Que grato es estar nuevamente junto a Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy en La Biblia Dice… Estamos estudiando el libro de Romanos en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia mediante la fe en Cristo Jesús. En esta ocasión, David Logacho nos hablará sobre la primera parte de la introducción al libro de Romanos.
Habiendo saludado a los lectores de su carta, es decir a los creyentes de Roma, Pablo prosigue con la introducción de su carta. En ella nos mostrará algunos detalles de mucha utilidad no sólo para entender la carta sino para nuestra vida espiritual. Se dice que todo aquello que se lo baña en oración sincera a Dios gozará de la bendición de Dios. Pues en la epístola de Pablo a los Romanos se hace práctico este dicho. Pablo bañó en oración no sólo la epístola que estaba escribiendo a los Romanos sino la visita que tenía planificado hacer a Roma. Esto se desprende de lo que leemos en Romanos 1:9 donde dice: “Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones” Poniendo a Dios como testigo, lo cual da peso a su aseveración, Pablo afirma que sin cesar hace siempre mención de los Romanos en sus oraciones. Esto es notable en Pablo. A pesar de su agitada y extenuante agenda, Pablo se daba tiempo para orar sin cesar y en sus oraciones siempre hacía mención de los hermanos en Roma, a pesar que no les conocía en forma personal. Gran lección para nosotros. Tantas veces no habremos terminado el día sin haber tomado tiempo para orar a solas bajo el pretexto que estamos muy ocupados. Jamás debemos dejar que las ocupaciones nos roben el precioso tiempo para orar. Es digno de notar lo que Pablo afirma en cuanto a Dios. Dice: A quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo. Pablo servía en su espíritu. Esto significa un servicio sincero, un servicio de corazón, un servicio no para agradar a los hombres sino a Dios. Muchos siervos, entre comillas, de hoy en día no sirven a Dios en su espíritu porque buscan su propia grandeza, buscan agradar a los hombres y de esa manera contaminan su servicio a Dios. Pablo deja en claro que su servicio a Dios en su espíritu es en el evangelio de su Hijo. Pablo fue llamado para anunciar las buenas nuevas relativas al Hijo de Dios, quien se hizo carne, moró en este mundo, fue crucificado en lugar del pecador, resucitó de entre los muertos y ascendió a la gloria de su Padre y allí está este mismo momento, ofreciendo salvación a todo pecador que en él cree. Tenemos entonces que Pablo bañó en oración la carta que estaba escribiendo a los Romanos. Pero ¿En qué pensaba Pablo cuando oraba a Dios haciendo mención de los Romanos? Pues en varias cosas. Primero, en dar gracias a Dios por la fe de los Romanos. Romanos 1:8 dice: “Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo.” En oración, Pablo agradece a Dios mediante Jesucristo. Este es el modelo de oración que todo creyente debe seguir. La oración se dirige a Dios Padre, en el nombre de Dios Hijo, Jesucristo y en el poder o la guía de Dios Espíritu Santo. Cuando Pablo oraba con relación a los Romanos, lo primero que venía a su mente es gratitud a Dios porque la fe de los Romanos se estaba divulgando por todo el mundo. Se debe entender por todo el mundo Romano. No se sabe con precisión quien fundó la iglesia en Roma. Muchos piensan que fue Pedro, pero no existe evidencia confiable alguna en el Nuevo Testamento para corroborar esta afirmación. Lo que sí se sabe con certeza es que el testimonio, o el estilo de vida de los creyentes en la ciudad de Roma era motivo de conversación en todo el imperio Romano. ¡Qué hermoso! Permítame hacerle una pregunta a Usted que dice que es creyente: ¿Qué comentarios produce su testimonio como creyente entre la gente que le conoce? No olvide que las acciones hablan mucho más fuerte que las palabras. De modo que al orar en relación con los Romanos, lo que primero venía a la mente de Pablo era gratitud a Dios por lo que él estaba haciendo en ellos. En segundo lugar, lo que venía a la mente de Pablo cuando oraba a Dios con relación a los Romanos, era un ruego para poder ir a verlos personalmente. Romanos 1:10 dice: “rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros” Pablo había intentado varias veces llegar a Roma, pero no le fue posible. De esto hablará más adelante. Pero Pablo no daba su brazo a torcer y sin cesar oraba a Dios rogando que de alguna manera, al fin por la voluntad de Dios tenga un prospero viaje a Roma. Note dos cosas maravillosas en lo que está diciendo Pablo. Número uno, Pablo rogaba a Dios, no exigía, no declaraba por fe como un hecho lo que él quería, como muchos lo hacen hoy en día. Además, Pablo reconoce que Dios tiene la última palabra sobre lo que está pidiendo. Apela a la voluntad de Dios. Hoy en día se han levantado muchos que dicen que si queremos algo de Dios, tenemos que por fe demandarlo de Dios y que Dios está obligado a conceder lo que demandamos de él. Inclusive dicen que si en nuestra oración incluimos frases como “si esa es tu voluntad” estamos echando a perder el poder que tienen nuestras palabras para obtener cualquier cosa que queramos. Si fuera así, entonces Pablo estaba equivocado al orar a Dios diciendo: Que por la voluntad de Dios tenga un próspero viaje a Roma. No amable oyente. Dios es Dios y él sabe si responde o no a un pedido nuestro. Él sabe cuándo responder a un pedido nuestro y él sabe cómo responder a un pedido nuestro. Esto nos lleva a la segunda cosa maravillosa en esta oración de Pablo. Pablo estaba rogando a Dios por un próspero viaje a Roma, note, próspero. Esto significa un buen viaje, con tranquilidad y sin contratiempos. Pues, Dios respondió a la oración de Pablo en parte, porque le permitió llegar a Roma, pero el viaje distó mucho de ser próspero. Usted y yo sabemos que Pablo llegó encadenado a Roma, en calidad de prisionero, luego de años de estar en una cárcel en Cesarea y luego de un viaje tan terrible que por poco pierde la vida en un naufragio. Dios no siempre nos da gusto en nuestros pedidos. Él sabe lo que es mejor. La manera como Pablo viajó a Roma le permitió llegar a las más altas esferas del gobierno en el imperio Romano, pero eso tuvo su precio, el precio fue que el viaje a Roma no haya sido tan próspero como Pablo rogaba a Dios. Incidentalmente, observe que Dios muchas veces no concede la prosperidad que nos gustaría tener. No es verdad por tanto lo que muchos proclaman hoy en día en el sentido que si uno tiene suficiente fe, Dios está obligado a rodearle de prosperidad. El famoso evangelio de la prosperidad no es bíblico amable oyente. Si no, pregunte a Pablo cómo fue su viaje a Roma. ¿Qué es lo que motivaba a Pablo a ir a Roma? Primero, quería verlos. Romanos 1:11 dice: “Porque deseo veros” Una cosa es tener lejos a quien se ama, otra muy distinta tener cerca a quien se ama. Pablo sabía la diferencia y por eso quería estar cerca de los Romanos para verles cara a cara. Segundo, quería edificarlos y ser edificado por ellos. Lo que resta de Romanos 1:11 y el versículo 12 dice: “para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.” No es que Pablo está prometiendo entregar dones espirituales. Ningún ser humano puede hacerlo. Los dones espirituales son dados por Dios por medio de su Espíritu. Lo que Pablo está diciendo es: Yo quiero ir a verlos para que algunos de los dones espirituales que yo he recibido puedan ser de utilidad para ustedes, de modo que sean confirmados en la fe. En realidad, Pablo esperaba que tanto los Romanos como él mismo, sean mutuamente confortados en la común fe. Cuando un creyente tiene el privilegio de usar uno de sus dones espirituales para la edificación de otros, no sólo los otros salen beneficiados sino también el creyente que hizo uso de su don espiritual. Tercero, quería tener fruto también entre los Romanos. Romanos 1:13 dice: “Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles.” Pablo deseaba fervientemente ir a Roma, pera hasta el momento de escribir su carta no había podido hacerlo por diversas circunstancias. Pablo consideraba a esas circunstancias como estorbos. Lo que pasa es que simplemente el tiempo de Pablo no era el mismo tiempo de Dios. Dios quería que Pablo vaya a Roma pero en su tiempo, no en el tiempo de Pablo y a su manara, no a la manera de Pablo. Lo que motivaba a Pablo a ir a Roma era tener algún fruto entre los Romanos. La palabra fruto puede tener varios significados en la Biblia, pero en este caso significa personas que reciben a Cristo como Salvador como resultado de la predicación del Evangelio. Pablo estaba deseoso de ganar almas para Cristo también en Roma. Cuarto, quería pagar una deuda. Romanos 1:14 dice: “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor” Pablo se sentía en deuda con Dios de anunciar el evangelio a toda criatura en todas partes del mundo, no importa si son griegos, o la flor y nata de la cultura de su tiempo, o no griegos, o la gente común y corriente de la cultura de su tiempo. No importa si son sabios a los ojos del mundo o si son ignorantes a los ojos del mundo. Todos ellos son seres humanos que ciegamente van camino a su propia condenación como pecadores y desesperadamente necesitan de alguien que les advierta del peligro en que están y les anuncie las buenas nuevas de salvación en Cristo. Pablo estaba en deuda con Dios de anunciar el evangelio a todas las personas sin distinción de raza, sexo, cultura, poder económico, etc. Esto es lo que le motivaba para ir a Roma. Usted que ya tiene a Cristo en su corazón, ¿tiene esta pasión de ganar a otros para Cristo? Quiera Dios que sí.
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