, amable oyente, ser un buen mayordomo de su familia? Entonces usted debe ser el líder de su familia o la cabeza de su familia. Como tal no está en la familia para ordenar y exigir autoridad y respeto, sino para servir así como Cristo quien no vino para ser servido, sino para servir. Lo más básico que se espera de usted como cabeza de familia es que ame a su esposa así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella.
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