Reciba cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el Evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a estudiar otra maravillosa parábola del Señor Jesús.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 8:16-21. Como antecedente de esta porción bíblica, tenemos la decisión que en determinado momento tomó el Señor Jesús, en el sentido de hablar a la gente por medio de parábolas. Esto llamó la atención de los discípulos del Señor Jesús y por tanto preguntaron al Señor Jesús la razón para hablar a la gente por medio de parábolas. La respuesta del Señor Jesús fue lo que recoge Lucas en el versículo 10 del capítulo 8. La Biblia dice: Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.(B)
Leído sin mucho cuidado, parecería como si el Señor Jesús estuviera diciendo que comenzó a hablar a la gente con parábolas para esconder la verdad para la gente, pero la realidad es muy diferente. El Señor Jesús comenzó a hablar con parábolas a la gente para que la gente que tiene un corazón dispuesto a recibir su palabra, pueda entenderla perfectamente y por tanto llegue a ser salva, por otro lado, para que la gente que no tiene un corazón dispuesto a recibir su palabra, no lo entienda. De esto justamente trata la parábola que tenemos para nuestro estudio de hoy. Se encuentra en Lucas 8:16. La Biblia dice: Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero(C) para que los que entran vean la luz.
La palabra parábola, significa arrojar algo al lado. Una parábola es una historia real o ficticia que sirve para enseñar una verdad por medio de ponerla al lado de algo que es conocido por los que necesitan conocer esa verdad. En este caso, la historia muy conocida por la gente a quien el Señor Jesús hablaba, tiene que ver con la luz que proviene de una lámpara. En aquel tiempo, las lámparas consistían en pequeños recipientes de arcilla que contenían aceite de oliva y una mecha. Al quemarse el aceite de oliva succionado por la mecha, se producía una luz, que aunque tenue, servía muy bien para alumbrar en la oscuridad. Nadie en sus cabales encendería una lámpara y la cubriría con una vasija, porque la lámpara se apagaría o si no se apagaría, la luz no podría irradiarse. De igual manera, nadie en sus cabales encendería una lámpara y la pondría debajo de la cama, porque tal vez iniciaría un incendio o en todo caso, la luz no podría irradiarse. Lo sensato o lógico es colocar la lámpara en un lugar adecuado, en un candelero, de esta manera todos los que entren a la habitación verán la luz y recibirán el beneficio de andar a la luz. ¿Cuál es la verdad espiritual que el Señor Jesús quería marcar en la vida de los que la escuchaban? Pues, note lo que dice Lucas 8:17. Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.(D)
Al hablar a la gente mediante parábolas, el Señor Jesús no estaba ocultando la verdad de la gente sino manifestando la verdad a la gente, a la gente que tiene el corazón dispuesto para conocer la verdad, por supuesto. La luz que simboliza la enseñanza del Señor Jesucristo, pone de manifiesto todo aquello que está oculto. Nada hay oculto que no haya de ser manifestado. Es absurdo pretender esconder algo de la escrutadora luz que irradia la persona del Señor Jesucristo. En su obstinada ceguera espiritual, el incrédulo piensa que nadie, aparte de él mismo, sabe lo malo que es. Pero la maldad del incrédulo es de total conocimiento de aquel ante quien nada hay oculto y Él mismo se encargará de algún día ponerlo en evidencia. Pero esta verdad no sólo se aplica a los incrédulos, sino también a los creyentes que pretenden vivir una doble vida pensando que mientras la gente no se entere de esto, no va a haber ningún problema. Con Dios no se puede jugar a las escondidas. Dios es omnipresente y está en todo lugar y él está al tanto de todo lo que hacemos y más aún de todo lo que pensamos. Con razón que alguien ha afirmado que el pecado oculto de un creyente es escándalo público en el cielo. Nada hay oculto que no haya de ser manifestado. Si es un hijo de Dios y está llevando una doble vida en lo secreto de su corazón, no siga más en ese camino. Hoy mismo reconozca ante Dios su pecado, confiéselo y eche mano del poder del Espíritu Santo que mora en su vida, para resistir a la tentación de pecar en secreto, no importa si se trata de malos pensamientos, pornografía, ira, envidia, venganza, celos y en general cosas que pueden instalarse en la vida del creyente y pasar desapercibidas para los demás, pero que son muy evidentes para Dios, porque como dice el texto leído: porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado, ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a la luz. Esto debe ser tomado muy en cuenta por todo genuino creyente, y esto justamente es la conclusión de la parábola del Señor Jesucristo. Observe lo que dice Lucas 8:18. Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.(E)
Mirad pues, significa: Preste mucha atención a lo que acaba de oír. Debemos poner en práctica lo que oímos. De otra manera llegaremos a ser oidores de la palabra y no hacedores de la palabra y Santiago Santiago 1:22 dice: Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Oír la palabra de Dios y prestar atención a lo que oímos, en el sentido de poner en práctica lo que oímos tiene la virtud de agudizar nuestra comprensión de la palabra de Dios y comprender cada vez cosas más profunda sobre Dios y su palabra. A todo el que tiene, se le dará, dice el Señor Jesucristo, pero por contraste, si oímos la palabra de Dios y no prestamos atención a lo que oímos, en el sentido de no poner en práctica lo que oímos, resulta en una incapacidad cada vez más creciente de comprensión de la palabra de Dios y llegará un momento cuando se nos hará difícil entender aún las cosas más básicas sobre Dios y su palabra. A todo el que no tiene, aún lo que piensa tener se le quitará, dijo el Señor Jesús. De modo que, amable oyente. El Señor Jesucristo nos ha arrojado luz para reconocer nuestro estado espiritual. No debemos escondernos de esa luz, sino dejar que esa luz nos examine a fondo y si notamos que existe algo que no agrada a Dios en nuestra vida, debemos sacarlo a la luz, para reconocerlo, confesarlo y apartarnos de eso. De otra manera, nuestro corazón se irá endureciendo más y más, al punto que en algún momento tendremos serias dificultades en discernir la diferencia entre el bien y el mal. El pasaje bíblico termina haciendo referencia a la familia del Señor Jesús. Lucas 8:19-21 dice: Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
Luk 8:20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
Luk 8:21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
Cuando el Señor Jesús terminó su enseñanza sobre la necesidad de oír con atención su palabra y la necesidad de ponerla en práctica, recibió la noticia que entre la multitud se encontraban su madre, María y los hermanos, o mejor medio hermanos, del Señor Jesús. La multitud que seguía al Señor Jesús, había hecho imposible que María y sus hijos, los medio hermanos del Señor Jesús, puedan llegar directamente a la presencia del Señor Jesús. Cuando el Señor supo sobre esto, se dirigió a la multitud y les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la hacen. Aquí encontramos la conexión entre este incidente y todo lo que el Señor Jesús venía enseñando. Recuerde que venía enseñando sobre la necesidad de oír su palabra y poner en práctica lo que oían. Al saber que su madre y sus medio hermanos querían estar cerca de él, el Señor Jesús halló la ocasión precisa para manifestar que aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen, tienen una relación mucho más estrecha con él, que su misma mamá y sus mismos medio hermanos. Esto puede sonar ofensivo, especialmente a aquellos que tratan a María como si fuera Dios, imagine, el Señor Jesucristo teniendo más estrecha relación con alguien que oye y pone en práctica su palabra que con su misma madre y sus mismos medio hermanos. Pero esa es la realidad. El vínculo espiritual entre el Señor Jesús y los que oyen y hacen lo que él dice, es mayor que el vínculo familiar que él tenía con su madre y sus medio hermanos. Qué privilegio más grande que tenemos los que creemos en él y por tanto oímos su palabra y la ponemos en práctica.
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