Cordiales saludos, amable oyente. Es una bendición para mí estar nuevamente con usted para juntos continuar en el estudio bíblico del libro de Colosenses. Este estudio bíblico es parte de la serie titulada: La supremacía de Cristo. Siempre me he sentido intrigado por algunas prácticas religiosas que personalmente he sido testigo. He visto a personas sangrar subiendo de rodillas por las gradas que conducen a una capilla. He visto personas llevando cactus sobre sus desnudas espaldas. He visto personas auto flagelándose o pidiendo a otros que los flagelen. He visto personas que ayunan hasta llegar al borde mismo de la muerte por inanición. He visto personas que se recluyen en solitarias celdas por años. He visto personas en penosa peregrinación con pesadas cruces a sus espaldas. La lista es larga. ¿Se ha preguntado por qué se hacen estas cosas? Yo me he hecho esta pregunta e inclusive la he hecho a algunas de las personas que acostumbran realizar estas prácticas. La respuesta que más comúnmente he oído es: Para mostrar a Dios que estoy arrepentido de mis pecados y para agradar a Dios. Veamos qué nos dice la Palabra de Dios sobre este asunto.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Colosenses, capítulo 2, versículos 20 a 23. Haciendo un poco de memoria, recordemos que Pablo, el apóstol, autor de la carta, ha demostrado cuan excelso es el Señor Jesucristo y sobre esa base, ha desenmascarado a los falsos maestros legalistas, probablemente de origen judío, quienes pretendían que la salvación es por fe en Cristo más el cumplimiento de algunos ritos judaicos. Pablo también ha desenmascarado a los falsos maestros gnósticos, quienes pretendían que la salvación es por fe en Cristo más la mediación de un mundo de seres espirituales. El error de los legalistas y los gnósticos radica en pensar que la salvación es por fe en Cristo más algo más. Cuando añadimos algo más a la fe, cualquier cosa que sea, estamos tirando por la borda el puro evangelio. La fe en Cristo más otra cosa, cualquiera que sea, para ser salvo, es otro evangelio, y Pablo fue muy severo en cuanto a esto, cuando en Gálatas 1:8 dijo: Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
La salvación, amigo oyente, es por la pura fe en Cristo y punto. Olvídese del algo más, como requisito para ser salvo. En el pasaje bíblico de hoy, Pablo va a confrontar a otro tipo de falsos maestros. Estos impulsaban la doctrina de que para acercarse a Dios se debe tener fe en Cristo, pero además cumplir con ciertos requisitos establecidos por ellos mismos, como no comer ciertos alimentos, castigar el cuerpo de diversas maneras, recluirse en lugares remotos y cosas así. A esta manera de pensar se la conoce con el nombre de ascetismo. El ascetismo entonces consiste en una rigurosa auto negación, como medio para lograr algún fin de tipo espiritual. El ascetismo llegó a ser muy popular en la edad media. Los seguidores de esta práctica usaban ropa interior hecha de algún material que lastime la piel, dormían en camas sin colchón o en el suelo sin colchón, se auto flagelaban, se auto recluían en oscuras celdas, pasaban por largos periodos de ayuno, se privaban de dormir por semanas. Mucho de estas prácticas se llevan a cabo hoy en algunos círculos mal llamados cristianos. Pablo condena esta práctica y lo hace por medio de una exhortación, un ejemplo y una explicación. Veamos la exhortación. Colosenses 2:20 dice: Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos
Pablo dejó bien en claro que los creyentes en Cristo estamos tan íntimamente ligados a Cristo, que todo lo que es Cristo lo somos nosotros. Cristo murió, nosotros también morimos. Cristo fue sepultado, nosotros también fuimos sepultados. Cristo resucitó, nosotros también fuimos resucitados. La idea de morir al mundo significa que el mundo ya no tiene poder para que nosotros respondamos a sus impulsos. El mundo piensa que para agradar a Dios es necesario sacrificarse físicamente, dejando de comer, dejando de dormir, castigando el cuerpo. Esto ha sido definido por Pablo como los rudimentos del mundo. Pablo dice: Ustedes creyentes ya han muerto a la manera del mundo para acercarse a Dios. ¿Por qué entonces, como si todavía estuvieran vivos a la manera del mundo para acercarse a Dios, se someten a reglamentos o preceptos ordenados por el mundo? Esto es absurdo. El creyente ha muerto y ha resucitado con Cristo, no tiene por tanto para que someterse a ningún precepto diseñado por los hombres. Quizá algunos estarán pensando: ¿Y qué del bautismo y la cena del Señor? Pero estas prácticas no son ordenadas por el mundo sino por el Nuevo Testamento, por Dios mismo y por tanto es natural que el verdadero creyente las cumpla, pero aparte de estas dos ordenanzas, el Nuevo Testamento no impone ninguna otra ordenanza para los creyentes. Por tanto todo lo que los grupos religiosos exigen además de esto cae dentro de esta falsa doctrina llamada ascetismo. Luego Pablo da un ejemplo de lo que los falsos maestros exigen. Colosenses 2:21-22 dice: tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques
Col 2:22 (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso?
El ejemplo de Pablo es la práctica ascética de no manipular ciertos alimentos, peor comerlos. Pablo hace ver lo absurdo de esta práctica diciendo dos cosas acerca de esto. Primero que son mandamientos de hombres, no de Dios. El hombre vanamente hinchado en el razonamiento de su mente carnal inventa reglamentos absurdos y desecha la palabra de Dios. Segundo, los alimentos nada tienen que añadir o quitar a la espiritualidad de una persona, porque simplemente se destruyen con el uso, es decir, al llegar al estómago se desintegran, sin importar si se trató de carne de cerdo, animal inmundo, o de vaca, animal no inmundo. Es del todo absurdo por tanto pensar que las prácticas ascéticas nos hacen más espirituales delante de Dios. Luego de ver la exhortación y el ejemplo, consideremos la explicación. ¿Por qué el ascetismo es condenado por Dios? Colosenses 2:23 responde diciendo: Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.
Todas esas prácticas ascéticas como caminar de rodillas, llevar cactus sobre la espalda, flagelarse, no comer, no dormir, tienen reputación de ser recomendables, pero en realidad son abominables por decir lo menos si se piensa que por ellas se puede congraciarse el favor de Dios. Tienen valor para el culto voluntario, es decir sirven para satisfacer a los que han diseñado su propia religión. Claro, según ellos, la severa auto negación les hace espirituales, pero eso es según ellos, no según Dios. Para Dios, lo que hace espiritual a una persona es confiar en Cristo como Salvador, mas no castigar el cuerpo. Las prácticas ascéticas tienen valor para la falsa humildad, pero no para la humildad que proviene de Dios. Claro, los que hacen sangrar sus rodillas al caminar sobre ellas piensan que son humildes, pero lo único que están buscando es inflar su ego al despertar la admiración de los demás. Las prácticas ascéticas tienen valor para tratar duramente al cuerpo, pero esto parte del error de los gnósticos quienes pensaban que el cuerpo es esencialmente malo y que hay que castigarlo para que no se revele contra el espíritu. Todas estas prácticas ascéticas tienen un manto de piedad, pero fracasan rotundamente al tratar de controlar los apetitos de la carne. Los ritos, las ordenanzas de hombres, los sacrificios que los hombres hacen son inútiles para dominar la naturaleza caída del hombre. Lo único que puede dominar las bajas pasiones de los hombres es una nueva naturaleza, no cualquier práctica exterior por más espectacular que sea. Esa nueva naturaleza es dada a las personas cuando reciben a Cristo como su Salvador personal. Tal vez, usted, amable oyente, hasta ahora ha estado esforzándose hasta la agonía por cumplir con los requisitos que su religión le impone, pero a pesar de todo esfuerzo, nota que no puede controlar sus deseos carnales, sus bajas pasiones, sus malos pensamientos. Tal vez usted es una persona muy religiosa, pero a pesar de ello vive dominado por las drogas o por el alcohol o por la inmoralidad. ¿No será que ha estado confiando en que los ritos externos de su religión tienen poder para controlar sus pasiones? Le diré que por más sacrificios que haga, no podrá contra los apetitos de su carne. Reconozca hoy mismo su fracaso y en un acto de fe reciba a Cristo como su Salvador. Notará casi de inmediato que su nueva naturaleza poco a poco irá dominando a su antigua naturaleza. Que Dios le ayude a tomar esta decisión.
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