Saludos cordiales amigo oyente. Nos da mucho gozo saber que Ud. nos está escuchando. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la primera epístola de Pedro, en la cual encontramos lo que es la verdadera gracia de Dios. Lo último que nos mostró Pedro es que la verdadera gracia de Dios otorga el poder para que un esposo se someta a su esposa por medio de vivir con ella sabiamente, dándole honor como a vaso más frágil y como a coheredera de la gracia de la vida. En esta ocasión, Pedro nos mostrará que la verdadera gracia de Dios, también nos capacita para tratar adecuadamente a los hermanos en la fe.
La verdadera gracia de Dios otorga el poder para que un ciudadano creyente se someta a las autoridades civiles, por más crueles que sean, para que un empleado creyente se someta a su empleador por más difícil de soportar que sea, para que una esposa creyente se someta a su esposo por más tirano que sea y para que un esposo ame a su esposa por más mala que sea. Prosiguiendo con los beneficios de la verdadera gracia de Dios, veremos que también otorga poder para que los creyentes traten adecuadamente a otros creyentes. Esto es el tema de 1ª Pedro 3:8-12. Dice así «Finalmente, sed todos e un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal» En este pasaje bíblico, Pedro nos presenta seis requisitos para tener una buena relación con otro creyente. ¿Quiere Ud. tener una buena relación con otro creyente? Entonces ponga mucha atención a estos seis requisitos. Antes de hablar de estos seis requisitos, observe que Pedro comienza este pasaje diciendo: Finalmente. Esto no significa que Pedro está por terminar la carta, sino simplemente que lo que está por decir se aplica a todos los creyentes en general. El primer requisito es: Sed todos de un mismo sentir. Esta expresión no significa que todos los creyentes debemos mirar siempre las cosas de la misma manera. Esto no es posible y lógicamente la Palabra de Dios no lo demanda. Lo que significa es que aunque no todos veamos las cosas de la misma manera, aún así, estemos dispuestos a ceder nuestros derechos para ponernos de acuerdo en las cosas, buscando no nuestro propio bien, sino el de los demás, buscando no que se haga nuestra propia voluntad sino lo que sea conveniente para los demás. A veces pensamos que nuestras ideas son las únicas sensatas y las únicas que funcionan. La mayoría de los problemas de relación mutua entre los creyentes, se debe a que uno de ellos está haciendo todo lo posible para hacer las cosas a su manera, ignorando la opinión o la voluntad de los demás. No es conveniente que entre creyentes vivamos en permanente discordia porque no podemos ponernos de acuerdo en cosas sin importancia. Pedro por tanto dice: Sed todos de un mismo sentir. El segundo requisito es: Sed todos compasivos. Esto significa, tened todos la capacidad de sufrir con el que sufre. Yo no sé si Ud. lo habrá experimentado, pero ayuda mucho tener a alguien que sea nuestro paño de lágrimas. Es decir una persona con quien podemos tener la suficiente confianza como para compartir nuestras penas y que comprenda al menos en parte el sufrimiento que estamos padeciendo. Así como el gozo compartido es más duradero, la aflicción compartida es más llevadera. Cada uno de nosotros deberíamos estar dispuestos a brindar la confianza a los demás y sobre todo deberíamos estar dispuestos a oír a los demás. Pero a veces, estamos tan ocupados en lo nuestro que ignoramos a los demás. Quiera el Señor que todos nos constituyamos en el paño de lágrimas de los demás. El tercer requisito es que todos nos amemos fraternalmente. Amor fraternal es el amor entre hermanos. Este amor no parte de las emociones sino de la voluntad. Por eso es que en este texto, lo vemos como un mandato. Ud. no puede decir, si siento amarle le amo, si no siento amarle no le amo. Tampoco puede decir: Si me agrada le amo, si no me agrada, no le amo. Tampoco puede decir, si él me ama, yo le amo, si él no me ama, yo no le amo. Nada de esto concuerda con el mandato de que todos debemos amarnos fraternalmente. Y recuerde que el amor es simplemente acción de sacrificio en beneficio de la persona amada. Si Ud. dice que ama a su hermano, pero no hace nada que para Ud. represente sacrifico en favor de su hermano, entonces su amor a su hermano no pasa de ser mero discurso lírico. El mejor ejemplo de amor fraternal lo tenemos en Cristo Jesús, quien se dio a sí mismo en lugar de los que amó. Cuan contrario a lo que es mucho de nuestra práctica, ¿verdad? Nos cuesta tanto darnos a los demás. Más cómodo es sacar provecho de los demás. Pedro dice: Amaos fraternalmente. El cuarto requisito es: Sed todos misericordiosos. Esto significa que todos debemos tener un corazón sensible a las necesidades y sentimientos de los demás. La misericordia es la manifestación externa de la compasión y asume la necesidad en aquel que la recibe, y recursos adecuados para afrontar la necesidad de parte de aquel que la exhibe. El mejor ejemplo de un corazón misericordioso es el buen samaritano. Dice la palabra del Señor, que el buen samaritano, vino cerca del herido que estaba a la vera del camino y viéndole fue movido a misericordia. Acto seguido, vendó sus heridas, lo puso en su cabalgadura lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes demás, yo te lo pagaré cuando regrese. Cuántos hermanos hay en la actualidad que están en las mismas condiciones que aquel hombre herido que fue arrojado a un costado del camino. Pero ¿Dónde están los buenos samaritanos? ¿Dónde están aquellos que se acercan, ven, vendan las heridas y hacen todo lo que pueden para aliviar el dolor? No hay muchos, ¿verdad? Por eso Pedro dice: Sed todos misericordiosos. El quinto requisito es: Sed todos amigables. Esta palabra, amigables, significa una disposición del carácter a ser afable, y que convida a la amistad. El creyente con el ceño siempre fruncido, con la cara de pocos amigos, que ahuyenta a los demás en lugar de atraerlos, no es un buen ejemplo de creyente. Tampoco estoy abogando por una conducta frivola. Lo importante es una actitud afable, una disposición hacia entablar puentes de amistad con los demás. Sabemos que no es fácil, porque está de por medio el miedo natural a ser mal interpretados o abusados, pero allí es donde entra la verdadera gracia de Dios para capacitarnos a lograrlo. Una variación de este texto incluye la palabra humilde, que denota principalmente el considerar a los demás como superiores a uno mismo. Esta cualidad es esencial para las buenas relaciones con los demás. El sexto requisito es: No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Pedro no está diciendo solamente que no debemos ser vengativos. Es decir que no debemos pagar mal por mal ni maldición por maldición. Sino que debemos ir más allá. Tan allá, que cuando nos maldicen, debemos responder bendiciendo. La razón para esto es que nuestro llamamiento como creyentes no es para que andemos echando maldiciones por aquí y por allá, sino para que heredemos bendición. Ud. y yo somos herederos de bendición. Por tanto es ilógico que de nuestra boca salgan maldiciones en contra de cualquier otra persona, aun en contra de aquellos que nos maldicen. Esta conducta amigo oyente, tiene su recompensa. Para mostrarnos la recompensa, Pedro cita Salmo 34:12-16 en su primera parte donde dice «¿Quién es el hombre que desea vida, Que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, Y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela. Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos. La ira de Jehová contra los que hacen mal» Si alguien desea vivir largo y vivir bien, necesita poner en práctica este consejo de la Palabra de Dios. Han sido seis requisitos para manejar bien nuestra relación con los demás. Si los pusiéramos en práctica, no habría discordia entre hermanos, no habría iglesias que se dividen, no habría hogares que se destruyen. La verdadera gracia de Dios nos otorga el poder para vivir este estilo de vida. No seamos oidores olvidadizos. Atesoremos la palabra de Dios en nuestros corazones y practiquémosla en nuestro diario vivir.
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