Cordiales saludos amiga, amigo oyente. El Ministerio Internacional La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Este estudio bíblico es parte de la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En instantes más nos acompañará David Logacho quien nos presentará a algunas de las personas que tuvieron parte en la obra de Dios en la ciudad de Roma. De estas personas aprenderemos muchas lecciones importantes para nuestra vida espiritual.
Es una bendición para mí compartir este tiempo con usted, amable oyente. Hemos llegado al último capítulo del libro de Romanos. A simple vista, este capítulo no parece otra cosa que un listado de nombres de los cuales poco o nada podemos aprender. Pero cuando se miran las cosas con mayor atención se encontrará que ese capítulo contiene importantes principios para la vida espiritual. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Romanos 16:1-16. Permítame leer este pasaje bíblico. “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo. Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa. Saludad a Epeneto amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo. Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros. Saludad a Andrónico y a Junías, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo. Saludad a Amplias, amado mío en el Señor. Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús, y a Estaquis, amado mío. Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo. Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso, los cuales están en el Señor. Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor. Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía. Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los hermanos que están con ellos. Saludad a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los santos que están con ellos. Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.” Es probable que no lo haya notado, pero en este pasaje bíblico aparecen como un cuarto de centenar de nombres propios. Se trata de personas que de una u otra manera estaban sirviendo al Señor en la iglesia en Roma. Estoy seguro que todas estas personas jamás se habrán imaginado que alguna vez sus nombres iban a constar en las páginas del libro eterno de Dios, sino que sirvieron al Señor sin ningún otro interés que manifestar en forma práctica su amor a él y esto les valió para ser galardonados de una manera tan maravillosa. Dios es experto en recompensar a los que le sirven desinteresadamente. Otro hecho importante es la presencia de mujeres entre los colaboradores en la iglesia en Roma. En la época en la que se escribió el libro de Romanos, la mujer era considerada poco menos que un simple objeto para dar placer sexual al hombre y traer hijos al mundo, para nada más. Pero Dios por medio del evangelio dio a la mujer el lugar que le corresponde en la sociedad, y prueba de ello es la significativa participación de la mujer en la obra del Señor en Roma. Otro asunto digno de mención es que en la época en que se escribió el libro de Romanos, las iglesias cristianas se reunían en los hogares. Durante los primeros dos o tres siglos no había edificios eclesiásticos como los entendemos ahora. Todas las reuniones se celebraban en hogares o aposentos altos. No sólo la iglesia estaba en el hogar, sino también el hogar estaba en la iglesia. No olvide que al hablar de iglesia nos estamos refiriendo al conjunto de creyentes que se reúnen en el nombre de Cristo en determinado lugar. La iglesia que se reunía en la casa de Aquila y Priscila es un gran ejemplo. Cuando se comenzó a poner énfasis en los edificios destinados a ser lugar de reunión de las iglesias, sucedió que en no pocos casos el templo llegó a ser más importante que la iglesia y eso marcó un descenso en la calidad espiritual de la iglesia. A manera de testimonio personal, la iglesia en la cual yo soy uno de los ancianos o pastores, comenzó en la sala de estar de mi casa y se mantuvo allí hasta que ya no había lugar para la gente que se reunía. Otra cosa que podemos observar en el pasaje bíblico leído, es que había un gran grupo de colaboradores de la obra del Señor. Todos los nombres que se menciona en el pasaje bíblico leído eran solo siervos. Nadie se consideraba un jefe. Vez tras vez leemos expresiones como “mis colaboradores” o “la cual ha trabajado mucho” Es doloroso contemplar que hoy en día en cambio, la iglesia está plagada de generales y hay pocos soldados rasos. Un espíritu de altivez, de tener un más alto concepto de nosotros mismos del que debemos tener, es fatal para toda la obra de Cristo. A menudo Dios tiene que someter a prueba a sus escogidos colocándolos en un lugar nada importante antes que pueda usarlos en los lugares importantes. Moisés pasó 40 años en el desierto antes de ser el líder de la nación de Israel. También seguramente habrá notado que muchos de los nombrados en la lista fueron esclavos. Los de la casa de Aristóbulo, los de la casa de Narciso. Pero aparecen junto a los nombres más distinguidos. Esto nos habla de que no había ningún tipo de segregación, ni por raza, ni por sexo, ni por condición social, ni por condición económica. Había aceptación total en todo sentido. Cuánto mal ha hecho a la iglesia de Cristo el hacer distinción de personas. La iglesia del primer siglo combatía esta actitud con firmeza. Pablo exhorta a los creyentes en Roma que entre todos se saluden con ósculo santo. Una manera de demostrar amor con respeto entre todos sin distinción de personas. Por otro lado, algo que tal vez no termine por agradarnos, es que en la iglesia de Cristo había sufrimiento. Pablo habla de personas que expusieron su vida por él, habla de otros que fueron compañeros de prisiones. Ciertamente que la vida no era fácil para los creyentes del primer siglo. Tan contrario a la idea nada bíblica que tratan de vendernos algunos hoy en día, en el sentido que si uno es de Cristo y tiene la suficiente fe, debe vivir en riqueza permanente, en salud permanente y en alegría permanente. Lo curioso es que algunos de los que han propuesto y predican este evangelio de la prosperidad ya han envejecido, ya se han enfermado y ya se han muerto. Parece que algo no ha funcionado en el mensaje que predicaban. El ministerio del sufrimiento es reconocido en forma hermosa en el pasaje bíblico que leímos. Es una de las maneras de obtener coronas y de trabajar para nuestro Maestro. Pablo habla a menudo de aquellos que no se avergonzaron de sus cadenas. El autor de Hebreos dice al respecto: Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. En el servicio fiel al Señor, es inevitable que seamos blanco de ataques del enemigo. Si nuestro Señor Jesucristo fue odiado y despreciado del mundo al punto que fue clavado en la cruz, ¿qué corona tenemos nosotros para que el mundo nos trate con benevolencia? Ciertamente no es nada grato sufrir desprecio y persecución por el sólo hecho de ser fieles al Señor Jesucristo, pero jamás debemos olvidar la exhortación de la palabra cuando dice: Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios rebosa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. De modo que, amable oyente, el sufrimiento fue parte de la iglesia en Roma y es parte de la iglesia también hoy en día. Terminando ya, este pasaje bíblico trae a nuestra memoria el hecho que Dios toma nota de lo que cada uno de nosotros hace en su obra. Puede ser que otros hombres no lo noten, pero Dios lo nota. No siempre será tiempo de trabajo y prueba. Algún día oiremos la lectura de nuestros nombres delante de todo el universo, juntamente con algo que hicimos en su obra, lo cual nos pareció insignificante en su tiempo, pero para Dios fue muy significante. ¡Cómo se conmoverán nuestros corazones, y se agacharán nuestras cabezas al oír nuestros nombres, cuando el Maestro de lectura de triunfos y servicios que nosotros mismos hemos olvidado! Que Dios bendiga ricamente su vida.
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