Damos gracias a Dios por la oportunidad de estar junto a usted. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Hebreos en la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En esta ocasión, David Logacho nos mostrará la razón por la cual Jesús tuvo que morir.
El nuevo pacto es mejor que el antiguo pacto. A esta conclusión llegamos en nuestro último estudio bíblico en Hebreos. Para que el nuevo pacto entre en vigencia era necesario la muerte de Jesucristo, por esta razón Hebreos 9:15 declara: “Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.”
Esta idea de un Cristo muriendo era harto difícil de aceptar para un judío, y por eso, en el estudio bíblico de hoy veremos las razones porqué Jesús tuvo que morir. Abramos nuestras Biblia en Hebreos 9. Hoy estudiaremos los versículos 15 a 28. En el versículo 15 vemos a Cristo como el mediador de un nuevo pacto, porque él con su muerte, logró lo que el antiguo pacto no pudo hacer, eso es la limpieza total del pecado. La muerte de Cristo, hizo posible que haya la remisión o perdón de pecados.
En el antiguo testamento, los judíos presentaban los sacrificios por sus pecados y cada año el sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo para rociar con sangre la cubierta del arca del pacto y así propiciar o satisfacer a Dios por los pecados de ignorancia de toda la nación. Esto tenía que repetirse año tras año, pero cuando Cristo se ofreció a sí mismo como el sacrificio sin mancha, se hizo remisión, o perdón de todos los pecados que había bajo el primer pacto. Por esta razón, ya no son necesario más sacrificios.
El sacrificio de Cristo fue una sola vez y para siempre. Todos confiamos en Cristo, somos perdonados de nuestros pecados por ese sacrificio. Una vez perdonados por el sacrificio de Cristo, los llamados, tanto en el Antiguo Testamento, como en el presente, podemos recibir la promesa de la herencia eterna o la salvación de nuestras almas. Así que, Cristo murió, pero sigue siendo el mediador, lo que implica que él debe estar vivo y en verdad que lo está, porque si bien es cierto que murió, no se quedó en una tumba, sino que resucitó al tercer día.
En los versículos 16 a 28 encontramos tres razones poderosas para demostrar que Jesús como el mediador de un mejor pacto, tenía que morir. La primera razón es porque todo testamento demanda muerte para hacerse efectivo. Hebreos 9:16-17 dice: “Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.” Lo que se hará con los bienes de una persona cuando esta muere, queda claramente establecido en el testamento de esa persona. Jesús también ha escrito su testamento.
El legado para los que creemos en él es la salvación eterna. A esto se refieren las palabras “herencia eterna” del versículo 15. Para que este legado, o herencia se haga efectivo en cualquier persona es necesario que muera el que hizo el testamento. En otras palabras, la muerte confirma la herencia. Una persona puede escribir su testamento, pero la herencia no puede ser entregada a los herederos sino cuando el testador muere. Cristo nos prometió vida eterna en su testamento, para que esta vida eterna sea efectiva en los que creemos, es imprescindible que él muera y siendo que él efectivamente murió, usted y yo gozamos ya de nuestra herencia.
La segunda razón por la cual Jesús tuvo que morir es porque el perdón demanda sangre. Hebreos 9:18-22 dice: “De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre. Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado. Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio. Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.”
En esta porción, el autor de Hebreos toma el caso de Moisés e Israel para mostrar que en el pasado, todo pacto se sellaba mediante la muerte sacrificial de un animal. La sangre del animal era la garantía de cumplimiento de todos los puntos de un pacto. Después que Moisés recitó la ley a Israel mezcló la sangre de los becerros y de los machos cabríos con agua y tomó lana escarlata e hisopo y roció el libro de la ley y también a todo el pueblo. De esta manera Moisés selló solemnemente el pacto entre Dios y el pueblo. El pueblo prometió obediencia y Dios prometió bendición.
Mientras Moisés rociaba con sangre pronunciaba estas palabras “esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado” Esta acción reclamaba la vida del pueblo si ellos fallaban en guardar la ley. También se roció con sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio, para demostrar que todo aquello que entra en contacto con el hombre pecador queda contaminado y necesita ser limpiado. Así que, para que haya remisión, o perdón siempre se demandaba el derramamiento de sangre.
Con esta idea en mente, se compara el antiguo pacto con el nuevo pacto. Hebreos 9:23-34 dice: “Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” El tabernáculo y sus ritos eran una sombra de una realidad. La realidad es el cielo. Si la sombra tuvo que ser purificada con la sangre de animales, la realidad tiene que ser purificada con un mejor sacrificio. Este sacrificio es el de Cristo.
Cristo derramó su sangre y la perfección de su sacrificio queda demostrado por su entrada al cielo, donde está ahora mismo, intercediendo a favor de nosotros ante Dios. Como su sacrifico es perfecto, ya no es necesario más sacrificios y a esto se refiere Hebreos 9:25-26 “y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio de mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.” El Señor Jesús no hizo varios sacrificios como el sumo sacerdote aarónico.
Si Cristo hubiera hecho varios sacrificios, eso hubiera significado que tuviera que padecer varias veces porque su sacrificio fue de sí mismo. Es ilógico que él sufra la agonía del calvario periódicamente, desde el principio del mundo, pero la obra de Cristo siendo perfecto no tiene que repetirse. Esta obra se manifestó al final del antiguo pacto, dando así por terminado este pacto. Su obra es tan perfecta que quita de en medio el pecado. No solamente cubre el pecado, sino que lo quita por completo.
Notemos el singular de la palabra pecado. El sacrificio de Cristo quita el pecado, no los pecados, esto es el carácter pecaminoso de todos los que creemos en él. La obra de Cristo en la cruz nos hace cantos ante el Padre, sin mancha ni contaminación el pecado, al igual que Jesucristo. La tercera y última razón porque Cristo tuvo que morir, es porque la justicia de Dios demanda muerte. Si Cristo tomó el lugar del pecador, para que el pecador sea perdonado, Cristo tenía que morir para así satisfacer la justicia de Dios.
Hebreos 9:27-28 dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar los que le esperan.” La ley condena a los pecadores a morir una vez y después de esto el juicio. La ley fue dada a personas que ya eran pecadores y quienes no podían guardarla perfectamente, por esta causa, la ley, vino a ser un instrumento de condenación para todos los que estaban bajo ella. El nuevo pacto introduce el infinito sacrifico de Cristo. Él fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos. Después, el autor de Hebreos presenta la bendita esperanza de su retorno inminente para aquellos que le esperan.
Él aparecerá por segunda vez, pero cuando venga no tendrá nada que ver con el pecado, porque de esto ya se hizo cargo en su primera venida. Vendrá para llevar a su pueblo al cielo. Esto será la culminación de la salvación, cuando los creyentes reciban sus cuerpos glorificados y para siempre estén lejos de la influencia del pecado. ¿Por qué tuvo que morir Jesús? Porque sólo así podemos recibir nuestra herencia de vida eterna.
Porque el perdón de pecados demanda muerte y porque la justicia de dios demanda muerte. Ahora bien, amigo oyente, Jesús ya hizo la obra perfecta para salvarle. Él derramó su sangre para purificarle. ¿No permitirá que esa sangre le limpie de todo su pecado? Si ese es su deseo, reciba hoy mismo a Cristo como su Salvador, entonces podrá estar en la presencia del Padre y podrá disfrutar como muchos, de su herencia eterna, la salvación eterna de su alma.
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