Es una gran bendición para mí saludarle amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca del precio de seguir a Jesús y del premio por seguir a Jesús.
Qué gran gozo es para mí estar junto a Usted por medio de esta emisora amiga. Estoy seguro que Dios por medio de su Espíritu hablará a nuestro corazón mediante su palabra. Antes de enviar a sus apóstoles en una misión intensiva de predicación, Jesús les dio instrucciones importantes, no sólo para ellos sino también para todos aquellos que nos preciamos de ser discípulos de Cristo. En esta oportunidad, Jesús muestra que seguirle tiene su precio. Jesús jamás escondió lo que implica seguirle. Jesús no era el tipo de persona que para ganar adeptos afirmaba que sus seguidores gozarán de prosperidad en todo sentido. Usted sabe. Me refiero al falso evangelio de la prosperidad, según el cual se promete a los seguidores de Jesús, salud permanente, dinero abundante y liberación de cualquier situación que produzca dolor. Seguir a Jesús tiene su precio y Jesús habló claramente de eso. Voy a leer el texto en Mateo 10:34-39. La Biblia dice: No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
El precio de seguir a Jesús toca dos ambientes muy importantes para todo discípulo, su familia y su propia vida. En lo que tiene que ver con su familia, el seguir a Jesús como él se merece no siempre será bien recibido por la familia del discípulo. A esto se refirió Jesús cuando afirmó que los discípulos no deben pensar que Jesús ha venido para traer paz a la tierra, sino que ha venido para traer espada. Esta declaración se debe entender dentro de su contexto, porque de otra manera, sería contradictoria al propósito redentor de Jesús. No debemos olvidar que fue el mismo Jesús quien según Juan 14:27 dijo: La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. ¿En qué sentido entonces Jesús dijo a los apóstoles que no ha venido a la tierra para traer paz, sin espada? Pues en el sentido que la decisión de seguir a Jesús por parte de sus discípulos va a ser motivo de disensión en la familia del discípulo. Esto queda corroborado cuando Jesús dice: Porque he venido para poner en disensión a varias relaciones familiares. Primero, el hombre contra su padre. Segundo, la hija contra su madre. Tercero, la nuera contra su suegra. En general Jesús dice que los enemigos del hombre serán los de su casa. Esto lo he experimentado yo, y seguramente también usted, si ha intentado seguir a Jesús sin condiciones. Yo recuerdo muy bien mi caso personal. Después de una carrera profesional de alrededor de doce años, el Señor me guió a renunciar a mi trabajo y prepararme para servir al Señor en el Instituto Bíblico de Palabra de Vida, en Argentina. No faltaron las voces no sólo de miembros de mi familia sino también de amigos, que cuestionaron mi decisión acusándome de fanático y de que estoy poniendo en serio riesgo la estabilidad emocional y económica de mi esposa e hijos. La decisión de seguir a Jesús sin condiciones siempre será motivo para la disensión en la familia. ¿Qué deben hacer los discípulos de Jesús ante esta situación? Jesús lo puso en términos que no admiten confusión alguna cuando dijo: El que ama a padre o a madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí. Se trata de poner en orden las prioridades. Primero es Jesús y después todo lo demás, inclusive las relaciones familiares. El supremo amor a Jesús, debe motivar a sus discípulos a seguirle aún al elevado precio de la incomprensión y la oposición de la familia. El amor a la familia nunca debe estar por encima del amor a Jesús. Pero existe otra esfera que exige un pago para seguir a Jesús. Es en el ambiente de la propia vida. Jesús lo puso de esta manera: Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. Para los judíos del tiempo de Jesús no debe haber sido desconocido el significado de la cruz. Ellos habrán visto a varios de sus paisanos colgados de una cruz, sufriendo la pena máxima impuesta por los romanos por actos de sedición en contra del imperio romano. La cruz evocaba renunciamiento, al punto de ofrecer la vida misma por una causa justa. Pues esto es exactamente lo que Jesús estaba comunicando a los suyos. El que no está dispuesto a ofrecer la vida por la causa de Cristo no es digno de él. Desde que Jesús pronunció estas palabras, se le ha buscado alguna interpretación que no sea tan drástica como esto de ofrecer la vida por la causa de Cristo, pero a pesar de todo esfuerzo por suavizar lo que Jesús estaba diciendo, siguen resonando a nuestros oídos las sencillas palabra de Jesús: Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. Para que nadie se confunda en lo que Jesús realmente trataba de decir, Jesús dijo: el que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. La vida tiene sentido solamente en la medida que la invirtamos en la causa de Cristo, al punto de ofrecerla en sacrificio. Los mejores ejemplos de este enunciado de Jesús son los mismos discípulos de Jesús en el Nuevo Testamento. Mateo sufrió el martirio al ser atravesado por una espada en una desconocida ciudad de Etiopía. Marcos expiró en Alejandría, después de haber sido cruelmente arrastrado por las calles de esa ciudad. Lucas fue colgado de un árbol de olivo en Grecia. Juan fue arrojado en una caldera con aceite hirviendo, pero escapó de la muerte en forma milagrosa y después fue desterrado a la isla de Patmos. Jacobo el mayor fue decapitado en Jerusalén. Jacobo el menor fue lanzado desde el pináculo del templo y luego muerto a garrotazos. Bartolomé fue desollado vivo. Andrés fue atado a una cruz, desde la cual predicó a sus verdugos hasta que murió. Tomás fue atravesado por una lanza en Coromandel en las Indias Orientales. Judas fue muerto a flechazos. Matías fue apedreado y luego decapitado. Bernabé fue apedreado en Salónica. Pablo fue decapitado en Roma por Nerón. Ejemplos de personas que invirtieron su vida, al punto de morir como mártires, por la causa de Cristo. Gente que perdió la vida para hallarla. De modo que existe un precio que se debe pagar para seguir a Jesús, pero también existe un premio para los que siguen a Jesús. Voy a leer el pasaje bíblico que se encuentra en Mateo 10: 40-42. La Biblia dice: El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
Imagine el privilegio que tenían los apóstoles que estaban siendo enviados por Jesús. Si alguien los recibía, tanto en el sentido de tenerlos en su casa como en el sentido de aceptar el mensaje que predicaban, era equivalente a recibir a Jesús y por ende, equivalente a recibir al Padre celestial, quien envió a Jesús su Hijo unigénito. Esto es grandioso. Los apóstoles tenían plena autoridad para decir a la gente: Si ustedes me reciben aceptando el mensaje que predicamos, Jesús, el Cristo, el Mesías vendrá a ustedes y como si eso fuera poco, Dios el Padre también vendrá a ustedes. Esto es válido también hoy en día, los que predicamos el evangelio en el nombre de Cristo, tenemos plena autoridad para decir a la gente que nos escucha: Si ustedes aceptan este mensaje y reciben a Cristo como su personal Salvador, Cristo Jesús vendrá a su vida y también el Padre vendrá a morar en su vida. Que enorme privilegio es ser portador de estas maravillosas noticias. Pero el premio es aún mayor. Jesús dijo a sus discípulos que el que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. El pueblo de Israel tenía en muy alta estima a los profetas. Se consideraba que el profeta era superior al rey quien gobernaba a nombre de Dios y al sacerdote quien ministraba a nombre de Dios, pero el profeta era enviado por Dios. Los que recibían a los apóstoles y su mensaje, quienes por ser enviados por Jesús eran como si fueran enviados por Dios mismo, tenían el privilegio de ser recompensados como si ellos mismo fueran profetas. Esto es fantástico. De igual manera, los que recibían a los apóstoles y su mensaje, quienes eran justos a los ojos de Dios, tenían el privilegio de ser recompensados como si ellos mismo fueran justos. Son los premios de todo fiel seguidor de Jesús. Imagine, ser recompensado como si fueran profetas y como si fueran justos. Terminando su lista de premios para los que siguen a Jesús, encontramos que a cualquiera que haga una obra de gracia a favor de los discípulos de Jesús le será recompensado en abundancia. Inclusive la obra insignificante de dar un vaso de agua fría a los discípulos de Cristo, será tomado en cuenta por Dios y eso servirá para que Dios recompense con creces. Jesús dijo: De cierto os digo que no perderá su recompensa. En resumen entonces, hay un precio que pagar para seguir a Jesús. Se trata de disensión en la familia y la posibilidad de sufrir inclusive la muerte por la causa de Cristo, pero también hay un premio para los que siguen a Jesús, el privilegio de tener a Jesús y tener a su Padre, y la autoridad para anunciar a otros que por recibir el mensaje del Evangelio ellos también pueden tener a Jesús y a su Padre, aparte de las recompensas como profeta y como justo. ¿Está dispuesto a seguir fielmente a Jesús?
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