Saludos mi amiga, mi amigo. Soy David Araya dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Proseguimos en el estudio del Evangelio según Mateo en la serie titulada: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos acerca de la parábola de los talentos.
Es motivo de mucho gozo para mí saber que usted me está escuchando amable oyente. Seguimos estudiando el Evangelio según Mateo. Ya estamos en el capítulo 25. Este capítulo es parte del discurso del Señor Jesús acerca de las últimas cosas. La primera parte de este capítulo está dedicada a dos parábolas relacionadas con la segunda venida del Señor Jesús. La primera de esas parábolas, la parábola de las diez vírgenes, fue tema de nuestro último estudio bíblico. En esta parábola, el Señor Jesús ilustra la necesidad de velar porque no se sabe el día ni la hora en que ha de venir. Hoy nos toca estudiar la segunda parábola, la parábola de los talentos. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 25 a partir del versículo 14. Voy a leer desde el versículo 14 al 18. La Biblia dice: Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Por el contexto en el cual aparece esta parábola podemos saber que se aplica al tiempo previo a la segunda venida del Señor Jesucristo. Este tiempo dura siete años y se lo conoce como la tribulación. La parábola contempla a un hombre acaudalado que tenía planes para hacer un largo viaje. Siendo así, llama a sus siervos y les entrega sus bienes con la idea no sólo de que los cuiden sino que los hagan producir. A uno dio cinco talentos. El talento es una unidad de medida de peso, no una moneda. La parábola no especifica si se trata de talentos de oro o de plata o de algún otro material, auque algunas traducciones hacen referencia a talentos de plata en el versículo 18. En todo caso, cinco talentos es una apreciable cantidad de dinero. A otro siervo dio dos talentos, menos que al primero, pero también una apreciable cantidad de dinero. A otro siervo dio un talento, menos que al segundo, pero también una apreciable cantidad de dinero. El hombre repartió sus bienes conforme a la capacidad de cada siervo. El siervo que recibió cinco talentos entendió muy bien su responsabilidad como administrador de algo que no era suyo y fue y negoció con esos cinco talentos. Como resultado ganó cinco talentos. El siervo que recibió dos talentos también entendió muy bien su responsabilidad como administrador de algo que no era suyo y fue y negocio con esos dos talentos. Como resultado ganó dos talentos. Pero el siervo que recibió un talento, no entendió en absoluto su responsabilidad como administrador e hizo algo que le pareció lo más sensato. Escondió el talento que recibió en un agujero en la tierra. Veamos qué es lo que pasó con los dos primeros siervos cuando vino el dueño de los bienes. Leo en Mateo 25:19-23. La Biblia dice: Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
La parábola enfatiza el mucho tiempo que tomó el dueño de los bienes para regresar. La tardanza no debe ser pretexto para la negligencia por parte de los siervos. Cuando el dueño de los bienes retornó reunió nuevamente a sus siervos para pedirles cuentas. El primero en presentarse fue el que había recibido cinco talentos, tal vez con una sonrisa de satisfacción dijo al dueño de los bienes. Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco sobre ellos. El dueño de los bienes, tal vez también con una sonrisa de satisfacción, dijo a este siervo: Bien, buen siervo y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu señor. Hubo una jugosa recompensa por la fidelidad en la administración de los bienes. El segundo en presentarse fue el que había recibido dos talentos. Él también, tal vez con una sonrisa de satisfacción dijo al dueño de los bienes: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. El dueño de los bienes, también tal vez con una sonrisa de satisfacción dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Este siervo recibió exactamente la misma recompensa que el primer siervo, aunque entregó sólo cuatro talentos a su señor, mientras que el primero entregó diez talentos a su señor. Lo que a Dios le interesa no es la cantidad sino la fidelidad. El primer siervo fue tan fiel como el segundo. Pero, ¿qué pasó con el tercer siervo? Voy a leer en Mateo 25:24-30. La Biblia dice: Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Es inconcebible lo que hizo el tercer siervo. Al presentarse ante el dueño de los bienes, comienza a ofenderlo. Según él, el dueño de los bienes es hombre duro, es decir insensible. Además pensaba que el dueño de los bienes siega donde no siembra y recoge donde no esparce. Esto era una acusación muy fuerte. Básicamente está acusando al dueño de los bienes de exigir a la gente lo que la gente no puede producir. Esto es absolutamente falso, porque el dueño de los bienes repartió los bienes conforme a la capacidad de cada uno. El dueño de los bienes jamás pidió algo que los siervos no podían hacer. Pero justificándose en esto, este siervo extiende el talento, tal vez corroído, lleno de tierra, al dueño de los bienes y le dice: Tuve miedo, por eso escondí tu talento en la tierra. Imagine cómo se habrá puesto el dueño de los bienes. Recuperando su compostura dice al siervo: Siervo malo y negligente, si pensabas que soy duro y que exijo más de lo que la gente puede hacer, lo menos que debiste haber hecho es dar el talento a los banqueros para que al menos gane un pequeño interés. Pero ni siquiera eso se ha hecho. Dicho esto, el dueño de los bienes ordena que se le quite el talento al siervo malo y negligente y se lo dé al que tiene diez talentos. La razón para esta acción es porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Inmediatamente vino el veredicto final sobre el siervo malo: Echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. La falta de buenas obras en este siervo malo es síntoma de que jamás nació de nuevo. Su condenación es justa. Es la condenación para todos los incrédulos. Los genuinos creyentes manifiestan su fe por medio de sus buenas obras. A manera de aplicación de esta parábola, durante la tribulación, los creyentes que deseen ser usados para la gloria del Señor Jesús, recibirán los medios para hacerlo. Mientras más hagan cosas para la gloria del Señor, más oportunidades tendrán para hacer muchas más cosas para la gloria del Señor. Igualmente, mientras menos cosas hagan para la gloria del Señor, menos oportunidades tendrán para hacer cosas para la gloria del Señor. La pérdida de capacidad para hacer cosas para el Señor es el castigo para aquellos que son negligentes en usar lo que el Señor les ha dado para que le sirvan. Todo lo que se hace para la gloria del Señor será recompensado con creces por el Señor. El Señor no espera que todos hagan lo mismo. Lo que espera es que lo que hagan, sea poco o sea mucho, sea hecho con fidelidad. Pero así como con la parábola anterior, en esta parábola se puede extraer una aplicación indirecta para los creyentes de la actualidad, los que somos parte de la iglesia de Cristo hemos recibido bienes que son propiedad del Señor. Los creyentes somos solamente mayordomos o administradores de los bienes que pertenecen al Señor. Mientras el Señor Jesús tarda en venir a buscar a su iglesia, es necesario que los creyentes seamos fieles en el buen uso de los bienes sobre los cuales nos ha puesto el Señor como administradores. Los administradores fieles recibirán su recompensa. ¿En qué medida está usando lo que Dios ha puesto en sus manos, para beneficio de la obra del Señor?
Leave a comment